El movimiento se llama Bordados por la Paz y su objetivo es lograr "un acercamiento simbólico a cada una de las tragedias personales", a partir de una actividad ancestral que potencia la introspección, la atención y la calma; creando un espacio propicio para compartir historias, reflexiones, silencios y lágrimas.
El movimiento surgió en junio de 2011 en México, a partir de
una acción propuesta por el colectivo Fuentes Rojas, una agrupación pacifista
que debe su nombre a la iniciativa de teñir el agua de las fuentes públicas
para llamar la atención sobre los muertos por la violencia en México.
Los activistas, entre los que hay hombres y mujeres, se
reúnen cada fin de semana en una plaza céntrica de esa ciudad para bordar
denuncias sobre desaparecidos en pañuelos blancos.
La idea es que cada uno de ellos cuente en punto de cadena
la historia de alguno de los 136.000 mexicanos asesinados en los últimos 6 años
como consecuencia de la sangrienta guerra contra el narcotráfico en ese país.
"Una víctima, un pañuelo", la original manera de
pedir por la paz en México también es replicada en la Argentina, más
precisamente en la ciudad de Córdoba. "Bordados por la paz Córdoba",
tal su nombre, es además la única agrupación de bordadores no mexicanos que
viajó con sus primorosa obra a la capital azteca el pasado 1 de diciembre para
ser parte un original memorial que, formado por varias cuadras de pañuelos
tendidos en hilera, organizó el colectivo mexicano Fuentes Rojas, en
coincidencia con la asunción del presidente Enrique Peña Nieto.
"Descanse en paz Alejandro Moreno, asesinado en medio
de la calle mientras viajaba con su esposa y bebé. Ciudad Juárez, Chihuahua.
13/03/11. Bordó: Gaby, Córdoba, Argentina", dice uno de los pañuelos
cordobeses que flamearon en La Alameda Central del DF.
De vuelta en Córdoba, las coordinadoras de "Bordados
por la Paz" planean bordar las historias de los 212 nietos argentinos
robados durante la dictadura que siguen siendo buscados por las Abuelas de
Plaza de Mayo.
"Vamos a empezar bordando los casos cordobeses, porque
la idea es exponerlos el próximo 24 de marzo en la puerta del ex centro
clandestino D2", contó Carola Margara, una de las responsables de Bordados
por la Paz Córdoba.
En ambos casos, el objetivo es el mismo: dimensionar,
visibilizar e individualizar a las víctimas de un gigantesco hecho criminal en
el que estuvo involucrado un estado nacional, para crear conciencia, reclamar
justicia y -en el caso mexicano- también el cese de la violencia.
La idea de formar un grupo de bordadores cordobeses a
imitación de lo que ocurre en ciudades de otros 14 países, la trajo de México
la joven investigadora y documentalista teatral cordobesa Daniela Martín.
"En junio de 2012 hice mi primer viaje, de vacaciones y
en el último, caminando por una de las peatonales del DF, me encontré con una señora bordando y
pañuelos colgados. Me impactó tanto la escena que me quedé leyéndolos, uno más
desgarrador que otro. Entonces le traje la idea a Caro (Margara), que borda y
es bastante activista", explicó.
"Ya vamos por el octavo encuentro, nos reunimos los
sábados o domingos en la Plaza de la Intendencia o el Teatro de La Luna y la gente se nos acerca, algunos se ponen a
leer los pañuelos, otros se sientan a bordar con nosotros, otros acompañan con
el mate; terminamos siendo como unas 20 personas", dijo.
"Lo que se genera en ese momento es tremendo, además,
es una actividad que excede la cuestión de género -porque hay hombres también
bordando- y que activa recuerdos lindos", agregó Carola Margara.
Artista plástica especializada en la técnica del bordado, Margara
confiesa que ya casi no borda otra cosa que los casos que les manda el
colectivo que articula el funcionamiento de todos grupos de bordadores
asignándoles historias de acuerdo a una base de datos con más de 80.000
homicidios.
"Cuando le das a una persona un caso es muy fuerte.
Algunos buscan su nombre en Facebook y descubren que era alguien que existió y
tenía una vida. Eso hace que la víctima ya no sea un número y que se establezca
un vínculo con esa persona", dijo.
Mucho más movilizadora es la experiencia de algunos
mexicanos que son familiares de alguno de los fallecidos.
"Para el que borda y tiene familiares muertos o
desaparecidos, es también una acción catártica y la relación que establece con
el pañuelo es diferente. En México había grupos que estaban realmente
desesperados por recuperar sus pañuelos luego de la represión y también vi cómo
un chico se largó a llorar cuando entre los pañuelos de Monterrey encontró la
historia de su padre", cuenta Martín.
(telam)