El Centro Cultural de la Memoria Haroldo Conti en Buenos Aires, presenta
“Declaración formada por 37 esculturas”, una instalación de Enrique Ježik, con
Curaduría de Cuauhtémoc Medina, donde el lenguaje adquiere el peso y la
densidad de la materia.
–“No puedo tragar tanto como quisiera vomitar”- dispara el
pintor impresionista Max Liebermann en Berlín al ver pasar las tropas de los
SA, delante de su ventana, frente el advenimiento del nazismo en 1933.
Enrique Ježik retoma esa frase que corporiza en 37
esculturas de cartón corrugado, una por cada letra, realizadas con ayuda de los
miembros de la cooperativa Las Madreselvas, que sólo se puede ver en su
totalidad desde el primer piso.
Lo que da una pauta de la perspectiva que da la distancia y
el tiempo. Que une simbólicamente la Alemania del nazismo y la ESMA. Con todas
las implicancias. Y pone foco en el sujeto. Cómo digerir ese horror.
La muestra termina el 25 de mayo cuando el artista junto al
grupo de cartoneros, van a desmantelar la frase.
Otra elipsis llena de significados que va desde el 24 de
marzo al día de la Revolución de Mayo. En una acción que alude al desmontaje de
las ataduras de un coloniaje explícito en 1810, como de la dominación implícita
en este predio.
Una mirada que une tiempos históricos y experiencias de
vida, como las víctimas del nazismo, las víctimas del terrorismo de estado,
pero también la crisis del neoliberalismo con el surgimiento de los cartoneros
para sobrellevar la miseria.
Una pobreza extrema generada por la exclusión, de seres
humanos que pasaron a ser recursos humanos, pasibles de ser expulsados,
desechados.
En este predio si sabemos escuchar, si hilamos fino podemos
pensar en los hombres y mujeres que como víctimas "perdieron" su
calidad de humanos, y fueron deshechos, desarmados, y sus cuerpos desechados.
En esta operación se pone el acento en que nada se pierde,
todo se transforma las palabras y las cosas.
Lo reciclado lo recuperado es aquí tanto el cartón como los
cartoneros y por supuesto los Desaparecidos que recuperan su humanidad, se
corporizan en la memoria. Y el trabajo en ese sentido de los artistas, de los
organismos de DDHH y de las instituciones.
Desde hace más de una década el cordobés Enrique Ježik
(1961) viene desarrollando un cuerpo multidisciplinario de obra dedicado a
explorar e investigar la formas de la violencia, organizada y masiva, en
diversas instancias y configuraciones, desde guerras y manifestaciones urbanas
hasta los pequeños mecanismos de control cotidiano.
A mediados de los 90 el artista –para entonces ya instalado
en México- comenzó a trabajar sobre el lenguaje gráfico: en un principio a
través de un código cifrado (escritura en braille), luego de un modo más
explícito.
Sin embargo, en “Declaración…” Ježik materializa el lenguaje
como escultura por primera vez a partir de numerosos debates con el curador Cuauhtémoc Medina que lo ayudó
a pensar las dimensiones de la sala como un elemento constitutivo de la obra.
Al respecto Medina -Investigador del Instituto de
Investigaciones Estéticas de la UNAM y Curador en jefe del MUAC- México-
afirma: “Ježik ha utilizado el lenguaje como un recurso escultórico: como un
objeto resignificado por su desplazamiento lo mismo que como una inscripción
que adquiere por su capacidad alegórica un valor prácticamente material. Es en esa dirección se inscribe su nuevo proyecto en Argentina”.
“La decisión Ježik de fabricar la célebre expresión de
repugnancia de Liebermann para intervenir el CCM Haroldo Conti involucra una
variedad de planos. La epigrafía de estas esculturas monumentales, lo mismo que
las acciones que Ježik y sus colaboradores efectuarán sobre ellas en un día de
conmemoración patria, el 25 de mayo, apunta directamente al corazón de la
expectativa de un arte político”.
“Por un lado, impreca la memoria de la violencia
concentracionaria de la antigua Escuela de Mecánica de la Armada, sino es que
al conjunto de la historia interminable de violencia e injusticia del
continente".
“Del otro, apunta al sitio imposible de la producción de un
arte que tome lugar en el espacio de lo reprimido. Su combinación de fragilidad
y grandilocuencia, precariedad y monumentalidad, interroga con toda claridad el
espacio improbable que tiene hoy por hoy la práctica misma de la escultura como
el medio tradicional de la memoria pública”.
“Exponer acá tiene una carga muy fuerte por el lugar en el
que estamos y la cercanía con el 24 de marzo. Muchos elementos con una carga
política e histórica importante. Por eso pensé una idea de esta naturaleza, que
tuviera una forma de reflexión y conciencia. La frase es abierta y se la puede
interpretar de distintas maneras”, señala Ježik.
“Trabajar con material recuperado, una conexión entre la
idea que expresa la frase con el proceso de recuperar el cartón, pensando en un
trasfondo político”. Y se pregunta “¿De
dónde vienen estas cooperativas, cómo se han desarrollado?”
Para replicar las palabras de Liebermann en un tamaño
exponencial: 37 esculturas, una por cada letra, se utilizaron 5 mil kilos de
cartón, aportados por los miembros de la Cooperativa.
Esta construcción en volumen las transforma en un laberinto
que se puede atravesar y experimentar de cerca o verse desde la altura de otras
salas del Conti.
La primer exhibición del artista en la Argentina interpela
el presente, “como herramienta política, el arte debe generar conciencia. La
frase replica a través del tiempo y se reinstala. El asco como fundamento
frente a lo que sucede –o no sucede- alrededor”. Sostiene el autor.
(Fuente: Cultura Telam)