Los autores argentinos invitados al Salón del Libro de París
reflexionaron sobre la vigencia de Julio Cortázar, el escritor homenajeado y
uno de los más traducidos.
Por los pasillos de este Salón parisino las referencias
cortazarianas abundaron, incluso las bolsas que reparten con información tienen
estampada la cara de Julio, ese retrato
icónico del cigarrillo que Sara Facio supo captar.
El escritor y crítico Noé Jitrik fue claro en una de las
charlas más convocantes sobre el escritor: "No creo en los homenajes, sino
en la valoración, en el reconocimiento. Del homenaje al elogio hay un paso y
del elogio a la momificación hay otro".
Sin embargo, también concedió otra idea, la de que Julio es
"uno de los pocos que tuvo reconocimiento en vida y que lo tiene después
de muerto" y resaltó: "Cortázar no abandona nunca la precisión del
lenguaje".
Julia Saltzmann, la editora de Alfaguara Argentina, la casa
que reeditó y publicó los inéditos póstumos, como "La
correspondencia" y "Papeles inesperados", también editados en
Francia, ejemplificó su vigencia con números.
"Se venden 50.000 ejemplares de Cortázar cada año y
`Rayuela` es casi siempre el más vendido. Ese dato cuenta para quienes dicen
que su literatura atrasa. Lo leen personas de todas las edades", dijo, al
tiempo que reconoció que "al mismo Cortázar no le hubieran gustado los homenajes,
pero sí que se lo siga leyendo".
"Hay una moda a nivel académico de decir que Cortázar
ha quedado viejo- opinó en diálogo con la prensa Fernanda García Lao-, me
parece que hay que escribir un cuento como `Casa Tomada` para poder criticarlo.
Los lectores lo siguen eligiendo; si bien como novelista, uno puede tener
distancia, como cuentista, es lectura obligatoria".
Guillermo Martínez planteó que este centenario del
nacimiento es un momento para discutir clichés de los últimos años como
"un menosprecio automático, o que es una obra para la adolescencia. Es una
buena oportunidad para leerlo entero y ver la complejidad de su propia
evolución".
De cuento clásico a novela fragmentaria, de Buenos a París,
de la metafísica al compromiso, del esteticismo a las cartas que pintan su
derrotero vital, de la destrucción a la reconstrucción y del cuento redondo a
la novela gráfica son las marcas directas que atraviesan la obra de Julio
Cortázar (1914-1984).
"El legado con el que me quedo es la idea del cuento
fantástico argentino que es la ampliación de lo real por el pasaje a lo
fantástico. Una zona del borde que permite ampliar la forma de mirar la
realidad, ese modo de escribir es una marca cortazariana, en los genes de
literatura argentina", resaltó Martínez.
Vale entonces el aporte de Mario Goloboff, quien sostuvo que
"existe un cambio de mentalidad en su obra desde que está en París. Cuando
empieza a escribir `El perseguidor` se abre una bisagra porque hasta entonces
había escrito literatura fantástica y desgajada de la sociedad. Sin `El
perseguidor` jamás hubiera escrito `Rayuela`".
Eduardo Sacheri, que presentó "Papeles en el
viento" en francés, destacó también la faceta cuentista. "Fue y es un
autor super importante para mi formación como lector, hay cuentos que me
abrieron el bocho. Él no es un escritor fantástico, él hace lo que quiere,
tiene una plasticidad que nunca defrauda".
Cortázar es el escritor argentino más traducido de acuerdo a
las cifras que manejan desde el Programa Sur de apoyo a las traducciones, esa
estadística junto al centenario del nacimiento
fueron motores para pensar la vigencia del autor.
La escritora Luisa Valenzuela, que acaba de terminar un
libro para México sobre los entrecruzamientos entre Cortázar y Carlos Fuentes,
lo definió como "un gran innovador, sus temas nunca pierden vigencia, él
estaba tratando de llegar a lo inefable, de decir lo que no puede ser dicho, de
penetrar en mundos paralelos, sin decirlo así".
"La idea de buscar el lado de acá y de allá, es mucho
más allá de lo que era París y Buenos Aires, es el lado que roza con la muerte
y desde ese maravilloso manejo del lenguaje ha alcanzado zonas del decir a los
que otros escritores no han llegado", agregó Valenzuela.
"Esa idea de sentir aquello que no está pero que sí
está en un plano intangible, hace que se vuelva entrañable. Él creía en la
capacidad de la unión de la gente para llegar a un conocimiento más avanzado,
juntarse para llegar al cielo de `Rayuela` y eso lo percibe la gente".
Por su parte, la escritora Rosalba Campra no dejó lugar a
dudas de la vigencia, de su carácter de clásico: "No son muchos los que
adjetivan su apellido como lo proustiano o kafkiano. Es un modo de ver la
realidad, a veces suceden cosas cortazarianas".