En 1990, Jorge Guinsburg, se une a Horacio Fontova para realizar Peor es nada, que estaría en pantalla hasta 1994. Era un programa de sketches y parodias e incluía una entrevista hecha por Guinzburg a diferentes figuras. En 1997, realizó La Biblia y el calefón, un programa donde tenía 4 invitados a los que entrevistaba simultánemente haciéndolos interactuar. Un problema de asma desde su juventud, lo llevó a hacerse psicoanalizar. A partir de su experiencia personal durante las sesiones de psicoanálisis, publicó una columna dominical en el diario Clarín titulada "Desde el diván" donde relataba y analizaba la realidad. En el 2006 publicó el libro Sesiones extraordinarias (desde el diván) que reúne sus columnas publicadas. Se desempeñó en varias agencias de publicidad, actividad que le redituó varios premios. Entre 2005 y 2007 Guinzburg condujo el programa matutino Mañanas informales por Canal 13.
Cuando falleció, el miércoles 12 de marzo de 2008, Emanuel Respighi escribió un artículo en el diario Página 12 titulado "Mucho más que un bigote":
Tal vez sea ese poco más de metro y medio de altura que la
naturaleza le ofreció como coraza para enfrentar las vicisitudes de la vida lo
que lo llevó a convertirse en un experto en el arte de la palabra. Lejos de que
su pequeña contextura física se convirtiera en una limitación, Jorge Guinzburg
supo desde adolescente que la única manera de hacerse grande era sacando afuera
todo el exquisito, sensible y sobre todo gracioso mundo interior que conservaba
dentro de aquel frasco chico que parecía inmovilizarlo. Y vaya si lo logró: a
fuerza de una fina mirada sobre la realidad y una enorme capacidad para el
humor repentino, Guinzburg fue una de esas pocas personas con la facultad de
hacer reír a la señora de alta sociedad, el jubilado de barrio, la adolescente
moderna y hasta el niño más ingenuo. Un pequeño gigante de la radio, la
televisión y la gráfica...
Arropado con un gran sentido del humor, que salvo
excepciones vencía la dureza de su carácter a la hora de trabajar, Guinzburg
manejaba a la perfección el don de la ironía para abordar la realidad y
satirizarla, sin llegar a frivolizarla. Porque si bien hizo del humor una forma
de vida (o un mecanismo para enfrentarla), no dejaba nunca que su facilidad
para el chiste repentino lo hiciera pasarse de la raya. Aunque no lo pareciera
por el clima que se vivía en sus programas (desde En ayunas, El ventilador o
Vitamina G en radio, hasta La noticia rebelde, La Biblia y el calefón o Mañanas
informales), Guinzburg sabía perfectamente cuál era el límite para el humor.
Esa virtud, conjugada con la credibilidad y la independencia de opinión que
construyó a lo largo de su trayectoria, le hizo ganar el respeto de todos. No
sólo fue el interés de la audiencia lo que hizo que ayer todos los canales de
aire y las señales informativas nacionales de cable transmitieran con pesar la
noticia a lo largo de todo el día.
El preguntón
Antes de convertirse en un gran entrevistador, talentoso
como pocos para pasar de la faceta más frívola de quien tuviera enfrente a
hacerle confesar aspectos desconocidos de su intimidad, Guinzburg intentó –en
vano– convertirse en abogado en la Facultad de Derecho. Pero su sueño duró poco
y dejó abogacía ante el aburrimiento que les provocaba a él y a su amigo y
compañero Carlos Abrevaya la carrera que equívocamente habían elegido. Luego de
cursar el Profesorado de Arte Dramático, mientras ejercitaba el oficio de parlar
a bordo de un taxi con el que se ganaba la vida, el petiso hizo su ingreso a
los medios en 1971, cuando se enteró de que Juan Carlos Mareco andaba buscando
un libretista para Pinocheando por Rivadavia, el ciclo radial que conducía. Esa
carta de presentación, con Abrevaya como coequiper, fue el primer paso para que
la dupla llegara como guionistas de humor a Fontana show, el programa más
escuchado de la radiofonía por aquellos años.
Su oficio para el humor lo llevó a ser convocado para
trabajar en Satiricón, en donde terminó de instalarse en el medio periodístico
con reportajes que combinaban desparpajo y profundidad. La apertura democrática
lo encontró al frente de varios programas de radio, entre ellos En ayunas,
Despabilándose con Jorge Guinzburg, El día menos pensado y El ventilador,
probablemente el ciclo más recordado en el éter, acompañado por Carlos
Ulanovsky y Adolfo Castelo, entre otros. Su última incursión radial fue hace un
par de años, cuando encabezó en Radio Mitre Vitamina G.
