La gira que comienza hoy en Buenos Aires la llevará también
a Rosario y Córdoba, con una serie de canciones que incluye versiones, temas
propios y relecturas de su propia obra: “Creo que la mejor manera de
reconocerme a mí misma que me equivoqué es haciéndolo bien”.
Por Karina Micheletto
La perla negra del flamenco. La estrella mallorquina del
cante. La voz de libertad. La heredera de Chavela Vargas. La cantante que
conmocionó a Pedro Almodóvar. Concha Buika ha transitado una carrera lo
suficientemente extensa e intensa como para haber cosechado etiquetas aquí y
allá, dentro del amplio y nunca bien delimitado panorama de eso que se conoce
como música del mundo (¿habrá músicas que son de otro planeta?). Charlar con
ella, con la invitación franqueada por una sonrisa sincera de paletones separados,
es derribar una a una cualquier etiqueta, para ir arribando, en todo caso, a
otro tipo de definiciones: “El motor de mi voz es mi inocencia. Y sé
perfectamente que mi inocencia a veces es ofensiva. Pero también sé que sólo
ofende a quienes todo les ofende”, dirá la cantante, por ejemplo. Hoy Buika
presentará en el Gran Rex su nuevo disco, La noche más larga, y seguirá su gira
por Rosario, el sábado 10, y Córdoba, el domingo.
La noche más larga es el sexto disco de Buika, y sin dudas
la profundización de un cantar que suena desnudo, agreste y a la vez delicado,
una manera de interpretar que logra intensidad sin artilugios. Ese cantar es un
cante en tanto sus raíces flamencas marcan fuertemente sus canciones, pero
suenan allí también su identidad africana, y el jazz, y la música cubana entre
la que rindió un homenaje a Bebo Valdés junto a Chucho Valdés, y el universo de
Chavela Vargas, quien la ungió en vida con sus canciones, y la marca que alguna
vez le imprimió a sus canciones el productor Javier Limón. Si en sus comienzos
sorprendió como una revelación con los temas que grabó para la película de
Almodóvar La piel que habito, hoy es su propio nombre el sello distintivo.
Esta vez, el universo sonoro de Buika se amplía en un disco
que trae canciones de procedencias y hasta lenguas múltiples: “Don’t explain”,
de Billie Holiday, “Ne me quitte pas”, el himno de Jacques Brel, “Siboney”, de
Ernesto Lecouna. Y también “Santa Lucía”, de Roque Narvaja, y otro himno, éste
de Fito Páez, “Yo vengo a ofrecer mi corazón”, además de temas propios. Dos de
ellos –“Sueño con ella” y “Como era”–, en rigor, nuevas versiones de temas que
ya había grabado en su disco En mi piel, con arreglos y rumbos bien distintos.
Buika dice que no tiene muy claro cómo arribó a este repertorio:
“No soy de planificar mucho las cosas”, asegura, pero sí sabe, por ejemplo, que
los “telediarios” dispararon la inclusión de “Yo vengo a ofrecer mi corazón”:
“Mirando la tele escuché que a nadie le importa nadie. La tónica general del
informativo era que uno se preocupa nada más que por sí mismo, y los demás que
se fastidien. ¡Es que no es cierto! Todos los días hacemos algo por alguien,
todos. Aunque no lo parezca, aunque no nos demos cuenta. Y además con un
esfuerzo tremendo. En todo caso, lo que tenemos es la mala costumbre de no
invertir en nosotros, pero en los demás, lo hacemos todo el día. Y además lo
hacemos muy bien, con todo nuestro corazón, invirtiendo lo poquito que hayamos
ganado con toda nuestra energía. Entonces, cuando pensé en esa canción, sentí
que ese gran compositor ese día estaba muy iluminado, y estaba pensando en
todos”, asegura, y concluye: “Para mí esa es una canción que viene a
demostrarle a ese informativo, y en realidad a todos, que son unos mentirosos.
No es que esas cosas que cuentan no pasen, es que no cuentan lo que también
pasa. ¡Entonces mienten! ¿Quién dijo que todo está perdido? ¡Yo vengo a ofrecer
mi corazón! Y como yo, hay mucha gente. Por eso la escogí”.
–¿El repertorio, entonces, fue dictado por la realidad?
–El repertorio en este caso ha ido saliendo a medida que yo
iba encontrando mi necesidad. Porque para mí, no es la necesidad del otro o la
mía, es la de todos. Si yo veo que alguien está pegándole a otra persona no
digo “déjalo en paz”. Digo: “Déjanos a todos en paz. Porque estás destrozando
el momento idílico de todos los que estamos aquí y ahora; él está recibiendo el
golpe, pero el daño nos lo estamos llevando todos”. El repertorio, en
definitiva, nace de una rabia, de una necesidad personal.
