El libro -publicado por la casa Edhasa- retrata (a partir de
un incidente sociopolicial) unas maneras de ver un mundo en transición hacia
otro, adentro y afuera de la burbuja inmunitaria.
Svampa es socióloga, escritora e investigadora. Es
Licenciada en Filosofía por la Universidad Nacional de Córdoba y Doctora en
Sociología por la Escuela de Altos Estudios en Ciencias Sociales (EHESS) de
París. Es investigadora Principal del Conicet y Profesora Titular de la
Universidad Nacional de La Plata. En 2006 recibió la Beca Guggenheim y el
premio Kónex al mérito en sociología (Argentina).
Publicó, entre otros libros, Los que ganaron, La vida en los
countries y barrios privados, Entre la ruta y el barrio. La experiencia de las
organizaciones piqueteras, La sociedad excluyente. La Argentina bajo el signo
del neoliberalismo, El dilema argentino: Civilización o Barbarie y Cambio de
época, Movimientos sociales y poder político.
Los muros son
dispositivos de exclusión, límites, etcétera, pero ¿cómo pensar esos muros en
un tiempo donde quien queda afuera ya ni siquiera tiene el consuelo de formar
parte de un ejército de reserva?
Como dice el poeta francés Marcel Cohen que cito en el
epígrafe de la novela, No hay muro que, en algún momento, no haya sintetizado
el mundo. Los muros existen desde tiempos inmemoriales. Y los hay de todo tipo.
Desde la muralla china, los muros de los romanos contra los bárbaros, la
disparatada y fallida zanja de Alsina, hasta los actuales muros contra los
inmigrantes (Estados Unidos, Birmania, Melilla), el muro de Cisjordania, los
muros de los countries y los barrios privados, los muros y vallas de las
corporaciones… Son muros que de por sí expresan el reconocimiento de categorías
diferentes de ciudadanía. Y tanto ayer como hoy, los que quedaban afuera eran
considerados como población sobrante, clases peligrosas y en el límite como
cuerpos sacrificables. Pero hoy todo eso es vivido con violencia. Es más
difícil naturalizar los muros, aun si ellos se han multiplicado. Y esto no
tiene que ver con la sofisticación de los dispositivos de control. Tiene que
ver con que se dan en el marco de sociedades que dicen haber expandido las
fronteras de derechos y la democracia, con lo cual la situación es muy
perturbadora y mucho más peligrosa.
¿Podría hacerse,
forzando los términos, una analogía entre la proliferación de muros y el
malestar en la cultura? Lo pregunto, porque mi pesimismo es absoluto.
Lo de malestar de la cultura es demasiado genérico. Si con
ello querés referirte a las actuales divisiones políticas en la Argentina, a la
proliferación de esquemas maniqueos,
consignas y reduccionismos de todo tipo, tal vez… Algunos podrán encontrar
resonancia pensando en esos muros invisibles que se erigen entre la gente, que
no son solamente sociales ni étnicos. Resonancia de los muros, palabras,
sonidos llevados al paroxismo, a la exacerbación…
Como doctorada en
filosofía y socióloga, ¿cómo pensás el procedimiento para narrar respecto de la
escritura de papers o libros de tesis?
Escribo ficción desde antes de escribir ensayo o hacer
investigaciones académicas. Más aun, en la universidad comencé estudiando
Letras y después me pasé a Filosofía. Me hice socióloga de casualidad, estando
en Francia… No creo en los etiquetamientos y siempre aspiré a desarrollar un
registro anfibio de escritura. Por otro lado, es cierto que la ficción instala
un registro de escritura muy diferente al de un ensayo o una investigación. La
literatura otorga una libertad a la palabra que hace que las historias fluyan
de un modo tal, que solo mucho después uno puede asir la lógica o coherencia
que subyace a las mismas. Por ejemplo, recuerdo que Fernando Fagnani, mi
editor, cuando leyó la novela, me dijo, que en El muro todo estaba duplicado.