Pero el lugar en el que el petiso iba a terminar de mostrar
todo su talento e inteligencia para cruzar el humor y el periodismo iba a ser
el televisivo, el medio que más tarde lo adoptó y en el que más huella dejó a
lo largo de su prolífica carrera. Su debut en la pantalla chica no iba a pasar
inadvertido para la historia del medio: junto a Abrevaya, Adolfo Castelo y Raúl
Becerra, Guinzburg instaló definitivamente el humor político en la televisión
con el recordado La noticia rebelde, en 1986. El ciclo de ATC, que perfeccionaba
el abordaje de la realidad esbozado en 1982 por Semanario insólito, se
convertiría en un fenómeno de la época con filosas entrevistas a políticos y
secciones como “Pasando revista”, donde analizaban con humor las
contradicciones de la prensa escrita. La noticia rebelde marcó un antes y un
después en la TV local, a la vez que fue el primer antecedente del ingreso
definitivo a la arena mediática de los políticos, quienes se exponían con gusto
a La pregunta para romper el cubito, aun cuando la mayoría no salía bien parado
de ella.
En 1988, tras el alejamiento de La noticia..., Guinzburg
insistió con el periodismo televisivo signado por el humor con Sin red (El show
de los enanos malditos), acompañado por un equipo en el que estaban Los
Vergara, Pipo Cipollatti, Daniel Dátola y Becerra, entre otros. El ciclo, que
paradójicamente le ganaba en su franja horaria a un remozado La noticia..., sin
embargo iba a levantarse del 13 a los pocos meses, no sin sospechas de censura.
Como una forma de seguir trabajando, ese mismo año Guinzburg y Becerra
encabezaron La casita del placer Hitachi, una suerte de game show que duró poco
y nada en ATC.
Risas en el living
Alejándose del periodismo, pero no de la sátira, en 1990
Guinzburg volvió a renovar la TV con Peor es nada, el programa de humor en el
que escribía los guiones y componía toda clase de personajes. Marcando el debut
televisivo del músico Horacio Fontova, con las participaciones de Ana Acosta y
Claudia Fontán, Peor es nada se transformó en un éxito durante cinco
temporadas, con una galería de sketches que parodiaban programas y personajes
del momento. Aún hoy se recuerdan creaciones como El club dos con cincuenta, La
bola está de fiesta, Póntelo, Pónselo, Los garfios mágicos y Detorpes en
acción, todos creados por Guinzburg. Además, el petiso se daba el gusto de
darle cierto lugar a su faceta como periodista, entrevistando a diferentes
personalidades de la cultura, el espectáculo y la política nacional. “¿Cómo fue
tu primera vez?”, una pregunta que hoy parece tan ingenua pero que para
entonces era transgresora, se convirtió en parte de la agenda nacional del día
después de la emisión de Peor es nada.
Tras el éxito y la exposición de Peor es nada, que incluso
recibió una querella del Ejército por el sketch Kuwait, primer pelotón
argentino, Guinzburg decide desandar otros caminos y bajar el perfil. Así, el
conductor ingresó a TN con un ciclo de reportajes (Ilustres y desconocidos) y
años más tarde escribió los libros de No todo es noticia, una telecomedia
“distinta” en la que Luisina Brando interpretaba a una conductora de un
noticiero de TV agobiada por su trabajo. Recién en 1995 Guinzburg retornó a las
grandes ligas televisivas con el fallido Buenos muchachos, una especie de
magazine en Canal 9 con Castelo, Fontova, Elizabeth Vernaci y el debut de
Matías Martin.
Tras hacer sin gran repercusión Tres tristes tigres en el 13
con los ex Midachi Dady Brieva y Chino Volpato, Guinzburg volvió a dar en la
tecla televisiva cuando en 1998 crea La Biblia y el calefón, a la vez que abre
su propia productora. El ciclo, que comenzó en América TV y tuvo una segunda
etapa en el 13, no era muy diferente a otros programas en los que se entrevista
a famosos. Sin embargo, el talento para la repentización de Guinzburg y el
clima que armaba en el piso, hizo de esa fórmula tan transitada en la TV un
espacio único en el que confesaron sus cosas más íntimas buena parte de los
artistas nacionales. Aun sabiendo que los iba a poner incómodos, todos se
sometían a los reportajes de Guinzburg, quien podía preguntar lo que quería
porque no tenía otras intenciones más allá de su propia inquietud. La Biblia...
tuvo una última temporada este verano y, paradójicamente, probablemente haya
sido la mejor.
La misma idea de “tratar de hacer algo nuevo” que signó su
trayectoria lo llevó, en 2005, a recuperar las mañanas televisivas con Mañanas
informales, un magazine en el que vovió a aplicar su fórmula televisiva: armar
un equipo de profesionales que tuvieran química en cámara para divertir a la
gente, pero que poseyeran pensamientos heterogéneos para enriquecer los
debates. Así, con su última criatura televisiva, que el lunes retorna al 13,
Guinzburg volvió a demostrar que el humor y la reflexión pueden ir de la mano.
Sin perder la rigurosidad periodística ni el oportuno humor que el petiso
mantuvo hasta sus últimas apariciones en la pantalla.
Emanuel Respighi - Página 12