En los primeros días de 1955 podía percibirse un clima raro.
La situación política se había ido complicando y la falta de una oposición
partidaria con capacidad para imponerse en los términos en que la democracia lo
permitía parecía complicar aún más las cosas para los enemigos del peronismo.
Las instituciones históricas argentinas serían llamadas entonces a encabezar al
gobierno constitucional de Perón.
La Iglesia y los sectores más rancios de las Fuerzas Armadas
comenzaron entonces a activar su resistencia y Perón y la fuerza que encabezaba
no se quedaron atrás. Antes “Braden o Perón”, ahora “Perón o Cristo”, se
escuchaba a viva voz. “Perón sí, curas no” se escuchaba como respuesta. En mayo
de 1955, luego de varios ataques de uno y otro lado, el gobierno suprimió la
obligatoriedad de la enseñanza religiosa que había aprobado años antes. La
respuesta de la iglesia fue la masiva convocatoria a la marcha del Corpus
Christi.
Las idas y vueltas se manifestaron en el choque entre
peronistas y militantes católicos alrededor de la Catedral, la excomunión de
Perón y la quema de las Iglesias del 16 de junio. Este mismo día, Perón llegó
como de costumbre muy temprano a la Casa Rosada. Comenzó recibiendo al director
de la SIDE, quien le dio preocupantes informaciones, que encendieron la alarma.
Todavía muy temprano, Perón recibió primero al embajador norteamericano, pero
de inmediato se alteraron los planes.
El presidente se enteró de que el desfile aéreo preparado
para ese día podía ser utilizado para bombardear la Casa de Gobierno. Perón fue
convencido de trasladarse al Ministerio de Guerra, cruzando Paseo Colón, desde
donde, a las 12.40 horas, escuchó el bombardeo. Era la primera capital de
Sudamérica en ser bombardeada por sus propias fuerzas armadas. Los aviones
atacantes, punta de lanza de un alzamiento en varios puntos del país, llevaban
en sus colas una “V” y una cruz que señalaban “Cristo Vence”.
Sobre la Casa Rosada cayeron 29 bombas, otras cayeron sobre
la Pirámide y una sobre un trolebús lleno de gente. Centenares de personas se
congregaron de inmediato en la Plaza para defender a Perón. Pero las bombas no
cesaron. En la Plaza de Mayo y sus alrededores quedaron los cuerpos de 355
civiles muertos. Los conspiradores no eran sólo militares. También había
numerosos civiles. El alzamiento fue frenado. Pero meses más tarde Perón ya no
resistiría.
En recuerdo de la fecha del criminal bombardeo, traemos las
palabras que pronunciara Juan Domingo Perón por cadena nacional de radio y
televisión aquel 16 de junio de 1955.
Fuente: Diario La Prensa, 17 de junio de 1955; en Felipe
Pigna, Los mitos de la historia argentina 4, Buenos Aires, Planeta, 20
“Lo más indignante es que hayan tirado a mansalva contra el
pueblo (…) Es indudable que pasarán los tiempos, pero la Historia no perdonará
jamás semejante sacrilegio. (…) Nosotros, como pueblo civilizado, no podemos
tomar medidas que sean aconsejadas por la pasión, sino por la reflexión (…) Para
no ser criminales como ellos, les pido que estén tranquilos; que cada uno vaya
a su casa (…) les pido que refrenen su propia ira; que se muerdan, como me
muerdo yo, en estos momentos, que no cometan ningún desmán. No nos
perdonaríamos nosotros que a la infamia de nuestros enemigos le agregáramos
nuestra propia infamia (…) Los que tiraron contra el pueblo no son ni han sido
jamás soldados argentinos, porque los soldados argentinos no son traidores ni
cobardes, y los que tiraron contra el pueblo son traidores y cobardes. La ley
caerá inflexiblemente sobre ellos. Yo no he de dar un paso para atemperar su
culpa ni para atemperar la pena que les ha de corresponder. (…) El pueblo no es el encargado de hacer
justicia: debe confiar en mi palabra de soldado (…) Sepamos cumplir como pueblo
civilizado y dejar que la ley castigue…”
(Felipe Pigna - www.elhistoriador.com.ar)