Nicolás Adet reinstala la pregunta acerca de quién es
periodista en Argentina, si el que estudia para serlo o el que tiene vocación
para entender el lenguaje comunicacional.
Por Nicolás Adet
Muchas veces, en medio de la voracidad informativa, la
demanda de contenidos y la fugacidad de datos de las redes, el concepto de
periodismo profesional y demás concepciones de sujetos que informan se separa
por una delgada línea. ¿Quién es periodista en Argentina? ¿El que estudia para
serlo? ¿O el que tiene vocación para entender el lenguaje comunicacional? En
muchos casos las empresas de medios suelen rechazar a personas con un título
frente a personas que tienen idoneidad para el discurso periodístico.
En Argentina, según el Estatuto del Periodista Profesional
(ley 12.908), se considera periodista “a todas las personas que realicen en
forma regular, mediante retribución pecuniaria, las tareas que le son propias
en publicaciones diarias o periódicas y agencias noticiosas”. La ley detalla
que la extensión de la definición abarca desde el director de un medio hasta el
colaborador permanente.
No sólo el requisito de brindar información es necesario
para la caracterización de un sujeto dentro del papel de periodista
profesional, el aspirante necesita dos años de trabajo en relación de
dependencia para lograr la acreditación de un carnet emitido por el Ministerio
de Trabajo, algo que no sucede en la práctica, como bien plantea el abogado
Damián Loreti. “El régimen legal de la actividad no establece requisitos
académicos ni de colegiación para ser considerado periodista profesional”,
expresa Loreti, y más tarde agrega “la actividad periodística, respecto de
quienes se desenvuelven en la misma sin ser propietarios de los medios, se
desarrolla mediante la relación laboral que vincula al profesional con la
empresa que utiliza su fuerza de trabajo y su ‘mente factura’”.
Una gran parte de quienes discuten entre la tesis de la
colegiación de periodistas y la ausencia de la misma para ser considerado
profesional se basa en lo que sostiene el estatuto mencionado anteriormente y
en diversos casos a modo de ejemplo a nivel mundial, donde no es necesario
contar con ciertos requisitos formales para ejercer como periodista.
En nuestro país, gran cantidad de medios alternativos e
independientes con excelentes análisis de la realidad, información y estética
editorial fueron realizados por personas ajenas al ámbito académico. El caso de
la revista La Garganta, creada por la asociación social La Poderosa, es un
ejemplo claro y concreto de periodismo con altura, realizado por periodistas y
chicos pertenecientes a villas de Buenos Aires. El periodismo visto desde la
figura del periodista como figura irrefutable de la realidad queda de lado, se
anula la concepción de que sólo una estricta élite asciende en la escala social
de ser llamado periodista y escribir verdades absolutas. Tal definición propia
de la década del ’90, donde la sociedad mantenía una confianza ciega en gran
parte del periodismo, desapareció en los últimos tiempos.
Hoy en día, analizar el contexto social y tratar de
descifrarlo para poder expresarlo en una síntesis de información es una tarea
que ya no sólo se limita a un grupo acotado de periodistas de academia ni
representa el centro de la verdad absoluta. Tampoco se mantiene sólo una cara
de la moneda, no se está tratando de decir que no se debe estudiar para ejercer
la ardua tarea de informar, sino que la condición no es excluyente mientras el
lenguaje comunicacional se maneje de un modo aceptable.
Como plantea Loreti, “el impacto del crecimiento de los
institutos dedicados al estudio de la comunicación social y el periodismo
(universidades, institutos terciarios, academias, círculos y escuelas) han
creado una falsa creencia respecto de la viabilidad y conveniencia de permitir
el acceso a la profesión a quienes se graduaran en estas instituciones” y en
cierta forma no se sabe verdaderamente si se “ha cumplido o no un cometido
determinado a favor del derecho a la información”.
La apertura de posibilidades a las puertas del periodismo
puede ser una gran oportunidad para la pluralidad de voces y nuevos proyectos
comunicacionales, mientras el nivel de contenidos tratados con ética
profesional se mantenga y el compromiso con la realidad se convierta en el eje
central. Tanto de periodistas colegiados como no colegiados.
(Fuente Página 12)