El turismo, la globalización y la necesidad de un sueldo
fijo han causado que los jóvenes mayas del estado de Quintana Roo, en el
sureste de México, abandonen algunas de sus tradiciones para trabajar en sitios
turísticos como Cancún.
Entre estas tradiciones se encuentra la maya pax, música
tradicional maya de esta región que se interpreta en iglesias y santuarios. En
1997 se contaban 44 grupos que tocaban esta música, mientras que en 2013 sólo
se registraron 14.
En el documental “La música de la guerra y de los dioses: la
maya pax”, estrenado el año pasado, un grupo de antropólogos mexicanos se dio a
la tarea de buscar a los intérpretes de esta música para rescatar el ritual y
el significado que la acompañan.
El documental fue realizado por los antropólogos Meztli
Suárez, Margarito Molina y Karina Rivero, con apoyo del programa de desarrollo
cultural maya y del gobierno de Quintana Roo.
La maya pax surgió hace más de 150 años, durante la guerra
de castas de los mayas macehuales (originarios de Quintana Roo). Originalmente
se trataba de música bélica y sacra que los indígenas interpretaban para darse
valor en la batalla, pero con los años ha perdido su enfoque militar para
permanecer como música religiosa.
El antropólogo y guionista del documental, Margarito Molina,
convivió durante cerca de 20 años con los mayas macehuales, lo que permitió el
acceso a los rituales de los indígenas de la región.
Molina dijo a Efe que la instrumentación de los grupos de
maya pax, compuesta por un violín, un tambor redoblante y un bombo de doble
parche, es única.
“En otros estados los mayas no tienen esta agrupación
musical ni esta instrumentación, tienen grupos o pequeñas orquestas jaraneras,
pero no tienen grupos de maya pax, que están muy vinculados a la iglesia”,
comentó Molina.
Por su parte, la directora del documental, Meztli Suárez
Macliberty, dijo a Efe que esta música es completamente original de la región.
“Aunque tiene influencia de la música yucateca, la maya pax
es una música que crearon los mayas macehuales, no existe en otro lado. De
hecho es la primera vez que se graban estos rituales.”, dijo la antropóloga
social.
En el documental, los músicos más experimentados señalan que
tienen un repertorio de aproximadamente 50 piezas, algunas de las cuales pueden
bailarse, mientras que otras son exclusivamente sagradas. Los rituales de maya
pax se acompaña con velas, oraciones y comida.
Molina señaló que el objetivo no era filmar una película
contemplativa: “Queríamos hacer un documental dinámico donde a ellos se les
diera voz e imagen, en donde la mirada externa no fuera lo predominante, sino
que fuera su propia versión de la historia y de su música”.
Los intérpretes de maya pax solían heredar la tradición a
sus hijos para preservar viva esta música. Sin embargo, con el paso de los
años, los jóvenes se muestran menos interesados en continuar con los pasos de
sus antepasados.
“El turismo en Quintana Roo ha transformado las relaciones
de trabajo. Los muchachos de mi generación prefieren trabajar en los hoteles,
eso ha complicado mucho el panorama de las tradiciones porque hay una migración
laboral masiva. Hasta puede ser la ultima generación de estos músicos”, comentó
Meztli Suárez.
“Ser músico en este caso es un trabajo simbólico y no
remunerado. Es un sacrificio y creo que eso está afectando”, dijo la directora
del documental.
Por su parte, Molina considera que “la maya pax es un
elemento de patrimonio cultural intangible de los mayas que está en riesgo,
cada vez existen menos grupos”.
“Esto se debe a la globalización económica vinculada al
turismo. Muchos jóvenes de las comunidades macehuales emigran, y esto afecta la
vida comunitaria y la vida religiosa musical de los mayas”, agregó.
Aunque Molina reconoce que “ninguna cultura es estática”, el
cambio cultural es un asunto natural “y evidentemente se han ido adaptando a
las circunstancias, principalmente económicas”, lo que conlleva la pérdida de
muchas tradiciones.
A diferencia de otras comunidades mayas, como las que
habitan en los estados de Yucatán y Campeche, los mayas macehuales son más
cerrados al exterior, lo que hizo que su música fuera prácticamente desconocida
en el país.
“Es una comunidad más desconfiada, pero yo los conocía y por
eso nos tuvieron confianza. Nos abrieron sus puertas, dormíamos en sus casas y
compartíamos con ellos”, dijo Molina.
(Fuente: Diario de Cultura)