En el número 3 de la revista "eh! Agenda Urbana", publicamos una entrevista a Alfredo Alcón que le hicimos en ocasión de su visita a Santa Fe. La publicamos como un homenaje en el día de hoy, al conocerse su fallecimiento.
“Yo voy más tranquilo al dentista
que a una entrevista, te lo juro”, dice Alfredo Alcón, mientras camina hacia
una de las oficinas del Centro Cultural Provincial antes de la segunda función
de El Gran Regreso en la ciudad de Santa
fe.
“Cuando uno actúa, lo que dice es porque le gusta ese autor, que
se expresa bellamente, con síntesis, con hondura. Ensayás tres meses, entonces
sale el personaje que estás haciendo. En cambio, aquí sabés que el que está
hablando sos vos y por ahí decís tonterías, porque no es fácil… Hay gente que
tiene una teoría espléndida y sabe explicar todas las cosas, pero yo no sé.”
De todos modos, ya salió del camarín
y se acomoda de buen humor para enfrentar la entrevista y explicar casi todas
las cosas, no sé si con una teoría esplendida, pero sí con profundidad,
claridad y pasión por la vida y por su oficio.
…Creo que el teatro para cada
persona es algo distinto, para cada actor incluso. Y las razones por las que la
gente va al teatro pueden tener que ver con la intimidad. En el cine, la
intimidad que tenés con la cara del actor es casi física, pero es ¡casi! Física:
es una foto del actor que no podés modificar. El cine es un objeto que está
hecho fuera de tu tiempo. Como si mirás un hermoso jarrón, pero vos podés hacer
ruido, podés mirar para otro lado, podés aplaudir, podés hacer lo que quieras,
él no te necesita para ser bueno o malo. En cambio en una función de teatro, un
movimiento tuyo –no ya físico- mental puede ayudar a aplastar la cosa o a que
la cosa vuele. Y por otro lado es un hecho único, lo de esa noche, porque
aunque vuelvas mañana vos no vas a ser el mismo, los que están arriba tampoco
son los mismos. Por lo tanto no vas a ver la misma obra, el texto va a resonar de
otra manera de escuchar lo que te dicen. Por lo tanto es una cosa que está
haciéndose, es líquido, está en continuo movimiento. Además, es el lugar,
supongo, donde así como los que tiene fe van a la iglesia a buscar a Dios en el
teatro se supone que el hombre debería ir a buscarse a sí mismo, a través de
ver qué le pasa a los otros, poner más o menos en claro qué es lo que les pasas
a uno.
¿Es un modo de enseñanza el
teatro? ¿Cómo una escuela de la vida?
Claro, como una escuela de la
vida. No es que se saque nada en claro, el arte es la inminencia de una
revelación. No es que vos seas una obra de teatro, o veas un cuadro y digas,
ah!, ya sé lo que hago. No al contrario, te plantea… te da la sensación de que
en todas las cosas hay un misterio y que te vas a morir sin saber cuál es
exactamente ese misterio. Te pone ante la inminencia de que en esto de estar vivo
hay algo que es mágico, sagrado, ponele el nombre que quieras, pero no es un
hecho común.
Boris Spielman, el personaje que
estás interpretando en El Gran Regreso, hablaba de que él quería cambiar el
mundo desde el teatro, ¿el teatro puede cambiar el mundo?
Yo creo que el teatro no puede
cambiar el mundo. El teatro puede ayudar a mirar. Hay un cuentito de Eduardo Galeano
que se llama La Función del Arte, y es que el nene no conocía el mar y le dijo
un día al papá: “papá quiero conocer el mar, llevame”. Entonces el padre lo
llevó, y el chico empezó a caminar por unas dunas y de pronto ¡fah!, ante los
ojos del chico esa inmensidad, el mar, el sonido, el olor, allá a lo lejos esa
inmensidad tan grande, en la playa tan suave… y el nene le dice al padre: “papá,
ayudame a mirar”. Entonces Galeano dice que la función del arte es eso, ayudar
a mirar. Si uno se ayuda y ayuda a alguien a mirar, a lo mejor eso puede ayudar
a un cambio de mirada, pero no a modificar el mundo.
A veces determinadas obras te
producen aventuras interiores, que te comunican con una zona donde la imaginación
se despierta, donde no podés ver las cosas y tomarlas tal cual son, si no que
te da curiosidad por ver qué hay detrás, de descubrir el misterio de las cosas…
También, el personaje que estás
trabajando contaba que un libro de Chejov, le hizo descubrir su vocación por la
actuación ¿Qué es lo que te hizo descubrir a vos esa vocación?
