Gabriel Dalla Torre nació en Neuquén (1977). Además de ser escritor se desempeña como periodista. Colabora en el diario Los Andes. Publicó “Las Viajadas” y, junto a Lucía Bracelis, “Las Habilidades Inútiles” (Premio Mendoza de Novela). También adaptó y codirigió “Las Viajadas” para INCAA TV.
Me parece paradójico que en una tierra donde el piso se mueve sin avisar, donde la enseñanza que deja la naturaleza es que todo puede destruirse en un minuto, que todo es efímero, haya sectores tan conservadores que intentan que las cosas permanezcan intactas" dice Gabriel Dalla Torre, este escritor nacido en Neuquén, y que –aunque se refiera en su crítica a Mendoza– eligió esa ciudad para vivir. Acaba de ganar con Soy lo que quieras llamarme el Premio Internacional Letra Sur 2012 con un jurado compuesto por Vlady Kociancich, Martín Kohan y Juan Sasturain. Una novela de personajes que deben luchar para sobrevivir entre temblores y prejuicios. Una historia del viaje en busca de la identidad con vestigios de policial, donde las protagonistas son unas travestis en un mundo clandestino, con situaciones ambientadas en la Argentina anterior a las leyes de identidad de género y matrimonio igualitario. En la que están condenadas a ser parias, actrices de segunda. Pero como a Dalla Torre le gusta decir: "No es una novela de travestis, sino de víctimas de la belleza."
Cuando él llegó a la provincia, a vivir a Luján de Cuyo frente a una gran destilería de YPF con sus padres geólogos, también tembló. Fue el año del último terremoto, en 1985. Dalla Torre cuenta, creyó que era la guerra. Venía de vivir en Santa Cruz donde se hacían simulacros de bombardeos en el colegio, durante el conflicto de Malvinas.
El suelo también les tiembla a los personajes de Soy…, un grupo de amigas travestis mendocinas. LaNikkki, Leonella, Nicole, y el/la protagonista: Robi, un chico de 17 años que quiere ser Rubí. Les tiembla y las enfrenta con sus dudas existenciales "¿lo sentiste?", se preguntan cuando ya ha pasado. Lo que equivale a preguntarse "¿estamos vivas?"
Lo original de la novela es encontrarse con un "interior" –como se llama desde la Capital a las provincias– insospechado. Un mundo provinciano nocturno y urbano. Alejado de cualquier obviedad regionalista y distanciada del pintoresquismo. Una Mendoza lejana de aquella "del sol y del buen vino", como reza el cartel que da la bienvenida a la provincia.
–Es notable que en toda la novela no uses la palabra "travesti" lo que habla de una invisibilización de esa condición.
–No hay militancia en el relato. Y te das cuenta de que son travestis por lo que describen las situaciones. Podrían ser mujeres. A esta novela yo la escribí hace diez años. En esa época ni pensábamos que iba a ocurrir lo que luego pasó con las leyes de identidad de género y matrimonio igualitario. Era una época en la que el futuro se veía idéntico al presente. Se tenía la certeza de que las travestis iban a ser sujetos subalternos toda la vida, ciudadanas de menor categoría. Nunca imaginamos lo que iba a pasar.
–¿Los personajes son inspirados en personas reales?
–Sí. Eran mis vecinas y luego amigas. A veces iba con ellas a comprar pan y el panadero me hablaba a mí, y no a ellas. Lo que habla de una invisibilización peor a la injuria. Fui testigo privilegiado de su mundo, y usé sus frases –a algunas voy a tener que pagarles el derecho de autor– (risas) también presencié situaciones extremas como operaciones que se practicaban para verse mejor.
–En la novela hay un juego intertextual con autores tan dispares como Antonio Di Benedetto, Corín Tellado y un manual de higienismo del siglo XX que explica cómo ser bello.
–En Zama, de Di Benedetto, hay una idea de la montaña como formadora de caracteres, personalidades, o metáforas con temblores. Imágenes donde las personas toman conciencia de lo infelices que son a partir de un simple hecho geológico. Se preguntan si en verdad siguen vivas. Y digo que es un homenaje porque para mí la montaña no tiene connotaciones místicas. Mis padres son geólogos, la ven con rigor científico y así la aprendí a ver yo. Pero genera en otros esas sensaciones. Por otra parte yo fui lector de Corín Tellado, entonces mi personaje también lo es. Y trabajé en una biblioteca en la que encontré en un lote de libros que iba a ser destruido, un manual de belleza. Un libro que habla de cómo deben ser las mujeres para ser bellas, o cómo determinan sus personalidades rasgos como la simetría del rostro, el largo de las pestañas… Postula una belleza que es modificable y eso es un concepto muy moderno, por lo que me pareció interesante usarlo.
–Vos dedicás el libro “A las víctimas de la belleza”, una idea que alcanza a cualquier sexo
–La belleza o la búsqueda de una perfección no distingue sexos, como tampoco ser preso de esa búsqueda. Pero ¿qué es más extremo en el camino hacia sí mismo que transformarse en otro? También desde la jerga propia de ellas se habla de esas dificultades.
–Es una novela pop, con menciones a personajes de la farándula y libros como las novelas rosa de Corín.

–Esta novela es una rareza, si la analizamos desde el punto de vista de lo que se edita en Buenos Aires sobre autores del interior. Es una novela urbana, que cuenta una Mendoza desconocida.
–Es cierto que se suelen publicar textos regionalistas, obvios. Salta y sus montañas, Santiago y sus dormidores de siestas. Poco hay sobre la noche, lo urbano. Yo nací en provincia y elijo vivir en provincia.
Con respecto a la producción es un problema de distribución. Algo un poco inevitable. Una ciudad grande tiene más distribución, más dinero, más editoriales, no se me ocurre otra forma de pensarlo. Creo que con las nuevas tecnologías eso va a cambiar, vamos a empezar a conocer a muchos y muy buenos autores del interior. Yo me propuse ser un autor desde acá lo que es un poco peligroso. Tengo otra novela, Las habilidades inútiles, que alcanzó un premio de novela provincial. Una novela que incluso a mí me gusta mucho más que Soy… pero que está quedando en las fronteras y cuesta encontrar forma de hacerla circular a nivel nacional. Es muy difícil para los autores locales, pero eso va a empezar a cambiar con las nuevas tecnologías. Es un mito que hay pocos escritores buenos. Los hay muchos. Y en todas partes.
Natalia Páez (Tiempo Argentino)