–¿Por qué decidió reversionar canciones que ya había grabado?
–Sentí que en los otros discos no habían sido tratadas de la
manera que a mí me gustaba y que era bueno volver a grabarlas.
–¿No estaba del todo conforme?
–No terminaba de estar a gusto con los arreglos.
–¿Y puede pasar que en algún próximo disco grabe otra versión?
–Sí, porque la música está viva, y muchas veces me gusta lo
que hemos dicho, pero no cómo lo dijimos. En muchas ocasiones, si tuviéramos
oportunidad de volver al momento de la acción y decir lo mismo, pero de otra
manera... Bueno, nos hubiéramos evitado muchos dolores (risas).
–Siempre eres tú, hasta cuando permites que lo hagan los
demás y no estás conforme, estás siendo tú. Y creo que la mejor manera de
reconocerme a mí misma que me equivoqué es haciéndolo bien. No creo en la
culpa, me parece tonta, me parece aburridísima, tremendamente católica. No, la
culpa no hace falta. Yo me hago responsable de que en algún momento la cagué. Y
con mucha alegría, con o sin ayuda, voy a intentar rehacer o ayudar a que
rehagan, ya que tengo la información de dónde falló la cosa. Pero culpable,
¡no! La culpa es pa’ los bajos.
–Y esta vez se hace bien responsable: asume la producción general,
junto a sus músicos. ¿También fue para evitar dolores?
–Yo cogí a mis compañeros y les dije: “Mira, chico, llevamos
muchos discos, muchos productores, vámonos pa’ la acción, porque ya toca”. ¿Tú
crees que una persona que lleva veinte años siendo monaguillo no podría dar la
misa? Yo creo que sí, y en algunos casos hasta lo haría mejor que el cura. Los
cogí y les dije: “Mira, monaguillo a los 40, no mola. Coño, hemos sido buena
gente, hemos pagado: compramos Nike, tomamos Coca-Cola, viajamos en Aerolíneas
Argentinas. Pues bien, llega un momento en que también tienes que permitir que
los demás paguen por tu sueño. Y ese momento lo tienes que escoger tú. Tú lo
has hecho, ahora deja que los demás lo hagan contigo”. Y es también un acto de
autoestima. Y yo creo que en este disco fue un poquito de rebeldía, de decir
vamos a dejar que sea la falta de miedo la que nos guíe.
–¿Qué significó en su carrera Javier Limón como productor?
–Fue decisivo. El hizo un muy buen trabajo, produce muy
bien. Aprendí muchísimo de él, pero precisamente porque tuve un muy buen
profesor, entendí que no necesitaba seguir siendo más alumna. El hizo un
trabajo alucinante, por eso crecí, porque pude aprender.
–¿No es que le quede un mal recuerdo o un reproche?
–Es que para reprochar uno se tiene que sentir muy perfecto,
y a mí la sola idea de la perfección me da horror. Yo en esta vida he venido a
vivir la verdad, a dolerme cuando algo duele, a llorar cuando es preciso. Y sé
que en la vida hay que pagar, si quieres después cobrar. Mira mis compañeros:
son personas que han estado veinte, treinta años estudiando sin parar, poniendo
todo, aprendiendo la gran música, creciendo. ¿Y yo dónde estaba mientras tanto?
En los clubes. ¡Cantando, pasándomela bien! Y con todo el descaro: ah, ¿que no
me ha salido muy bien? ¡Bueno, me tomo un chupito y me sale mejor! (risas)
Pues, si tú quieres pasar la línea e ir hacia el mundo profesional, donde están
los grandes, los merecedores por haber invertido, pues tienes que estudiar. No
te lo vas a llevar tú calentito cuando los demás han pasado años pa’ cocerlo. Y
la vida te lo trae. Aunque tú quieras ser listo y decir: “No, yo paso
directamente, venga, a firmar contrato y a hacerme superfamosa”. No te
preocupes, lo vas a pagar. Lo pagarás. Te toca, te lo mereces, tienes una gran
voz, eres una gran artista, pero tienes que estudiar.
–¿Le pasó a usted, lo pagó?
–Chica, ¡que la estoy pagando! Javier Limón, me costara lo
que me costara, fue una de las mayores universidades a las que yo he podido
aspirar. Me costó muy cara, pero es que aspiro a una gran carrera. Yo no puedo
estar más que agradecida a mis maestros, por muy duros que hayan sido. Porque,
¡jelou! Nací en Palma de Mallorca, viví en un pueblecito así de pequeño, ¡y
mira dónde estoy! En Argentina, en Buenos Aires, para mí era un sueño venir a
esta ciudad a cantar, y muchas de mis compañeras no lo van a conseguir nunca.
