Todo indica que la obra inédita de Julio Cortázar es más
vasta que su obra publicada, parte de la cual él dejó preparada para su
edición; pero hay otra que todavía sigue siendo recuperada por Aurora Bernárdez, su viuda y albacea.
Si Borges, por su lado, parece haber
decidido anotar todos los libros de la Biblioteca Nacional para dejar una huella
deliberada de su lectura; si Bioy Casares, por el suyo, editó su vasto Diario
literal como una loza capaz de culminar su parricidio de Borges; Cortázar, en
cambio, parece haber escrito en los varios pisos de su torre de Piranesi. Sólo
que, asombrosamente, con la gratuidad fervorosa que define su relación con la
escritura, no parece haber escrito para publicar otro libro pero tampoco para
que nadie lea esos papeles. Hizo muy bien Aurora en llamar a la primera
compilación de esos escritos Papeles inesperados . El titulo tiene la inmediata
precisión suya, ese ligero sobresalto de estirpe cortazariana: anuncia que esos
textos son papeles sueltos pero que su publicación es impuesta por los mismos.
No se los podría haber llamado “Libro inesperado”, porque eso son la mayoría de
los que se publican. Quizá César Aira podría haber escrito una brevísima novela
sobre este Narrador que se imagina como Lector de su obra para ser su Personaje
y poder escribirla.
Mi hipótesis, en efecto, es que la literatura de Julio Cortázar
no es causal, pero tampoco casual. Tiene otra lógica de producción: no conoce
principio ni final, es un acto completo, no un proceso. Es, en fin, un evento:
no tiene linaje (autoridad) y no propone ni demanda (des-autorizada). Aurora
Bernárdez me ha explicado que Julio dejó inéditos algunos libros que ella ha
ido publicando porque entendió que no eran borradores (o sea, documentos de su
obra en proceso) sino libros que él no había logrado publicar. Recuerdo bien
los dilemas de Galaxia-Gutemberg con la edición de las Obras reunidas de
Cortázar. Fuera de dos tomos de Novelas y uno de Cuentos, ¿cómo ordenar ese
material que resiste los imperativos de la clasificación editorial? La
biografía de Keats, por ejemplo, es una caja de papeles sueltos, todo hecho a
mano, y está en la biblioteca de raros de Harvard. Es imposible imprimirlo,
salvo como “libro de arte”, pero eso pertenecería ya al museo, mientras que
este objeto, “ejemplar único,” es una suerte de libre animal de la escritura.
¿Quién hubiera imaginado que su correspondencia ocuparía cinco tomos? Cada
carta es más que una carta: es casi un diario, una biografía de la escritura y
postula una tribu de interlocutores. ¿Bastaría llamar miscelánea a los dos
escenarios de escritura que organizó?