Al cumplirse treinta años de la muerte de Oscar Masotta,
en 2009, Germán García trazó una semblanza de aquel hombre que “había empezado un poco
tarde” y que “tuvo que intervenir con prisa en diferentes momentos de la
cultura de Buenos Aires”. Masotta murió a los 49 años.
Oscar Masotta había nacido en Buenos Aires el 8 de enero de
1930 y murió en Barcelona el 13 de septiembre de 1979, unos meses antes de
cumplir los cincuenta años. En cierto sentido había empezado un poco tarde
(publicó su primer libro a los treinta y cinco años) y tuvo que intervenir con
prisa en diferentes momentos de la cultura de Buenos Aires para producir
períodos que no se confundirían con los que dictaba la política del país.
Dante, a los treinta y cinco años, se encontraba en una
selva oscura. Oscar Masotta empezaba a salir de una selva similar en la que se
había extraviado unos años antes, cuando en poco tiempo se encuentra separado
de su primera mujer, muere su padre y hace un intento de suicidio. Esto ocurría
en 1960, aunque dos años antes se había casado, había vuelto a relacionarse con
la facultad a través de la revista Ruba que dirigía José Luis Romero y dirigía
con Jorge Lafforgue una colección de literatura argentina auspiciada por la
Secretaría de Cultura de la Nación.
LA FORTUNA FAMILIAR
Roberto Arlt, yo mismo habla del rechazo que experimentaba
Oscar Masotta frente al mito de la “clase media”, con sus valores de
moderación, sacrificio y estudio. Esa vida entre, de los que se conformaban con
no ser ni ricos ni pobres, ni vulgares ni refinados, ni cultos ni analfabetos.
La diosa fortuna no lo había favorecido: su infancia había transcurrido entre
Caballito y Villa Luro. Su familia llegó hasta Villa del Parque. Parecía haber
aceptado su destino: se recibió de maestro en la Escuela Normal Mariano Acosta,
pero la ocurrencia de la hispanofrancesa Elena de Souchère, que había publicado
en Les Temps Modernes un artículo titulado “¿Dieu est-il antiperoniste?”, se
convirtió en una jugada de la suerte que le cambió la vida. En una escuela de
barrio, Oscar Masotta propuso una redacción que tendría que responder a la
pregunta “¿Dios o Perón?”. Esto ocurrió un poco antes de la Revolución
Libertadora de 1955, en pleno enfrentamiento entre Perón y la Iglesia, y fue
una ocurrencia inspirada en Elena Souchère que le costó el trabajo.
Por entonces ya había leído, además de a Sartre, a
novelistas como William Faulkner y Ernest Hemingway. Quería ser escritor y
llegó a escribir algunos relatos y poemas.
Pero será el ensayo, ese género melancólico creado por
Montaigne frecuente entre nosotros, lo que lo lleva a la revista Centro desde
1953. Poco después se encuentra en la revista Contorno, realizada por Carlos
Correas, J. J. Sebreli, los hermanos David e Ismael Viñas, Noé Jitrik, Adolfo
Prieto, León Rozitchner, Ramón Alcalde, Adelina Gigli y otros.
Sus estudios en la Facultad de Filosofía y Letras,
comenzados antes de los veinte años, le habían facilitado la pertenencia a un
grupo que llegaría a gravitar de manera decisiva en la cultura argentina. Grupo
al que un crítico llamó “los parricidas”.
En 1955, con la caída de Perón, se integra al periódico
Clase Obrera, del Movimiento Obrero Comunista, orientado por Rodolfo Puiggrós
hacia un encuentro con el peronismo de la resistencia.
En 1956 se acerca de nuevo a la Facultad de Filosofía, en
otro intento por obtener un título.
