Poco tiempo antes de la muerte de Jorge Luis Borges se puso
de moda un poema supuestamente suyo que aparecía en revistas del corazón, se
reproducía en tarjetas de aniversario y colgaba como póster en las paredes. En
ese poema, el falso Borges decía, entre una lista de cosas que le gustaría
hacer si volviera a nacer, que comería más helados y que andaría descalzo sobre
la hierba húmeda, o que metería los pies en la corriente de algún arroyo.
A su avanzada edad, Borges parecía despedirse de la vida con
un acto de contrición, como si la hubiera desperdiciado en nimiedades, y en la
próxima se declarara listo a vagar sin rumbo a la luz de las estrellas, y
escalar las montañas más altas. Se trataba a ojos vista de un Borges
sospechoso, por edulcorado, y por bien intencionado. Desde las alturas de su
espléndido rigor verbal, parecía bajar en aquel poema al terreno del lugar
común y lo prosaico.
María Kodama en un encuentro literario patrocinado por la
Fundación Herrera Luque, confirmó que el escrito no era de Borges, sino de una
escritora. Se trataba de una confusión ocurrida en la redacción de un periódico
de Buenos Aires, cuando una traducción de ese poema, destinada a publicarse en
un suplemento de variedades, le fue atribuida a Borges por esas magias negras
que suelen ocurrir en las mesas de edición. No hay duda que la fácil pieza
había agradado al público, que se encargaba ya de reproducirlo, y desde
entonces, a pesar de que el asunto fue aclarado, la gente prefirió que el texto
siguiera siendo de Borges.
Y si primeras partes fueron malas, las segundas vienen a ser
peores. En una pésima imitación de aquel poema atribuido a Borges, circula hoy
por el mundo, vía Internet, y se reproduce también en periódicos y revistas, o
es recitado por algún locutor de medianoche, un escrito de despedida del mundo
atribuido a Gabriel García Márquez que se llama "La Marioneta", aún
más popular que el de Borges. Otra vez, una falsificación. García Márquez no ha escrito ninguna carta de despedida.
El escritor García Márquez quien, entre las muchas virtudes
de su escritura, tiene la de haber creado un estilo inconfundible. La carta de
despedida ni siquiera está escrita en clave de realismo mágico. Igual que el
falso Borges, el supuesto García Márquez afirma que disfrutaría de un buen
helado de chocolate si le dieran una nueva vida, con lo que surge la sospecha
de si estos textos apócrifos no serán el ardid publicitario de algún empresa de
productos lácteos que prefiera irse a la prosa edulcorada para vender helados…
La prosa de García Márquez, sus hipérboles magistrales, su
sentido mágico de la realidad circundante, su capacidad de transmutar los
elementos del mundo rural en que todavía vivimos en motivos de asombro, son
reconocibles ya en nuestro diario vivir, y su escritura es parte de nuestra
cultura habitual. ¿Por qué, entonces, semejante falsificación, y por qué tantos
adeptos deslumbrados por esa falsificación sin penas ni glorias? Un mediano
lector de García Márquez no debería creerlo capaz de escribir que "regaría
con mis lágrimas las rosas, para sentir el dolor de sus espinas, y el encarnado
beso de sus pétalos...", como reza "La Marioneta". Esas líneas
no merecerían lugar en el peor de los boleros, salvando, dicho sea de paso, la
excelencia del bolero, que los hay de letras excelentes, dignas del mismo
García Márquez, amante él mismo de ese memorable género musical.
Pero se trata de una especie de homenaje anónimo que se
rinde a los dos prosistas más importantes de la lengua castellana del fin del
siglo XX, por parte de un vasto público que si se muestra desinformado de la
calidad artística de sus obras, reconoce la majestad de su fama y es capaz de
endilgarles escritos muy sencillos, muy sentimentales, y muy potables, con lo
que establece con ellos un vínculo para nada despreciable, compuesto de
admiración y afecto, aunque se trate de un vínculo escasamente literario, y que
con exceso de rigor podríamos llamar espurio.