¿Hubo que ser “inocente” para tener acceso a la categoría de
“víctima de la dictadura militar”?
Mi hijo no lo fue. No fue “inocente”, sí víctima. Marcelo
Ariel Gelman tenía 20 años cuando fue secuestrado en su casa por un comando
militar, el 24 de agosto de 1976. También fue secuestrada su esposa Claudia,
encinta de 7 meses. Los restos de Marcelo fueron hallados a fines de 1989,
gracias a la abnegada labor del Equipo Argentino de Antropología Forense. Fue
asesinado de un tiro en la nuca disparado a medio metro de distancia. Ahora
tiene sepultura y es éste un hecho sumamente importante para un padre huérfano
de hijo, como soy, porque el rescate de sus restos fue el rescate de su
historia. Brevemente, es la que sigue:
Marcelo tuvo inquietudes políticas desde su niñez. A los 9
años me sorprendía con preguntas turbadoras –y pertinentes– sobre el Che y su
consigna de crear varios Vietnam en América latina. Sé por compañeros de
escuela de Marcelo que ya en la primaria ejercía la protesta. Le molestaba la
injusticia. Molestar es palabra muy suave para lo que sentía: indignación. Sé
también que a los 14 años estaba en la Juventud Peronista de la resistencia,
poniendo caños contra las transnacionales. Como miles de jóvenes, confió en
Perón. Tenía 16, 17 años y se desilusionó profundamente cuando Perón volvió al
gobierno y apoyó a la fascista Triple A y calificó de “jóvenes imberbes” a los
que habían luchado por su retorno. La desilusión no lo confinó en la pasividad.
Se fue de la Juventud Peronista por la izquierda, con la Columna Sabino
Navarro. Desilusionado otra vez, merodeó por el ERP, que tampoco lo convenció.
Cuando lo secuestraron no tenía militancia partidaria, pero sí la suficiente
historia militante como para que la dictadura militar lo considerara un
enemigo. Encontraron su dirección en la libreta de anotaciones de una muchacha
del ERP.
Estoy orgulloso de la militancia de mi hijo. A veces pienso
que algo tuve que ver yo con ella y eso redobla mi orgullo y mi dolor. Mi hijo
no era un “inocente”. Le dolían la pobreza, la ignorancia, el sufrimiento
ajeno, la estupidez, la explotación de los poderosos, la sumisión de los
débiles. Nunca se sintió portador de una misión, pero quiso cambiar el país
para que hubiera más justicia. Hizo lo que pudo, callada, humildemente. De todo
eso fue “culpable”. ¿Y no fue por eso víctima de la dictadura militar? Repito
la pregunta: ¿Hubo que ser “inocente” para tener acceso a categoría de “víctima
de la dictadura militar”?
Es verdad que hubo muchas víctimas inocentes de la dictadura
militar. Por ejemplo, niños con vida y niños no nacidos todavía. Hombres y
mujeres sin militancia alguna que sólo pertenecían a esa secreta intimidad
llamada pueblo y que fueron también asesinados. La dictadura militar consideró
“culpables” a decenas de periodistas que no pensaban como ella. A centenares de
intelectuales que no pensaban como ella. A sacerdotes, abogados y a miles de
obreros y estudiantes que no pensaban como ella. A los familiares de personas
que no pensaban como ella. Y también a muchos que deseaban cambiar la vida,
como pidió Rimbaud, y lo intentaban por distintos caminos.
¿Y por eso no son “inocentes”? Todos ellos, sea que
canalizaran su voluntad de cambio por escrito, desde el púlpito, la cátedra,
los sindicatos, centros estudiantiles, organizaciones populares, partidos
políticos, o por las armas, ¿no son acaso víctimas de la dictadura militar?
¿Fueron encarcelados o fueron secuestrados, torturados y alojados en campos
clandestinos de detención? ¿Tuvieron un juicio imparcial o fueron brutalmente
asesinados? ¿Se les permitió ejercer su derecho dedefensa o les pegaron un tiro
en la nuca desde medio metro de distancia? ¿Se notificó su paradero a los
familiares o se los “desapareció”, creando una angustia que para muchos dura
todavía? ¿Pudieron ejercer su derecho de pensamiento y expresión o fueron
amordazados con la muerte más atroz, la muerte anónima? ¿Por qué no entrarían
en la categoría de “víctimas”? ¿Porque querían cambiar la vida? ¿Se piensa acaso
que los militares asesinaron inocentes “por error”? ¿Que son locos sueltos y no
la expresión más despiadada de los intereses que quieren que la vida siga como
está?
Y quienes hoy pretenden que todos los asesinados fueron
“inocentes” o que sólo los “inocentes” son defendibles y aun reivindicables:
¿En qué sombrío negocio consigo mismo están? ¿Quieren borrar la historia con un
trapo? ¿Piensan que la dictadura era mala cuando mataba inocentes –los
“excesos”– pero que hacía bien en matar a los otros? ¿Son las gentes que bajo
la dictadura decían “por algo será” cuando alguien, hasta un ser querido,
desaparecía? ¿Y ahora otorgan diplomas de inocencia para que ningún asesinado
los moleste y puedan “condenar” a la dictadura militar en olor de legalidad?
Esa hipocresía declarada encubre una infamia sin nombre:
condona el asesinato de quienes no fueron inocentes y afirma la “inocencia” del
hambre, la pobreza, la explotación de millones de seres humanos, su humillación
y marginalidad. Da la razón a la dictadura militar y deja amplios espacios para
que la infamia persista, victoriosa.
El 14 de octubre se cumplieron 2 años del hallazgo de los
restos de Marcelo Gelman que, mezclados con cemento y arena, fueron arrojados
al río Luján.
(Texto publicado el 3
de enero de 2000)