LA CARTA FORZADA
La “crisis” de 1960, de la que hablé al comienzo, alejó a
Oscar Masotta de sus amigos de antaño y lo llevó a frecuentar el psicoanálisis
de manera más decidida. Ya en el número 13 de la revista Centro (1959) publica
“La fenomenología de Sartre y un trabajo de Daniel Lagache”, donde en una
extensa e inesperada nota se refiere a la importancia institucional, política y
epistémica de Jacques Lacan. Hay que tener presente que los célebres Escritos
de Jacques Lacan se publicarán en libro recién en 1966. Hasta ese momento
circulaban en revistas especializadas. Según Oscar Masotta, fue Pichón Rivière
quien le facilitó estas revistas. Y, en efecto, es el Instituto de Psiquiatría
de Pichón Rivière donde dicta su conferencia “Jacques Lacan y el inconsciente
en el fundamento de la filosofía” (editada un año después, en 1965, en la
revista Pasado y Presente, de la ciudad de Córdoba).
En ese año publica su primer libro: Sexo y traición en
Roberto Arlt. Libro donde se lee entre líneas el ajuste de cuentas con su
familia y la conclusión de lo que había iniciado con la revista Contorno (que
hizo de Arlt una contraseña de la distancia con Borges). Muchos años después,
Masotta lo confirmó cuando me dijo que no abandonaría “su costumbre inveterada
de no escribir sobre Borges”.
El libro sobre Arlt está dedicado a Renée Cuellar, una bella
artista cuya capacidad para “crear” obras de diversos pintores era legendaria.
Una vez más la Universidad parecía venir a la ayuda de Oscar
Masotta: junto al arquitecto César Janello, funda el Centro de Estudios
Superiores de Arte de la Facultad de Arquitectura de la Universidad de Buenos
Aires, donde es nombrado investigador con dedicación exclusiva y organiza un
seminario sobre lingüística y semiótica. En 1966, el golpe de Estado del
general Onganía termina con el proyecto.
Masotta se refugia en el ámbito del Instituto Di Tella,
donde dicta conferencias sobre arte pop y semántica. Viaja a Nueva York y por
intermedio de Marta Minujin conoce a artistas pop, entre ellos George Segal y
Roy Lichtenstein. En el Museo de Arte Moderno de Nueva York dicta conferencias
sobre la plástica argentina de vanguardia.
En Francia se presenta con el mismo tema en el Instituto de
Altos Estudios para Latinoamérica en la Universidad de París.
En el Di Tella forma un equipo con Roberto Jacoby, Eduardo
Costa y Leopoldo Maler. Por el golpe de Onganía se retrasa un ciclo de
Happenings, que serán realizados poco tiempo después. (Véase Revolución en el
arte, compilación de Ana Longoni que reúne los trabajos de Oscar Masotta en
este período, con un excelente estudio preliminar.)
LACAN, UNA SALIDA
Cuando el 11 de diciembre de 1966 Jacques Lacan dedica sus
Escritos a Oscar Masotta, revela conocer su trabajo por el psicoanálisis en
Buenos Aires. Y esto en un momento que a los mismos analistas no les parecía
evidente. Es que la base con la que contaba Masotta estaba formada por una
mayoría de psicólogos, excluidos por derecho de la práctica del psicoanálisis.
También había sociólogos, filósofos y lingüistas. No faltaban escritores y
médicos. Para el psicoanálisis establecido era una bifurcación que no atentaba
contra el monopolio de la “clínica”, verdadera base de la economía.
Pero Oscar Masotta quería convertir a los psicólogos en
psicoanalistas, consecuente con Sigmund Freud, que se negaba a que el
psicoanálisis fuese un capítulo de la psicología general. Y también con la
Escuela Freudiana de París fundada por Jacques Lacan, abierta al análisis laico.
El problema de Oscar Masotta era responder a esta pregunta:
¿cómo un psicólogo podría convertirse en un psicoanalista? Tenía que
analizarse, conocer la doctrina y su historia, controlar su práctica,
integrarse en un proyecto de difusión y enseñanza.
Mientras tanto Oscar Masotta realizaba grupos de estudios
donde no faltaban Ferdinand de Saussure, Claude Lévi-Strauss, Roland Barthes,
Roman Jakobson y Emile Benveniste.
Por otro lado, la lectura de Sigmund Freud y Jacques Lacan,
con referencias a Melanie Klein, Sandor Ferenczi y de los más diversos
artículos que aparecían citados por Jacques Lacan.
