El sueño del hombre nuevo, de aquel hacedor de todas las
revoluciones, tal vez sea desvincularse de todas las redes que lo tienen
atrapado en el laberinto de millonarias conexiones digitales que andan por el
mundo. Hoy, ante el agobio de tanta intercomunicación el individuo “arrojó el
móvil a un pozo y comenzó a vivir por dentro como un hombre nuevo, no como un
insecto capturado”, así lo expresa Manuel Vincent en este artículo.
He aquí la versión actual del hombre nuevo, aquel que, de
una u otra forma, ha sido siempre el sueño de todas las revoluciones. Se trata
de un ser que, adonde quiera que vaya, nunca tiene cobertura y por tanto
permanece incontaminado, a salvo de cualquier basura mediática. Después de un
esfuerzo heroico ha logrado eludir el humillante destino de llegar a este mundo
con la única misión de ser un hombre-antena, un repetidor humano solo apto para
recibir y trasmitir llamadas, mensajes, correos electrónicos. Este hombre nuevo
se niega de raíz a contribuir a la contaminación del espacio con una cháchara
idiota, como un insecto más en la telaraña. Las personas privilegiadas, como
esta, son todavía escasas, ya que en ellas se realiza el mito platónico de la
invisibilidad, un don de los dioses. Ya no hay playas desiertas ni existen
parajes preservados. Todo el planeta ha sido conquistado y sometido a la red
social. Es inútil buscar un lugar inaccesible donde refugiarse. La jodida
telaraña lo envuelve todo, desde la gélida estratosfera hasta el íntimo sudor
del petate y a través de la almohada penetra en el subconsciente desguarnecido
de los humanos. Pero el individuo sin cobertura no tiene necesidad de huir,
puesto que él es su propio refugio. El mito del hombre invisible, ese
sortilegio que llenaba la imaginación de nuestra niñez, que te confería el
poder de atravesar las paredes, de estar a la vez en todas y en ninguna parte,
equivale a esa invisibilidad platónica que ostenta hoy el hombre sin cobertura.
Se acerca el día en que lo más snob será que digan de ti: no ha llegado
todavía, ya se ha marchado, no se le espera, no lo llames, nunca contesta, está
y no está, no existe, esa es su naturaleza. ¿Qué ha hecho este individuo
preclaro para merecer el privilegio de estar envuelto en una atmósfera
intangible y ser absolutamente real?. Su móvil vibraba cada minuto reclamando
más papilla. Ese aparato se había convertido en un testigo de sus miserias, en
un delator al servicio de sus enemigos. De pronto un día se sintió perseguido y
acorralado en la red por una multitud de seguidores y amigos que trataban de
devorarlo. Cortó por lo sano, arrojó el móvil a un pozo y comenzó a vivir por
dentro como un hombre nuevo, no como un insecto capturado.
El autor de este artículo es escritor y periodista – Premio Nacional
de Literatura de España-
(El Arca)