El psicoanalista Carlos Gustavo Motta argumenta sobre las
formas de representar la violencia en las prácticas artísticas contemporáneas,
muchas veces como una banalización.
Nuestro entrevistado es
cineasta y docente. Dirige el Centro de Investigación y Docencia a las Artes
Audiovisuales en Chubut. Miembro de la Escuela de Orientación Lacaniana (EOL) y
de la Asociación Mundial de Psicoanálisis (AMP). Es autor de Las películas que
Lacan vio y aplicó al psicoanálisis, que publicó Paidós.
Stanley Kubrick filmó La naranja mecánica en 1971. RomanPolanski,
Repulsión, en 1964. Esos tipos, ¿creés que eran visionarios o estaban situados
en una episteme que venía del futuro? En esas películas se caen todos los
semblantes.
El cine tiene realizadores visionarios desde su origen. Son
los autores, aquellos que provocan acontecimientos: antes y después de la
narración fílmica. Es un concepto que extiendo a otras manifestaciones
estéticas, la literatura, por ejemplo.
Repulsión y La naranja mecánica resultan una experiencia
cinematográfica inusual, desorientadora. Estos realizadores no ofrecen
respuestas sino que plantean problemas, eso los hace grandes. Es lo que
menciona Jacques Lacan en relación a Jacques Benoit, cuando sobre El asesino
musical afirma lo que un realizador hace en el set: dar en el blanco. Nosotros
diríamos que tuvo puntería.
Se caen los semblantes en las relaciones sociales, las cosas se hacen
líquidas, inestables. Las drogas, las sectas, la iglesia, el matrimonio, la
familia, ¿operan como antídotos, dispositivos vicarios que permiten sobrevivir,
con suerte, en un mundo salvaje?
Existen grados de violencia en distintas épocas de la
humanidad. Este concepto generalizado sólo resulta de una metáfora social que
indica la vulnerabilidad discursiva, la depreciación de la palabra en la
sociedad actual y la mirada morbosa. ¿No se pide un plus acaso sobre esas
imágenes de lo real? ¿No se recuerda el tiempo muerto de la fotografía de Kim
Phuc, la vietnamita fotografiada desnuda mientras huía de un ataque de napalm
hace 40 años? Esa niña siempre mostrará la desnudez que habita lo real. La
misma Kim Phuc afirmó casi a los 50 años que siempre quiso huir de ese
recuerdo, pero parece que esa imagen se lo impidió.
La sociedad del espectáculo exige siempre más: los reality
son alimentados, en cada país, por personajes mediáticos que apuestan para
continuar en boca de la audiencia pero claro, no se llega a la sentencia
pronunciada por Kim Jong-Un. Con sólo imaginar esa muerte frente a perros
hambrientos el más insensible de los mortales temblaría. Pero también se la
puso en duda. El Washington Post afirmó que había sido fusilado. Sostener el
poder a toda costa es ubicar la consigna de Maquiavelo en El Príncipe: más vale
ser temido que amado. Si la muerte fue real no importa tanto como la
humillación, el deshonor y el despedazamiento. La sociedad del espectáculo
facilita las cosas.
(Fuente: Telam)