“No siento eso de periodista independiente. Sé que los hay,
pero yo no”, reconoce y se define Walter Operto. El comunicador reveló cómo lo
mataron a Ernesto Guevara.
Por Graciana Petrone
Desde hace siete años dirige el Centro Cultural La Nave y es
en ese lugar, que funciona en el subsuelo de la Asociación Bancaria, en San
Lorenzo y Corrientes, en el que pasa la mayor parte de las tardes y las noches
coordinando ensayos y castings, o preparando las puestas en escenas de obras
teatrales. Hoy también evoca ese pasado intenso que está más cerca de la
construcción y reconstrucción de la historia misma del país que de lo
anecdótico, porque para Walter, que trabajó como reportero y cronista desde
1954, en esa profesión no hay medias tintas. “No siento eso de un periodista
independiente. Sé que los hay pero yo no lo fui y mi generación participó
siempre, de una manera u otra”, dice, y se pregunta: “¿Cómo podés ser un
periodista independiente en un país en llamas, en un país por construir, en un
país en donde hay estados revolucionarios y donde hay injusticias?”.
En 1955, la Revolución Libertadora lo encontró en la
redacción de los diarios Democracia y Rosario, dos publicaciones que respondían
al gobierno de Juan Domingo Perón, aunque “con el peronismo proscripto teníamos
mucho trabajo porque nos ocupábamos, entre otras cosas, de las luchas de los
obreros azucareros en Tucumán”. También cuenta que le tocó cubrir, desde sus
comienzos, la aparición de lo que algunos llamaron “los curitas rebeldes”, un
fenómeno que revolucionó la lectura de los Evangelios y que cuestionaba, entre
otras cosas, la estructura vertical de la Iglesia Católica o la distribución de
la riqueza. Ese grupo fue el que después se conoció como los sacerdotes del
Tercer Mundo.
EL CHE Y EL FACTOR AZAR
Si bien le sobran los motivos para hacerlo, Walter nunca
alardea de sus experiencias en el periodismo pero cuando se le pregunta por la
investigación de la muerte del Che
intenta no dejar afuera del relato ningún detalle. “Ocurrió hace muchos
años, tengo que hacer memoria…”, dice mientras sonríe, y después de unos
segundos explica que a finales de la década del 60 trabajaba como redactor en
la revista Así y en Crónica junto a colegas como Joaquín Gianuzzi (también
conocido como “el poeta nacional”) y
Juan José Sebrelli. Algunos de los colaboradores eran Abelardo Ramos o Alberto
Jauretche. “Toda una militancia periodística de izquierda nacional en la
búsqueda de la síntesis para construir”, evoca.
En octubre de 1967, entre los rumores que decían que el Che
estaba desparecido, preso en Cuba o que había muerto en el Congo, llegó un
cable a la redacción de la revista con la información de que había caído
durante una batalla en la Quebrada del Yuro, en Bolivia y cuenta: “Eso es lo
que me mandaron a cubrir, viajamos con el fotógrafo Hugo Lazaridis en un avión
Cesna que tenía Crónica y en Valle Grande, la ciudad en la que bajaron el
cuerpo del Che al día siguiente de su captura, yo inicio una serie de
investigaciones”.
Operto expone esos detalles con tranquilidad, como si
reviviera con cada palabra los entretelones de una experiencia única, por la
que cualquier periodista quisiera pasar. Después explica que el cuerpo del
revolucionario fue exhibido durante seis horas en el hospital Señor de Malta y
ahí el coronel Selnich, del ejército boliviano, le dice que el Che había muerto
por las heridas recibidas en combate luego de caminar unos diez kilómetros,
herido. Sin embargo, cuando el cronista le pide entrevistar a los soldados que
pelearon contra la guerrilla, para corroborar los hechos, el militar le dice
que eso no va a ser posible “porque no están en Valle Grande”.
“Cuando hablo con uno de los médicos que había hecho la
autopsia del cadáver del Che me describe que el cuerpo tenía siete disparos: en
piernas, en el hombro izquierdo y en los brazos, pero que ninguno era mortal.
Sí me dijo que tenía uno de muerte a la altura de la tetilla izquierda y
entonces le pregunto si en esas condiciones podría haber caminado diez
kilómetros y me dice que de ninguna manera, que ese tiro le provocó la muerte
instantánea”, explica. En ese contexto es que juega un papel fundamental el
factor azar y hace que Operto se encuentre, sin buscarlo, a los soldados en el
hospital de Valle Grande, cuya presencia le había sido negada por el coronel.
“Así fue que recogimos cinco o seis testimonios de los
soldaditos que decían que el Che había sido fusilado al día siguiente y no en
combate, lo que contradecía a la información oficial que el gobierno boliviano
todavía sostenía acerca de que había muerto por las heridas recibidas en la
lucha el día anterior”, recuerda, y también cuenta que a esa entrevista se le
sumó el camarógrafo Chousiño, que trabajaba como corresponsal en Buenos Aires
de la cadena norteamericana Columbia Broadcasting System (CBS), quien registró
las imágenes. Sin embargo, durante los dos días siguientes el gobierno de
Bolivia sostuvo su versión y acusó a Operto y al fotógrafo de la revista Así de
ser “periodistas pagos por la guerrilla”, y evoca: “Cuando llegamos a Buenos
Aires escribí la nota con todo ese material, fue una primicia mundial. Después
se difundieron las secuencias por la CBS en Nueva York en la que yo aparecía
preguntándole a los soldaditos, y eso derrumbó la versión oficial boliviana, la
que también era sostenida por Estados Unidos en aquel momento”.
Dos años después de aquella investigación sobre el Che formó
parte de un grupo de dramaturgos que se reunían en el teatro Payró, en Buenos
Aires, y que estaba coordinado por Jaime Kogan. Cuenta que el director lo
convocó a él, a Rodolfo Walsh, Alberto Adellach y a Ricardo Monti “para
construir un repertorio de teatro político, para que fuera una herramienta de
reflexión y debate en aquel momento”, y aclara que los encuentros no
continuaron porque una bomba puesta por la Triple A voló la emblemática sala.
De esas reuniones salió su primera obra: “Ceremonia al pie del obelisco”.
Para Operto, la dramaturgia está muy cercana a las prácticas
de las estructuras periodísticas. “Yo descubrí que podía hacer teatro
trabajando como periodista porque el periodismo es eso: contar historias”,
asegura. También, un tanto melancólico, dice que hubo episodios en su vida que
tal vez no fueron tan fuertes como el del “Che” pero que lo marcaron como
profesional y como hombre. Algunos son el último reportaje que le hizo al sindicalista
Rucci, la muerte del sacerdote Carlos Mujica, de quien además era muy amigo y
muchas otras notas que “dan vueltas en su cabeza” pero que giran sobre lo
mismo: ayudar a reflexionar a que los grupos
sociales retrasados encuentren un espacio para expresarse. “No sé si fue
una decisión política, creo que fue una decisión de vida. –dice con una
sonrisa– También colaboré con organizaciones armadas… en fin, creo que en vez
de una nota tendríamos que escribir un libro”.
Fuente: El Ciudadano
web - Publicado el 27 mayo 2013