Han pasado más de cuarenta años de un fenómeno musical que está grabado en las páginas del rock nacional como La Pesada del Rock and
Roll. Quien fuera su líder, Billy Bond, hoy un exitoso empresario teatral en Brasil, llegó al país y asegura que quiere generar una Pesada 2014,
con viejas glorias y estrellas contemporáneas. Aquí la entrevista.
Este señor mayor que gesticula e
intercala modismos en portugués con expresiones profundamente porteñas, dice
que vino a aclarar algunas cosas. Han pasado más de 40 años del tiempo en que
Billy Bond –Giuliano Canterini tal su nombre verdadero, italiano de nacimiento–
fue protagonista de la por entonces pequeña historia del rock argentino.
Su
alias artístico está invariablemente vinculado a una marca tan contundente como
La Pesada del Rock and Roll, y así figura en la memorabilia propia del período.
Aquello era un colectivo informal de músicos que él de alguna manera generó y
condujo a principios de los ’70 y que incluyó entre sus integrantes más o menos
estables a Pappo, Pomo, Vitico, Black Amaya, David Lebón, Javier Martínez, Luis
Alberto Spinetta, Charly García, Kubero Díaz, Alejandro Medina, Javier Martínez
y Jorge Pinchevsky entre los más notorios. “Yo creo que era el único tipo que
los podía concentrar a todos, porque eran mis amigos”, declaró en el libro
Historias del rock de acá de Ezequiel Abalos, y no le faltaba razón.
Capaz de combinar
carisma rocker y astucia para los negocios, el tal Billy operó como elemento
aglutinante de un variopinto rejunte de espíritus libres (no exentos de ego, ya
en esa época). Fue una experiencia intensamente loca, como casi todo lo que
sucedía en aquella época, que dejó como testimonio para todos los tiempos tres
discos inclasificables de rock, blues y psicodelia que aún hoy, pasadas cuatro
décadas, tienen vigencia. Si una radio de rock hoy, en 2014, programa Tontos o
Salgan al sol –tal vez las dos canciones emblemáticas del grupo–, no
desentonan. Suenan brutales, urgentes, modernas. Y les pasan el trapo a más de
uno. Tal vez ése sea el mayor legado de este señor para la música popular
argentina del siglo XX. Y él lo sabe.
Y ahora en Buenos Aires, huyendo del
Brasil futbolero que detesta, vino a tratar que germine la semilla de un
“regreso” de La Pesada. Una nueva Pesada, debe entenderse: que reúna a algunos
de esos históricos (los que viven y están en condiciones) con otras dos
generaciones de músicos de rock que darían bastante de sí para tocar y cantar
las dos mencionadas y otras tantas canciones clave de aquella experiencia. El
nuevo plan de Billy Bond para este 2014 es juntar a Alejandro Medina, Javier
Martinez y Claudio Gabis (nótese que se trata de Manal, nada menos,
irreconciliables entre ellos hasta ahora) con Ricardo Mollo, Skay y Chizzo
Napoli por nombrar algunos. Y que sea en un show gratuito y al aire libre,
antes de fin de año. Producido por él, tal vez junto a Mario Pergolini y su
proyecto multimedia Vorterix. De todo esto se sabrá con mayor certeza en unas
semanas, tal vez.
Instalado por un par de semanas en un hotel boutique de San
Telmo, entre visitas a amigos y rondas de negocios vinculados al teatro musical
–su especialidad, con la que se hizo millonario en Brasil–, Billy Bond dice que
vino para que “se dejen de hablar boludeces” sobre la historia de La Pesada y,
más específicamente, sobre el mitificado “rompan todo” que le atribuyen y que
determinó el primer gran escándalo que el rock les dio a los medios masivos de
la época, cuando una pequeña multitud destrozó instalaciones del Luna Park en
octubre de 1972. En un recital de La Pesada, por cierto. Y en un tiempo agitado
en Buenos Aires y en la Argentina. Ahora, 40 años después, Billy Bond no
responde ni quiere hablar sobre aquella frase, si la dijo o no la dijo. En
diálogo con Miradas al Sur, responde sobre las particularidades que diferencian
a los músicos argentinos de los brasileños, si el rock del reviente alguna vez
existió y cómo fue que él, anarco por naturaleza, terminó subiendo a tocar en
un festival de la Juventud Peronista que celebraba la victoria del Frejuli en
la cancha de Argentinos Juniors.
Se fue a Brasil a mediados de los ’70. ¿Con qué se encontró allá?
Primero las minas... Las mujeres son impresionantes allá. Y
el sol, la playa. Y la bondad y el cariño y la simpatía que los brasileños
tienen. Aquí te invitan a tomar un café, allá los brasileños te llevan a tu
casa. Cuando llegué, 1975, ’76, en Brasil había pasado el tiempo de la
represión más fuerte: Caetano había vuelto, Milton cantaba lo que quería, Gil,
Chico Buarque habían vuelto. Todos los que eran militantes de izquierda o
supuesta izquierda, estaban sueltos. No era lo mismo. Tanto que el primer artista
que produje allá fue Ney Mattogrosso, un artista increíble, abiertamente
homosexual, bisexual, travestido... A través de Ney y el impacto que generó ese
disco en Brasil, conocí a los grandes: Milton, Caetano y toda la gente
importante de la música popular de allá. Trabajé con muchos de ellos, además.
Esta semana Chico Buarque cumplió 70 años, algo que generó mucha
cobertura en Brasil, aun en medio del Mundial. ¿Cómo es él? ¿Es la otra cara de
la moneda de Caetano Veloso, por ejemplo?