En 1969 realiza un seminario en el Instituto Di Tella que
será publicado como Introducción a la lectura de Jacques Lacan y se convertirá
en el primer libro sobre ese autor escrito en nuestra lengua.
Ese mismo año realiza el primer “Congreso lacaniano”, en una
quinta de Monte Grande, que será seguido de un II Congreso lacaniano en el
Centro de Medicina de Buenos Aires.
En 1971 sale el primer número de Cuadernos Sigmund Freud y
comienza a publicar, con Jorge Jinkis, la colección Los casos de Sigmund Freud.
Realiza conferencias sobre psicoanálisis y en 1972 dicta el seminario “Edipo,
castración y perversión”, en la cátedra de psicopatología de la Facultad de Filosofía
y Letras de la Universidad de Buenos Aires. Esa vez no fue a buscar un título y
una multitud de alumnos lo siguieron hasta sus cursos particulares.
En 1973 el Instituto Goethe y la Asociación
Argentino-Alemana lo invitan a organizar el Homenaje a Sigmund Freud que se
realiza en la Facultad de Medicina de la UBA.
Un año después, el 28 de junio de 1974, Oscar Masotta nos
invita a firmar el acta de fundación de la primera escuela de orientación
lacaniana que existió en los países de nuestra lengua.
LA DIÁSPORA Y EL FINAL
Oscar Masotta había encontrado una salida, se había
convertido en un psicoanalista capaz de despertar en otros el deseo de llegar a
serlo y había ido más allá de lo que el destino familiar tramaba para su vida.
Pero, como dijo Witold Gombrowicz, hay veces en que un país
va para el lado opuesto al que deseamos. Si no se puede cambiar de país –como
fue dicho– se cambia de conversación. Masotta cambió de país y siguió con la
conversación que había encontrado en Jacques Lacan.
Junto a su mujer, Susana Lijtmaer, el mismo año en que fundó
la escuela se instaló en Londres. Luego se trasladó a Barcelona, donde tuvo una
hija y vivió hasta el fin de su vida.
En España realizó una intensa actividad de organización y
enseñanza. Promovió la traducción de Jacques Lacan y publicó algunos libros
más.
A treinta años de su muerte recordemos una reflexión de
Oscar Masotta en una carta pública enviada a sus amigos: “Estuve pensando hace
poco el destino de la literatura de quienes, como nosotros, sólo disponemos de
los analistas como audiencia. Temible. Sólo tendremos lectores dentro de veinte
años (un escritor de otro tipo puede fantasear a su audiencia en términos de
cientos de años) si la banda que hoy nos lee se mantiene hasta mañana. Como se
ve, mi lamelle no carece de motivos para inducir vuestra investigación. ¿Pero
qué es lo que hace que una banda pueda articular las oscuridades de hoy en una
ciencia del porvenir?”.
La banda se extendió, se organizó de diversas maneras, pero
las oscuridades de entonces no se han convertido en las claridades del
presente. Después de todo, se trata de metáforas y yo estoy recordando a un
amigo.
Ahora, en ausencia de Oscar Masotta vale la pena citar lo
que afirmaba sobre el estilo de Jacques Lacan en un momento en que para muchos
era un obstáculo insalvable: “Se dirá: el mismo estilo cerrado, elíptico,
juguetón, oracular, laberíntico de los Ecrits. Lacan contesta con orgullo que
bastaron diez años ‘para que lo que escribo se torne claro para todos, lo vi
con mi tesis en la que sin embargo mi estilo todavía no era cristalino’. Hay en
Lacan, en efecto, una promoción de una cultura del oído y de la lectura, más
que una vocación de los valores del texto y la escritura (...). Textos
lagunares resultado del bien escribir que remiten a sus seminarios; a saber, el
lugar desde donde Lacan habla. ¿Para quién? Para psicoanalistas en primer
lugar, pero también para quien haya sabido, podido o querido leerlo”.
Está claro que Oscar Masotta a la vez que trazaba el
recorrido de su salida particular sabía borrarse para promover la lectura de
ese Virgilio que fue Lacan para la orientación definitiva de su vida.