En al Feria del Libro de Cuba se realizó un panel sobre la existencia de una bien llamada literatura
latinoamericana a la altura del siglo XXI, reproducimos un artículo del Granma que resume ese encuentro.
El panel celebrado en la
sala Nicolás Guillén de la Cabaña, fue moderado por la escritora Susana Haug y el participaron los narradores Alejandro Zambra, de Chile; Santiago Gamboa, de
Colombia; Diego Lombardi, de Argentina; y Ezio Neyra, de Perú.
La provechosa jornada en la que el público escuchó —y opinó—
de aciertos, peligros y desafíos en torno a la literatura contemporánea de la
región, fue propicia para poner sobre el tapete criterios no siempre
coincidentes pero sí exhaustivamente argumentados.
Mientras Lombardi aseguró no encontrar una coordenada común
entre las letras latinoamericanas, Zambra defendió que aunque en su opinión
todas las literaturas son nacionales, sí existen vasos comunicantes que no
halla, por ejemplo, con la de España. No se trata, explicó, de coincidencias
temáticas ni estilísticas necesariamente, ni de que exista un manifiesto
diciéndole a nadie lo que tiene que escribir, sino que los escritores están
escribiendo lo que quieren y necesitan expresar.
"Sobre este tema tan interesante que tiene muchísimas
formas de entrar en él, no hay una verdad definitiva, ni siquiera
parcial", aseguró Gamboa. "El contenido de esta discusión está en los
libros, cada uno de nosotros los percibe de una manera diferente."
También el disertante defendió la máxima de que cada libro
tiene una pertinencia muy especial y valoró que llamar latinoamericana a esta
literatura y concebirla como una unidad es una metodología que se hace para
poder entender de qué estamos hablando pero no se le puede dar un sentido final
porque no es correcto ni acertado.
Para Neyra no es feliz el término: "No creo que se
pueda hablar de una literatura latinoamericana; si así fuera definirla es
complicado. Sí se puede hablar de esos vasos comunicantes que ya se han
mencionado, que podrían ser tonos temas y estilos, aunque tampoco se puede
generalizar.
Para abundar confluencias más precisas mencionó Neyra que se
evita el narrador omnisciente, no se escriben novelas totales, el autor se
apoya en la experiencia personal, se tiende a la estandarización del lenguaje,
esto último tal vez para responder al mercado editorial internacional. También
se refirió al empleo de un español neutro —aunque no es en todo los casos—, y
la brevedad de la novela, que no pasa de 300 páginas.
Para Neyra la llamada novela latinoamericana sufre dos
amenazas, que ve relacionadas con el mercado del libro. La primera está en el
deseo de las editoriales, medios de prensa y agentes literarios de encontrar un
nuevo boom latinoamericano y con ello un nuevo boom de venta; y el otro es lo
que los lectores de otros idiomas esperan de esa literatura.
De los peligros que representa el mercado en esos países,
que está haciendo esfuerzos por mantener el negocio, en medio de una realidad
donde el libro literario —a diferencia de otros de entretenimiento— está
desapareciendo, habló Zamba. También se refirió a la crítica "creo que
está en un momento muy débil, no se miran los argumentos, no van al libro, no
hacen lecturas que crucen o pongan a dialogar los textos".
Para estos jóvenes escritores los desafíos de su oficio se
resumen en hacer un buen libro, hacer de la escritura un acto de justicia y
remecer a los demás, o lo que es lo mismo, conseguir cambiar las cosas.
Madeleine Sautié Rodríguez - Diario Granma