jueves, 29 de mayo de 2014

TODO LO QUE NECESITAS SABER SOBRE EL PSICOANÁLISIS

En el libro "Todo lo que necesitas saber sobre psicoanálisis", la psicoanalista y ensayista Silvia Ons parte de la imposibilidad lógica del título de su libro para advertir sobre los riesgos que acechan a su práctica y para aprender de los impasses que revelan la verdad de los nuevos síntomas.

El libro, publicado por la editorial Paidós, es de una escala divulgativa, muy informada, que no cede a la banalización en la que suele caer esta clase de colecciones.

Ons es analista miembro de la Escuela de Orientación Lacaniana (EOL) y de la Asociación Mundial de Psicoanálisis (AMP). Es autora, entre otros libros, de Comunismo sexual y de Una mujer como síntoma de un hombre.

Esta es la conversación de la entrevista que le hicimos.

¿Cómo es escribir un libro que tiene ese título, menos por su ambición totalizante sino justamente por lo contrario?

Esa es la pregunta que me formulé cuando la editorial me propuso este título, que forma parte de una colección: Todo lo que necesitas saber sobre…ciencia, Malvinas, economía, etc. Inmediatamente, en el prólogo, cuestiono la idea de todo, tan opuesta al espíritu del psicoanálisis, pero acepto el desafío ya que me interesa la difusión del mismo y la extensión que esta colección posibilita. Es imposible reunir en un libro todo lo que se necesita saber sobre el psicoanálisis; ni en un libro ni en centenares, ni a lo largo de una vida consagrada a su estudio, ya que nunca habrá todo. Pero además hay un saber que los sujetos captan en su análisis que es el del propio inconsciente no escrito en los libros; así, la clínica confronta con lo que no se sabe, con lo que sorprende, con lo imposible de totalizar. Hay una trasmisión del psicoanálisis que se realiza a través de la experiencia analítica y de lo que enseñan las formaciones del inconsciente. La experiencia analítica enriquece a la teoría y hace que esta no sea terreno clausurado, depósito intocable, conjunto cerrado. Quizá por ello Lacan dice que el analista debe reinventar el psicoanálisis cada día, nutriéndolo con la semilla de la clínica. Sin embargo, vale el esfuerzo por ubicar algunos conceptos para aclarar la temática al lector. Se trata, para mí, de un empeño que obedece al estado actual de la divulgación de esta teoría y también al estado actual del malestar en nuestra civilización.

¿En qué se diferencia el libro, aparte de las cuestiones más obvias, de alguno de los diccionarios de psicoanálisis que andan dando vueltas?

Se trata efectivamente de un diccionario que se diferencia de los conocidos por varias razones. La más relevante es que puede ser leído por un público amplio, es decir no solo por psicoanalistas; sin embargo, ello no implica una banalización de los conceptos, hay claridad en su exposición y al mismo tiempo rigor. He tratado de definir los conceptos más significativos de manera clara, desbrozando lo esencial y no ahorrando por ello la lectura de las fuentes. En cada término figuran las definiciones necesarias trazadas por Freud y por Lacan y también mi propia enunciación en la manera de enfocarlas.

El libro no pierde de vista el horizonte de la época. ¿Cómo trabajaste esa cuestión?

Efectivamente, otra de sus diferencias con los diccionarios vigentes es que incluyo temáticas vinculadas con los síntomas de la época como las anorexias, bulimias, adicciones, violencia, pánico, sujetos sin brújula, etc. Muchas veces se acusa a los analistas de no mantenerse en su campo, incurriendo en análisis sociológicos, al explorar los fenómenos sociales de su tiempo. Sin embargo, fue Lacan quien se refirió al síntoma social, y fue también Freud quien no dudó en caracterizar a su cultura como neurótica. Tanto Freud como Lacan querían franquear los marcos a los que el psicoanálisis puede quedar confinado si no se lo inscribe en la cultura. Tanto uno como otro sabían que tal empresa no era posible sin una exégesis de su tiempo. Pero cierto trecho histórico separó sus respectivas enseñanzas. Freud decía que se podía hablar de culturas neuróticas, con la salvedad que en la néurosis individual se cuenta con el contraste que separa al enfermo de su entorno, aceptado como normal mientras que, en una masa afectada de manera homogénea falta ese trasfondo. Es interesante tal observación, ya que ella nos lleva a advertir que los sujetos inmersos en una comunidad pierden criterios para localizar los puntos sintomáticos de su tiempo. Lacan, en cambio, caracterizó a su época como forclusiva, y no tanto como represiva, diciendo que lo que distingue al capitalismo es el rechazo Verwefung de todos los campos de lo simbólico de la castración y del amor. Y no dudó en afirmar que es el psicoanálisis quien les daría alojamiento. Se trataría aquí de una forclusión producida por un sistema social. Lacan no retrocede a la hora de diagnosticar una época y sus mecanismos, incluso en utilizar aquellos que extrae de las estructuras clínicas. No es indiferente que Freud hable de una cultura neurótica, dándole, en este sentido, un valor a la represión mientras que Lacan se refiera a un mecanismo que tradicionalmente caracterizó a la psicosis. La primera se corresponde con la época victoriana que hizo que Lacan dijese que de no existir la reina Victoria, no hubiera existido el psicoanálisis, mientras que la segunda corresponde al capitalismo tardío, en la cual necesariamente la cultura incide en los síntomas que los pacientes traen al consultorio.