El origen de la vocación es un
misterio total. Uno puede saber por qué se compró una camisa o este saco, pero
por qué te enamoraste de fulana y no de mengana que era más linda, era más no
se qué… Si lo querés explicar decís tonterías decís cosas concretas y esas
relación no es concreta, es algo mágico que pasa. Entonces, a mi me parece que con
esto pasa lo mismo.
¿Cuando te das cuenta ya sos
actor?
Por lo menos te digo en mi caso,
porque como decía Unamuno: “soy el pariente más cercano que tengo”, entonces
hablo de mi experiencia porque no conozco tan profundamente la de los demás.
Yo, antes de haber ido nunca al teatro, ni al cine, me iba a la azotea de mi
casa, a los seis años, siete años, a la hora de la siesta, cuando estaban
durmiendo… me gustaba si había una cortina para lavar o cualquier cosa porque
temías más cosas para disfrazarme, e inclusive –de esto los psicoanalistas
pueden sacar conclusiones terribles-, si había un bichito muerto, una abeja,
porque había plantas, lo ponía arriba de un banquito y con la cortina empezaba
a dar vueltas alrededor de eso… era un ratito, después iba a jugar al fútbol y
otras cosas, pero era un momento…. Lo que sí no me gustaba que nadie me viera,
en cuanto le veía asomar la cabeza yo me sacaba todo. Pero, por qué hacía yo
eso? Si nunca había ido al teatro. Después me enteré también que el teatro
nación como una forma religiosa. Así que yo, de alguna manera, estaba
reinventando una ceremonia que después derivó en lo que nosotros llamamos
teatro. Después, de pronto un día me enteré de que había una escuela que enseñaba
teatro, “Escuela Nacional de Arte Dramático, de tal fecha, hay que pedir un número
para los exámenes de admisión...”
Y ahora, cuando voy al teatro y
veo mi nombre escrito ahí, digo: “pensar que yo soy actor, yo trabajo de esto”.
Y cómo se fue armando la cosa de una manera… Hay gente que tenía un camino
trazado, pero yo no, y de pronto digo: “mirá lo que me pasó… ¡Mirá lo que me
pasó!”
Después de tantos años de carrera
¿Qué se siente antes de salir a escena?
Miedo, un miedo terrible y ganas
de que llegue el momento. Exactamente igual que cuando te vas a encontrar con
alguien que te gusta mucho. Porque ayer todo anduvo bien, pero a lo mejor hoy,
una palabra, un gusto lo derrumba todo.
Entonces la experiencia de ayer
no te sirve para hoy. Hoy puede ser un desastre lo que me salga. Hay días en
los que quisiéramos empezar de nuevo, decirle a la gente: miren, perdonen pero
empezamos de nuevo; o nos vamos todos a casa, porque hay públicos que también….
No tienen ganas de jugar, digamos. Entonces son funciones penosas, donde ellos no
hacen mucho ruido con los caramelos, los actores ponen la cara veintitrés, la treinta
y uno. Pero nada sale de lo correcto, que es lo peor que se puede ser en la vida.
Cada cual en su papel peor nadie se sale de sí mismo para jugar y divertirse con eso. Salir de sí mismo para encontrarse;
perderse para encontrarse.
¿Cuál creés que fue tu mayor
logro en la actuación?
El buscar, a mi me gusta la gente
que busca, no la gente que encuentra, no sé si me explico. Es decir, hay actores
que hacen las cosas y ya una vez que aprendieron no buscan nada, ya saben que
es así. Hay otros que por ahí no están bien, pero vos te das cuenta que está
buscando algo, que no ponen la cara veintiuno, la treinta y dos, que no se
apoyan en el oficio, que no son eficaces. Hay señores de las tablas que están
tranquilos, pero no se puede estar tranquilo arriba del escenario y en la vida
tampoco, si estás tranquilo es porque sos tonto. Porque es tan frágil todo que
¿cómo vas a estar tranquilo? Entonces, esos actores que buscan, son los que te
calienta ver, porque decís: este tipo está buscando algo, a lo mejor no lo encontró,
pero no se conformó con el oficio y con poner la cara veintitrés que gustó mucho
ayer. Los que estamos ene el oficio, nos damos cuenta enseguida cuando alguien
sale de taquito o sale a buscar algo.
Porque cada función es como que puede
ser la última. Yo cada día que salgo a trabajar, también pienso que a lo mejor
no salgo nunca más y eso no me da tristeza. Y entonces, si no me sale mejor es
porque no puedo, pero yo me rompo el alma, pero con alegría, porque me da
placer romperme el alma y ver qué pasas, adónde me meto hoy.
Entrevistó Normando Gil - Revista eh! Agenda Urbana - Diciembre de 2004