Por
Alicia Peressutti (*)
En todo el mundo a diario miles de niños y niñas son
vendidos por sus padres que entregan a sus hijos sin entender -en la mayoría de
los casos- que lejos de brindarles la oportunidad de una vida mejor los están
arrojando al abismo del infierno.
Un infierno liderado y organizado por una mafia hoy
globalizada, que se mueve con sus tentáculos de muerte en cada país y de
acuerdo a las demandas.
Los niños, que viven y mueren a diario en las plataformas
pesqueras de Filipinas, donde pasan meses en el mar, balanceándose sobre
pilotes, -postes- que a veces en mal estado sucumben a alguna tormenta ,
llevándose con ellos decenas de niños que van desde los 7 a los 14 años...
Los niños del mar, que viven en condiciones extremas, a la
intemperie sobreviviendo a tormentas, caídas, abusos y torturas de los
capataces. Y que permanecen aislados en la nada durante años. Si alguno cansado
de tanto dolor intenta escapar termina siendo presa de tiburones hambrientos
que custodian las plataformas, de manera permanente.
Estos niños son entregados por dos dólares.
Los niños y niñas chinos, que son entregados por monedas
para ser embarcados en los barcos fantasmas- algunos de nacionalidad china-,
donde trabajan horas eternas fabricando entre otros productos las baratijas
"aros, pulseras, collares, y demás" que luego compramos por monedas
en grandes centros comerciales. Por cinco dólares los papás los colocan en
manos de los mercaderes de la muerte, con una bolsita de plástico donde caben
sus pertenencias, y su vida.
Los barcos fantasmas que navegan eternamente en aguas
neutrales para no quedar sujetos a jurisdicción alguna.
La mayoría son niñas, en una sociedad donde las niñas son de
segunda. La ley que restringe la natalidad y permite un solo hijo por familia,
hace que ante la llegada de un segundo hijo -varón- se venda la primera por
monedas.
Las niñas en China valen menos que un gallo de riña. Cinco
dólares.
Violadas, torturadas, arrojadas al mar cuando enferman,
permanecen en las sombras del olvido y la miseria humana.
Los niños y niñas Nepaleses, entregados por tres dólares a
los circos hindúes, que los compran para tenerlos como mascotas exóticas por
sus pieles y ojos claros.
Cientos de ellos, muertos en vida, o muertos definitivamente
a mano de los pobres animales hambrientos de las jaulas.
Los niños y niñas de Sudán, raptados por los mercaderes
árabes y vendidos por un dólar a los campesinos árabes para que les pastoreen
las ovejas. Un niño vale menos que un perro. Cuando intentan escapar les cortan
primero una mano, luego una pierna y así los van trozando como reses, en las
carnicerías.
Niños azotados a diario y sujetos a todo tipo de torturas y
maltratos, y condenados a una muerte segura ante la menos enfermedad.
Los niños y las niñas de Latinoamérica, comprados por las
redes de pedofilia y pornografía infantil a cambio de cinco o diez dólares y la
promesa a sus padres de una vida mejor.
Violados y torturados por clientes perversos y después
expuestos a sitios oscuros de internet a los cuales se accede con tarjetas
internacionales.
Bebés, niños y niñas que mueren en poco tiempo debido a las
enfermedades a que son expuestos o al grado de tortura que sufren...
Los niños y niñas de Latinoamérica, utilizados como
"mulas humanas", llevando en su interior cápsulas de droga de un país
a otro. En la mayoría de los casos terminan muertos por sobredosis al romperse
una de las famosas pastillas en sus pequeños estómagos.
A cambio de diez dólares, estos niños son sometidos a todo
tipo de vejaciones y torturas, terminado en una muerte segura a la menor caída
o accidente.
Las niñas de África, compradas por menos de diez dólares
para ser utilizadas como vientres ambulantes donde alojar cientos de embriones
-vidas humanas- para experimentos. Obligadas a llevar en sus vientres a bebés
que son extraídos -vivos- cuando se necesitan para ser objeto de prácticas
impensadas por el mismo diablo, en nombre de la ciencia.
Las niñas y los niños de Europa del este, vendidos a las
redes de trata, a menos de diez dólares, engañando a sus padres, con la
posibilidad de una vida de estudios y trabajo digno para sus hijos. Y luego
utilizados para lo que la mafia necesite, sin miramientos ni compasión alguna,
explotación sexual, laboral o extracción de órganos y tejidos.
¿Cuánto vale una vida humana?
¿Cuánto vale un niño o una niña?
Parece imposible que un cachorro humano valga menos que una
vaca, que un cerdo, que un gallo de riña, que una silla, que una olla, que una
cartera, que un par de zapatos...
Deberíamos plantearnos como humanidad, si las súplicas, el
horror y el espanto que sufren estos niños y niñas no es responsabilidad de
todos, por acción o por omisión.
¿Qué hacemos para terminar con esto?
Mirar para otro lado, quizás también es una manera de
contribuir a que la esclavitud crezca y no acabe.
No hay adonde esconderse de la mafia, cuando entendamos eso,
quizás empecemos a trabajar entre todos -excepto los mafiosos- por un mundo sin
esclavos.
Me pregunta Yaco, "mami ¿le tenés miedo a la muerte?",
respondo sin pausas, "no hijito a la muerte no, para nada... después de
ella está Jesús y mi abuela tomando mates. Le tengo mucho miedo a no haber
hecho nada para que se termine la esclavitud y la compra y venta de seres
humanos, a eso le tengo miedo".
Termina Yaco: "no tengas miedo mami, yo te ayudo a que
hagamos algo para que no se compren más personas… mami ¿porque hay personas que
compran personas?".
(*) Titular de la ONG antitrata “Vínculos en Red”. / Foto: rescate de niño migrante en México/
El Observador de la Actualidad.
(Ecupres – 070414)