Además de los psicoanalistas, como autora ¿pensaste en un público más amplio, pensás en un público más amplio?

Usualmente, la trasmisión del psicoanálisis, además de efectuarse en la misma experiencia analítica, se realiza en lugares específicos, grupos o instituciones consagradas conformadas por psicoanalistas o aspirantes, mientras que su divulgación a la comunidad queda -salvo excepciones- en manos de quienes simplifican sus conceptos. Muchas veces el psicoanálisis corre el riesgo de quedar confinado a una jerga, que pierde su relación con la clínica, y a una propagación periodística donde se banaliza lo esencial. Hace años que mi deseo es llegar a círculos que trasciendan los marcos de la capilla analítica. Anhelo que no se funda solo en una cuestión epistémica, ya que creo que el psicoanálisis es un aporte fundamental en nuestra civilización. Sus marcas han trazado poderosamente el siglo pasado; sus influencias en la cultura se expandieron de manera ubicua. El teatro, el cine, la literatura, la filosofía, el arte y la vida de las personas supieron de su impronta. Y su peso fue paralelo al de las distintas resistencias que siempre lo acompañaron: el psicoanálisis es un sobreviviente. Pero las incidencias de un saber, aun en su efectividad, no indican necesariamente qué es lo más profundo que este atesora, y hay que volver una y otra vez para que no pierda su pujanza. Siempre recuerdo que Jorge Alemán hace ya quince años dijo que el psicoanálisis debía cambiar su narrativa para sobrevivir, deseo que mi narrativa se inscriba en ese cambio.

Después del Congreso de París, ¿el psicoanálisis está bien de salud?

Interesante pregunta que me lleva a formular otra: los psicoanalistas, ¿están bien de salud? Lacan quería que los psicoanalistas estuviesen siempre en el banquillo de los acusados en el sentido de someterse día a día a la prueba de verificar si están a la altura del psicoanálisis. Dijo incluso que de tener que elegir entre el psicoanálisis y los psicoanalistas, optaba por el psicoanálisis. Quizá sea bueno pensar que los psicoanalistas están mal de salud ya que tienen síntomas que pueden obstaculizar el trabajo analítico, pero eso es bueno: los lleva a someterse a la prueba. El fracaso no es una mala palabra para el psicoanálisis así como las resistencias del paciente son una brújula que permite que nos orientemos acerca de que en esos puntos hay algo importante. La buena salud de los psicoanalistas sería fatal para el psicoanálisis ya que los privaría de la necesidad del control, de la revisión de sus acciones, no hay analista consumado y nunca se está más allá del control. La práctica del psicoanálisis implica siempre el control y de ello se trató -entre otras cosas- muy especialmente en este Congreso.

¿Qué desafíos teórico-prácticos están en la mira hoy? ¿Cuáles destacarías?

Volviendo al Congreso, cuyo tema ha sido ¿Qué real para el siglo XXI? se ha considerado la incidencia de lo real sobre la evolución del mundo en el que vivimos y en sus consecuencias sobre nuestra manera de pensar el psicoanálisis en el siglo XXI.

Este siglo está afectado por dos factores históricos relevantes: el desarrollo tecnológico y el capitalismo y ello -como dice Jacques-Miller- afecta la estructura más profunda de la experiencia humana. Nuevas formas de procreación y de identificaciones sexuales ponen sobre el tapete nuestra manera habitual de pensarlas, al punto tal que Mónica Torres en su ponencia afirmó que estas maneras inéditas no pueden inscribirse en las fórmulas de la sexuación propuestas por Lacan. Pero no solo son estos cambios y los nuevos síntomas los que interpelan a los psicoanalistas sino las nuevas creencias que ponen en jaque a la necesaria creencia en el síntoma para que pueda haber análisis. Dicho de otra manera: es la tecnología la que ocupa el lugar del Dios que ha muerto, es la creencia en la ciencia como nuevo Dios y en sus productos, es la industria farmacológica la que ofrece “ soluciones” tendientes a olvidarse del síntoma y de la verdad que este conlleva. En los últimos tiempos, el pensamiento de Sigmund Freud ha sido objeto de crecientes críticas.

Podría decirse que las impugnaciones al psicoanálisis lo acompañan desde sus propios orígenes. Pero al período de las resistencias iniciales le sucedió otro de amplia difusión y aceptación general logradas muchas veces, también hay que decirlo, a expensas del rigor.


La impiadosa visión negativa y el encarnizamiento pasional testimonian que la potencia revulsiva del pensamiento de Freud sigue intacta y sus ideas resultan indigestas para una sociedad no menos hipócrita que la suya. Más sutilmente hipócrita, sin duda. Si se trata de suprimir síntomas molestos, poner lo más rápidamente posible a un sujeto en condiciones de retomar el automatismo ciego de la vida actual, reintegrarlo al mercado como productor exitoso y sobre todo, como consumidor voraz e insaciable, reactivando sus apetencias, es plausible que el tratamiento psicoanalítico no sea el camino más indicado. Mejor antidepresivo o una reeducación cognitivista. Lacan se preguntaba si el psicoanálisis rendiría sus armas frente a los impasses crecientes de la civilización. Quedará en manos de los analistas ese destino y es mejor que pensemos en nuestra mala salud para proteger a nuestra doctrina. El real del siglo XXI también nos afecta pero como dice Hölderlin en el peligro crece lo que nos salva, pero hay que divisarlo.

(Fuente: Telam)

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