Con la excusa de presentar su novela más reciente, "El
francotirador paciente", el escritor español Arturo Pérez Reverte esparció
su mirada sombría y descorazonada del mundo durante una charla en la Feria del
Libro en la que dejó apreciaciones como "los estúpidos hacen más daño que
los malvados" o "el arte actual es una farsa".
Los años dedicados al registro de los horrores desatados en
los campos de batalla que merodeó instigado por su oficio de corresponsal de
guerra, sumado al avance inexorable del tiempo que lo sitúa en el umbral de la
vejez, han convertido al autor de "La tabla de Flandes" en un
escéptico que anticipa con su prosa lo que define como "el crepúsculo de
un mundo que está empezando a derrumbarse".
"El mundo para el que hemos sido educados, hecho de
libros y bibliotecas, se va al carajo. El sistema de derechos y libertades que
Occidente tardó tantos siglos en crear se acabó. Y ningún imperio ha vuelto a
resurgir cuando empieza la decadencia", aseguró Pérez Reverte.
El escritor se presentó ante unos mil fans que celebraron
cada una de sus formulaciones en una charla guiada por el periodista Jorge
Fernández Díaz en la sala Jorge Luis Borges que tuvo como disparador el
lanzamiento de "El francotirador paciente" (Alfaguara), donde narra
el accionar de los artistas de grafiti en una trama que entreteje elementos
ficcionales previamente pasados por el cedazo de la documentación.
"El del grafiti es un mundo marginal, con reglas
internas muy definidas, donde existe una solidaridad de grupo y cohesión
necesaria para sobrevivir -señaló-. El grafiti es una especie de guerrilla
urbana, de actividad antisocial que tiene aspectos casi militares en su
desarrollo".
"A medida que fui investigando, descubrí una épica
retorcida, siniestra, vandálica", sostuvo Pérez Reverte, quien describió
también la metamorfosis del protagonista masculino: "A medida que avanzaba
me di cuenta de que no era un héroe sino un terrorista, también me había
engañado a mí. Descubrir que era un malvado me llevó a cambiar el final".
A propósito del rol central de la novela -desempeñado por
una mujer- el autor franqueó su predilección por los personajes femeninos:
"Con los años me he dado cuenta de que los masculinos tienen un límite,
pero con una mujer puedes llegar a ángulos, rincones y descubrimientos que con
un hombre no podrías", indicó.
A continuación, la temática de la obra sirvió de anzuelo
para que Pérez Reverte pusiera en escena su cuestionamiento a la plástica:
"El arte que aparece en los suplementos y la televisión, está en manos de
críticos, galeristas y artistas que integran una suerte de masonería que maneja
el mercado y excluye a quienes no aceptan sus reglas", criticó.
"Hay artistas fraudulentos catapultados por intereses
de críticos y marchands como es el caso de (el artista inglés) Damien Hirst.
Que una vaca cortada en canal sea una obra de arte que ocupa espacios en
exposiciones y periódicos es de una injusticia flagrante", disparó.
"Frente a ese modo del arte a menudo artificial y
corrupto en esencia, el único arte que ofrece garantías de decencia, de
nobleza, de dignidad y de independencia es el callejero -subrayó-. Hay artistas
callejeros mucho más potentes, vivos y eficaces que los consagrados".
El otro gran foco de la novela tiene que ver con la
venganza, un tópico recurrente en su obra: "La venganza tiene muy mala
prensa pero hay que matizarla. El ser humano por razones casi biológicas
necesita la venganza. Ante el agravio, ante el dolor que otros te inflingen,
ante la injusticia... Es un instinto absolutamente natural y noble.
"Socialmente, por razones de convivencia, el hombre
occidental ha puesto la venganza en manos del Estado, que es quien debe
administrarla para que el sentimiento legítimo del ciudadano quede colmado.
Cuando el Estado es incapaz por corrupción o incompetencia de satisfacer esa
venganza, entonces es natural que el individuo la busque por otros
medios", explicó.
Con su estilo picante y ligeramente confrontativo, Pérez
Reverte no dejó pasar la oportunidad para referirse a los linchamientos que
tuvieron lugar en Buenos Aires y otras ciudades del interior hace algunas
semanas.
"He visto lo que ocurrió aquí cuando lincharon a un
ratero -comentó-. A menudo en este tipo de linchamientos populares el agraviado
no está o es uno, pero los otros 99 es gente que pasa por ahí y que sin tener
nada que ver con la historia vuelca ahí su maldad, su hijoputez, su deseo de
revancha... Es el cobarde que nunca jamás se atrevería a enfrentarse solo al
malvado".
"Estoy en contra del linchamiento. Aprendí que el ser
humano es cobarde por naturaleza. De cada cien hay un malvado y 99 estúpidos
que se juntan con él. El problema es que al malvado lo puedes convencer,
mientras que al imbécil y al cobarde, no", alegó.
¿Esta visión tan descarnada proviene de haber pasado veinte
años testimoniando el horror inútil de las guerras? "La guerra es una
manifestación más de lo que es el lado turbio del hombre y la crueldad natural
de la vida -apuntó-. Allí saqué varias
conclusiones, entre ellas que lo peor es la estupidez. Los estúpidos hacen más
daño que los malvados".
"La estupidez nos aleja de la realidad. No somos
capaces de percibir las señales que el mundo nos manda continuamente acerca de
que es un lugar peligroso. Poco a poco nos vamos suicidando, renunciamos a la
lucidez que nos dan los libros, la historia, la memoria, los abuelitos que
llevamos al asilo en lugar de escucharlos...", opinó Pérez Reverte.
El escritor adelantó que está escribiendo una novela larga y
que posiblemente vuelva a entregar dos nuevos volúmenes de la saga histórica
del capitán Alatriste, aunque aclaró: "un escritor tiene fecha de
caducidad, como los seres humanos.