La duración del ataque conocido como bullying, o acoso
escolar, es directamente proporcional a la cantidad de espectadores pasivos que
haya en el aula, lo que hace que las medidas deban dirigirse a esa “mayoría
silenciosa” que sostiene de alguna manera la agresión.
"En las aulas donde hay más espectadores pasivos
también hay más víctimas y por eso una de las medidas que hay que tomar en
pleno conflicto es “disolver” a la audiencia, o sacarla de la escena para que
el ataque termine", dijo a Télam Paula Sansalone, coordinadora de
Investigación de Anti Bullying Argentina (ABA).
La psicóloga de la entidad que aborda la problemática con
docentes y alumnos a través de un programa específico destacó que “no es menor”
poner atención sobre esta “mayoría silenciosa”, porque su incidencia “no es
menor” en el problema.
Candelaria Irazusta, directora de ABA, reafirmó la idea de
que “cuanto mayor sea la cantidad de espectadores pasivos menor va a ser la
posibilidad de que la solución salga del aula misma, que es la respuesta más
efectiva”.
Por ese motivo, añadió Irazusta, “hay que convertir a esos
espectadores pasivos en activos. Para lograrlo, nos pusimos a ver cuántos
chicos de un grupo y de otro había en las aulas”.
Y nos interpelamos acerca de “qué es lo que los llevaba a
ser una u otra clase de espectador”, dijo la especialista.
“A los activos, a los que se involucran en la situación para
impedir que continúe el ataque, les preguntamos cuáles pensaban ellos que eran
las creencias que los hacían intervenir para frenar un caso de bullying”,
contó.
Algunas de esas respuestas fueron: “Porque es mi amigo”;
“porque tengo que ser bueno con el otro”; “porque no es justo”; “porque lo molestan por algo que yo también
hago o me gusta”.
Para las especialistas, “la regulación debe surgir desde
dentro del aula aunque la normativa sea institucional porque es en ese espacio
donde el agresor encuentra esa audiencia”.
Las evaluaciones diagnósticas hechas a lo largo de varios
años por la organización arrojó que “es necesario intervenir en el grupo mismo
donde las creencias surgen y a su vez se mantienen y refuerzan”.
“No basta con trabajar con los chicos que agreden, ´para que
puedan lograr empatía’. La falla no tiene tanto que ver con que los agresores
‘no puedan ponerse en el lugar del otro’”, advirtió Sansalone.
En este sentido, para las especialistas, hay que poder “dar
en la tecla” con la identificación de lo que sucede con el grupo, detectando
por dónde pasan los ejes de poder que funcionan en el aula y no solo mirar al
agresor o agresores y a la víctima.
El acoso escolar tiene que ver con un cambio de la cultura
institucional y un cambio social y los últimos aportes a la problemática se
dirigen a estudiar el “clima socioemocional” de los grupos, a la compresión de
la dinámica grupal.
“En un aula con impunidad, sin consecuencia a los ataques,
la agresión no es competencia de los alumnos”, resumieron las especialistas que
explicaron que “los índices de victimización, de acoso, tipos de agresiones,
dónde se dan y en qué momento,
son tan importantes como el clima socioemocional de ese
grupo”.
Ese clima se construye sobre la base de “la percepción de
justicia y de impunidad, la claridad en las normas, el nivel de pertenencia
grupal y empatía y el nivel de ayuda de los docentes percibida por parte de los
chicos”, precisaron.
Para las psicólogas, “registrar, expresar y regular las
emociones son parte de esas habilidades para la vida que con el nombre de
alfabetización emocional hoy conforman una competencia necesaria de los
docentes”.
El bullying o acoso escolar es crónico, sostenido en el
tiempo y se da entre pares, con un desbalance significativo de poder entre uno
y otro. A diferencia de la violencia escolar que es circunstancial y se da en
cualquier dirección entre alumnos, padres y docentes.