La tensión entre la ficción y la memoria y la relación entre
la lectura y el tiempo fueron algunos de los puntos que abordó Ricardo Piglia en
el Encuentro Federal de la Palabra.
"Hay muchas maneras de pensar una autobiografía, yo
podría armar una que tenga que ver con los encuentros con amigos en los bares,
otra que estuviera centrada en el amor, otra en la política, pero en este
contexto me parece que hay que pensarla a través de los libros, no de los que
he escrito, sino de los que leído", dijo el escritor ante un numeroso
público en la Nave de la Ciencia.
Piglia recordó que conserva imágenes de sí mismo leyendo
ciertos libros, "una suerte de paseo por la lectura a partir de una
pregunta, por qué quedó ese recuerdo, y una primera lección que sería: Para
leer hay que saber estar quieto".
"Muchas veces los libros que nos llevan a tomar la
decisión de convertirnos en escritores no son libros necesariamente buenos,
pero son los que han dejado una marca que tiene, en mi caso, la condición de
que me vea a mí mismo leyéndolos", apuntó el autor de "Respiración
artificial".
"Habitualmente no me recuerdo a mí en esas imágenes
-puntualizó-, pero hay ciertas pasiones, ciertos peligros o ciertas lecturas
donde aparezco yo mismo".
Según Piglia, "tener los libros al revés es un buen
modo de leer, darlos vuelta, hacer lo que queremos hacer, no seguir aquellas
condiciones impuestas de lectura, ya que la lectura es una de las pocas
actividades libres que nos quedan. Por lo tanto, tenemos que preguntarnos qué
quiere decir leer mal, muchas veces leer mal es muy creativo".
"Es más -continuó- muchas veces, porque uno lee mal se
convierte en escritor; es decir, lee algo que uno pone en ese libro, sin que
necesariamente eso esté en el libro. Por ejemplo, Don Quijote leía mal las
novelas de caballería, las leía y creía tanto en ellas que luego quería
vivirlas. Siempre hay una tentación benéfica de buscar en los libros aquello
que uno quiere que tengan".
Piglia destacó lo inolvidable de las primeras lecturas,
"la primera vez que leemos a Dickens, Roberto Arlt o Faulkner, una emoción
que luego se desplaza hacia el recuerdo, porque lo que se lee no es el contenido
del recuerdo, sino su forma".
El autor de "El camino de Ida" consideró que
"lo que vivimos hoy -en torno a la lectura- es un proceso de circulación
muy veloz de la información, un acceso muy rápido y democrático".
"Se suele decir que una imagen vale más que mil
palabras, una frase que Virgilio escribió como `una metáfora vale más que mil
palabras` y que la cultura contemporánea interpretó en cuanto a las imágenes
que nos rodean, cuando la diferencia entre ambas nociones es que si bien la
imagen se descifra instantáneamente, mil
palabras lleva un tiempo leerlas", resumió el escritor.
En esta época, aseveró, "se ha acelerado el acceso a la
lectura pero no el proceso de lectura en sí, leer lleva un tiempo que el
lenguaje nos enseña a respetar y aprendemos nuestra noción del tiempo porque
conjugamos los verbos".
El escritor señaló que "la relación entre temporalidad
y lenguaje encuentra su espacio pleno en el momento de la lectura, el tiempo
necesario para leer un texto no se puede acelerar más allá de que uno se saltee
partes y, en algún sentido, seguimos leyendo a la misma velocidad que en
tiempos de Aristóteles".
"Yo acepto que las imágenes nos dan una comprensión
inmediata, pero no vamos a poder nunca acelerar el tiempo que necesitan esas
mil palabras para ser leídas", sentenció al despedirse.
(Fuente. Telam)