Hay un adentro y hay un afuera, hay un lado este y uno oeste, hay dos
personajes que se llaman Orestes, hay mellizas… Y mejor no sigo… Entonces me
preguntó si lo había hecho de modo deliberado. El caso es que me sorprendí y no
supe que decirle o le dije cualquier cosa, porque yo no me había dado cuenta de
eso. Siento que con la literatura me interno en un campo diferente,
desconocido, donde la filosofía y la sociología pueden ser fondo o entorno,
pero no tienen mucha voz y palabra; no ejercen ningún control. A veces siento
que la ficción se tomó revancha conmigo y se apropió y colonizó regiones
completas de mi experiencia como socióloga, de las cuales ahora fluyen más y
más historias. Pero no soy una socióloga o una filósofa que escribe novelas.
Porque en El muro, como en mi novela anterior, Donde están enterrados nuestros
muertos, me interesa, a partir de un disparador, de fuerte contenido social,
contar historias y construir personajes.
¿Y cómo escapar al
libro de tesis con formato de ficción?
El muro no es una novela de tesis. Tuvo un disparador, que
es un famoso caso de gatillo fácil en Bariloche, que sucedió en 2010, y que
estremeció a la ciudad, ya que después hubo movilizaciones de protesta que
desembocaron en otras muertes y hasta una marcha de taxistas que defendían a
los policías responsables de tres muertes jóvenes… Gatillo fácil, desigualdad
social, segregación; esa historia me movilizó mucho. Empecé con la idea de
escribir algo sobre ese tema, pero no sabía bien cómo. Al cabo de unas páginas,
me di cuenta que tenía que separarme de esa historia. Sentí que tenía que
romper con el realismo para volver de otro modo y contar así con libertad
historias que tuvieran que ver con las diferencias sociales y las tensiones
étnicas, con su naturalización. El modo de romper y volver desde otro lugar fue
pensar que esa ciudad de la que quería hablar, que era una ciudad cualquiera,
estaba dividida por un muro. Imagínense ustedes si Buenos Aires tuviera un muro
que la circundara y la separara del conurbano bonaerense… Sería muy violento y
al mismo tiempo, dadas las desigualdades sociales, muchos lo pensarían como
algo verosímil. Hay distritos que quisieron elevar muros. No se olviden del
episodio del muro entre San Isidro y San Fernando, en 2009, el de Pinamar en
2000, entre otros…
Pero en mi novela todo sucede en Villa Quimey, una bella
localidad cordillerana ubicada en la Patagonia. Un día, dos pibes chorros saltan
el muro que divide la ciudad y asaltan a un anciano que vive del lado
protegido. La situación deriva luego en un caso de gatillo fácil, hecho que
suscitará un estallido y pondrá en peligro las diferencias sociales y étnicas
entre ambos lados. Cinco voces
despliegan sus historias y se preguntan una y otra vez por ese muro, que
aparece obturado en la memoria, como el lago que baña las costas de Villa
Quimey, como si estuviera allí desde siempre.
Los muros son una
perfecta representación ¿de qué?
Los muros ponen de manifiesto un modo de pensar las
diferencias y las desigualdades sociales; ilustran una lógica de
reterritorialización del poder. Crean enclaves, zonas de excepción,
extraterritorialidad, mundos en sí mismos, y no los hay solo del lado de los
privilegiados, como muestra el caso de los countries y los barrios privados.
Hay enclaves de riqueza que no requieren de murallas o paredones explícitos,
pero reflejan abiertamente una dinámica de segregación, como Puerto Madero. Y
hay también enclaves de exclusión en la
ciudad, como los asentamientos y las villas. La lógica de los muros nos
revela un mundo fragmentado, constituido por islas, archipiélagos, por lo cual
resulta cada vez más difícil construir solidaridades sociales, políticas y
culturales mayores.
(ANT)
(ANT)