Como eso lo tengo tan en claro, desde que empecé en el mundo de la programación
de la música, hace ya bastantes años, me encerré y nunca más volví a salir. Me
dicen que estoy medio loca, quién sabe, será así, es lo que me toca.
–¿Cómo que se encerró y nunca más volvió a salir? ¿A qué se refiere?
–A eso, literal: Me encerré en mi estudio de grabación.
Nunca más salí, no tengo amigos, no voy de marcha, no salgo a ningún sitio, no
voy a fiestas. Me paso la vida encerrada en un estudio, componiendo música,
escribiendo libros. Muchas compañeras, amigas, me dicen: “Estás perdiendo los
años de juventud y de guapería, estás perdiendo el amor que pasa”. Mami, yo
tengo una misión. Si en tu cabeza aparece la información de cómo operar un
corazón, tú no te puedes plantear si te apetece o no, tienes que hacerlo,
porque es una misión. Entonces, yo vivo en mi estudio.
–¿Y qué hace en su estudio?
–Estoy trabajando en montar un estudio especializado en
grabar la voz de las personas, porque yo siento que si nos escuchamos, nos
entenderemos. No estamos diseñados para escucharnos, estamos diseñados para
hablar o escuchar. Si tú te escuchas, te entiendes. Y esto es lo que yo quiero
trabajar, la voz como identidad. No nuestras banderas, nuestras religiones,
nuestra voz como identidad, como el ente en sí que nos representa.
–Usted compuso “Sueño con ella”, no “Sueño con él”. Y se ha definido
como “bisexual, trifásica y tridimensional”...
(Interrumpe, entre risas) –¡Tía, por culpa de eso no me
quisieron alquilar un piso en Madrid! ¡Te lo juro! La señora leyó la revista y
dijo: “¡Uy, ésta se debe pegar unas juergas sexuales que ni te cuento, aquí en
la casa no me interesa!”.
–¿Qué implica esa definición?
–Yo no puedo decir lo que soy, porque todavía estoy en
proceso. Puedo decir lo que he sido, pero no lo que soy ni lo que seré. Yo soy
un ya siendo, soy una teoría del ser. Puedo teorizar: soy bisexual, trisexual,
boyera, boyotronic, masculino, femenino, todo lo que tú quieras, pero si mañana
viene alguien y me hace cambiar el chip, ¿qué te digo, que te mentí ayer?
Siento que esa necesidad constante de que nos definamos es un poco absurda. Las
definiciones me parecen fotografías, y hay cosas que no se pueden fotografiar.
La identidad de un ser no se puede fotografiar porque somos seres con
superpoderes mutantes, somos todos mutantes, y hay decisiones que tomamos a
diario, y es fantástico que así sea. En mi caso, pues, según el día, ¿no? Hay días
que soy más hétero, otros días soy tan homo. Hay días que me gustan los hombres
mucho, días que no me gustan nada, días que me gustan las chicas un poco, días
que me resultan insoportables, días que no estaría con nadie, ¡días en que si
pudiera me cosería el chochete! Y hay días que me haría la raja más ancha. ¡Yo
qué sé! ¡Es que estoy en la lucha, mami! Y uno cuando está en la lucha tampoco
piensa mucho en esas tonterías.
–Lo suyo, para bandera, no sirve mucho. ..
–No, mami, porque las banderas se ensucian, hay que
lavarlas, cuidarlas, coserlas si se rompen, y al fin y al cabo estamos hablando
de una puñetera bandera. Mira, la otra vez celebrábamos que habíamos dado la
vuelta al mundo. Hemos estado tocando en todos los continentes. Y he visto que
todo lo que me cuentan en el diario, es mentira. Te vas a Israel, a Palestina,
a Noruega, a Alemania o a Argentina, y lo único que ves es gente trabajando
todo el día, y sintiéndose desgraciada si pierde el trabajo. Tienen tres meses
para despertarse cuando el cuerpo se lo pide, para dormir cuando el cuerpo se
lo pide, para ir a ver jugar al fútbol a su hijo, pero hay que sentirse
descargado porque no hay dinero. ¡Ay, Dios mío, cómo me voy a preocupar si la
bandera es naranja o verde, si estamos todos en la misma! Yo haría una bandera
gigante con todas, y me haría un vestido bonito. Verías que luego no se puede
lavar en tintorería, porque la mezcla de todas las banderas hace que los
colores se destiñan. Ni pa’ eso sirven las banderas.
(Fuente: Página 12)