En Fogwill, una memoria coral, el periodista Patricio Zunini
ordena los testimonios de muchos de los amigos del escirtor para componer una
figura que sumando todas sus partes nunca es igual a su resultado.
El libro, publicado por la editorial Mansalva, donde Fogwill
decidió publicar -en vida- sus últimos libros, es el primer aporte crudo de
cómo un sociólogo un poco alocado decide convertirse en escritor.
Zunini nació en Buenos Aires en 1974; trabaja en la
fundación Filba y edita el blog de Eterna Cadencia, además de colaborar con
diversos medios argentinos y extranjeros.
Este es el dialogo mantenido con él.
¿Por qué pensaste en
Fogwill para una biografía coral?
Hace unos años escribí un largo perfil sobre Fogwill para el
blog de Eterna Cadencia. A pesar de que fue bien recibido, incluso por el propio
Fogwill, yo nunca quedé conforme del todo. Por ese tiempo hice un taller con
Leila Guerriero, ella leyó aquel artículo y me hizo una devolución muy
afectuosa, pero también despiadada. Entre otras cosas me dijo que estaba
aburrida -esa fue la palabra que usó- de los periodistas que frente a Fogwill
se quedaban eclipsados con su voz como la única posible y no agregaban otros
puntos de vista. Creo que eso me quedó dando vueltas y tiempo después desembocó
en la idea de este libro: cómo esas otras voces construyen la memoria colectiva
de Fogwill.
Si leí bien, el
volumen está armado cronológicamente y por temas. ¿Cómo fue el proceso que
seguiste para aislar esas cuestiones, y encontrar los interlocutores indicados?
Sí, es más o menos como decís. En realidad, la cronología no
era un eje porque no tenía intenciones de hacer una biografía típica, pero por
la forma en que se fueron acomodando los temas se dio ese efecto secundario.
Armar el rompecabezas fue un trabajo muy exigente, hice muchísimas pruebas
(hubo siete u ocho versiones antes de llegar a la definitiva) con el objetivo
de que los testimonios dialogaran entre sí y a la vez se engarzaran como un
relato único. La convocatoria fue muy amplia, pero siempre con el precepto de
que cada uno pudiera contar experiencias de primera mano.
Llama mucho la
atención la cantidad de Fogwill que aparecen. El más conmovedor (sacando el
final) quizá sea ese que decide transformarse en escritor. ¿Qué pensás al
respecto?
Por mi trabajo estoy acostumbrado a hacer entrevistas, pero
son siempre sobre libros. Aquí se dio algo muy diferente: hablamos de una
persona. Fue algo movilizador. Hubo gente que lloró al recordarlo: Fernando
Pérez Morales o Catón, por ejemplo. La vuelta de Montevideo, ese último viaje
que hizo Fogwill, en la voz de Arturo Carrera, eso fue desgarrador. Hubo
entrevistas que me dejaron conmocionado. En ese sentido, todos los Fogwill que
aparecen en el libro (como digo en la nota preliminar: tuvo muchas vidas y las
vivió todas a la vez) son conmovedores. Todos tienen un profundo rasgo
emocional. A ese Fogwill que se está convirtiendo en escritor, ¿no dan ganas de
abrazarlo?
Aparte de su familia,
¿cuáles de las personas que entrevistaste pensás que tuvieron un peso decisivo
en la construcción de su obra?
No quise incluir a la familia porque sentía que el libro se
iba de registro. Tuve varias conversaciones con Vera; ella me recomendó
entrevistar a algunas personas que de otra forma habrían quedado afuera. Pero
la voz de los hijos está demasiado pegada al padre para incluirla junto a la de
otras personas. El libro quedó con cierto balance entre los diferentes
testimonios. Me encanta cómo cada uno habla de su Fogwill personal. Creo que la
pregunta sobre las influencias sería mejor respondida por un crítico, pero
teniendo en cuenta a las personas entrevistadas -y sobre todo los textos deLos
libros de la Guerra-, diría que Laiseca y Aira son de los más importantes.
¿Qué creés que aporta
Fogwill a la narrativa argentina de la última mitad del siglo XX?
Uno se siente tan habituado a la palabra genio que ya
perdió rigor, ¿no? Sin embargo, no se me ocurre una mejor definición para
Fogwill. Un genio maldito, tal vez, pero genio al fin. Hace poco vi una
entrevista por youtube en donde Aira decía, más o menos, que Borges había
subido el nivel para los escritores argentinos: después de Borges uno tiene la
responsabilidad de no escribir cualquier cosa. Yo creo que eso funciona muy
bien para la generación de Aira, pero para las siguientes Borges ya está muy
lejos. Fogwill es el que ocupa ese lugar. Fogwill tiene un compromiso
envidiable con las palabras: después de Fogwill no se puede escribir cualquier
cosa.
(Fuente Telam)