Son totalmente diferentes. Caetano es un poeta de puta
madre, Chico también... Los dos son personas muy instruidas, hablan verdadero
portugués, el portugués correcto. El 80% de los brasileños no habla portugués,
hablan una especie de lunfardo propio de una mezcla de razas, los del Norte,
los del Sur... Caetano y Chico tienen una raíz muy portuguesa, para mí son los
únicos dos que tienen esa formación y esa información. Eso los une. Pero Chico
es más realista y Caetano, por los ácidos y la marihuana, es más volátil. Chico
se exila en Italia y Caetano en Inglaterra, fijate la diferencia. Uno eligió la
cuna del latin, de la lengua que determinó la cultura latina. El otro, el
flower power, la psicodelia... Caetano se crió de una forma libre. Chico es más
careta, más tradicional, viene de una familia de clase media alta,
intelectuales. Es, además, bien para adentro, para que suba al escenario a
cantar lo tenés que convencer dos años antes. No le gusta hacer shows, es más
de escribir y reflexionar. Y Caetano es más extrovertido, para él es algo
natural salir a cantar y bailar en un escenario. Lo otro que tiene, que Chico
no tiene, es que se trata de un instrumentista virtuoso, la gasta...
¿Por qué cree que, a pesar de la vecindad, les cuesta tanto a los
músicos argentinos entrar en Brasil? Al revés, diría que resulta más fácil:
Caetano aquí es amado, lo mismo otros tantos…
Hay muchas diferencias. Sobre el idioma, por ejemplo, los
brasileños se comunican mejor: el idioma portugués asimila fácilmente el
español. Entonces, Caetano habla español. Ahora, Charly García no habla
portugués. Casi todos los argentinos creen que van a Brasil y hablan portugués
de manera instantánea... Es que el idioma español es duro, seco. El portugués
es dulce, canta. La música que el argentino toca en su origen es marcha, de ahí
viene el tango. El brasileño toca música cadenciosa, con percusión y ruidos de
pájaros. Por eso en Brasil entran mucho más los latinoamericanos del norte,
cubanos, colombianos, centroamericanos entran por arriba, vía Recife, Salvador
y Río... Volviendo a esto, el tango y el samba son radicalmente opuestos,
entonces es muy difícil cuando alguien que no es tanguero pretende entrar.
Cuando ellos van a escuchar rock, escuchan a los ingleses. ¿Para qué carajo
quieren ver a un argentino haciendo rock? Esa es básicamente, para mí, la
explicación. Claro que reciben muy bien el tango, y también el folklore... Con
Mercedes Sosa pasaba siempre. Ella era el equivalente a lo que pasa acá con
Caetano. La veían a la Negra, con el poncho, con esa voz, ahí sí que se
impresionaban: ¡estos son argentinos! Cuando los brasileños vinieron a tocar
rock, salvo Paralamas, no les fue bien acá.
¿Por qué los músicos de rock argentino de su generación no se mantienen
vigentes y en buena forma artística? En general, andan por ahí, tocando en
bares pequeños, otros como Pajarito Zaguri mueren en el anonimato...
No tengo la verdad absoluta por supuesto, pero puedo decir
lo que no hay que hacer. Allá Caetano cuida de su carrera, se cuida de lo que
dice, dejó de drogarse hace mucho tiempo, está en constante creación... Aquí me
entero que Javier (Martinez) abandona el barco de vez en cuando, que Alejandro
(Medina) no para de tomar, David Lebon tenía que tocar como un invitado a un
show y no fue al ensayo. Cada uno paga por sus pecados. Yo estoy aquí. Sé lo
que estoy haciendo. No se me escapa nada, y si se me escapa es porque yo
quiero. Yo me doy cuerda, me reciclo todo el tiempo. Soy un escorpión, me
arranco la piel y me nace una nueva. Empiezo una nueva etapa. Y no vivo de la
piel pasada: el gran problema es querer vivir de lo que fuiste. Hay que vivir
de lo que sos. “Salgan al sol” no dura para siempre, yo no me la creo. Vengo y
te digo: “Salgan al sol” existe, yo estoy aquí.
EL DÍA EN
QUE LA PESADA TOCÓ PARA LA JOTPÉ
El 31 de marzo de 1973 la plana mayor del rock argentino fue
convocada a formar parte de lo que se llamó Festival del Triunfo Peronista,
convocada por la Juventud Peronista en el estadio de Argentinos Juniors. En la
programación inicial se encontraban Aquelarre, Pappo’s Blues, Billy Bond y La
Pesada, Pescado Rabioso, Sui Generis, Dulces, La Banda del Oeste, Vivencia, el
dúo Miguel y Eugenio, Gabriel, León Gieco, Raúl Porchetto, Escarcha, Color
Humano, Litto Nebbia y Pajarito Zaguri. Aquel día se ve raro a la distancia en
el tiempo porque significa, tal vez, el único antecedente de confluencia entre
dos caminos paralelos de la juventud argentina de aquel agitado tiempo: los que
elegían la militancia política en busca de cambiar el orden de una sociedad por
la vía de las armas tal vez, y los que elegían el rock como expresión de
liberación interior, en busca de otro tipo de revolución, sin métodos ni
teorías de toma del poder. En el recuerdo de Billy Bond, quien se nota nunca se
interesó por algún tipo de compromiso ideológico desde su rock, queda patente
la disociación. “Hay que decir que nosotros formábamos parte de un sector
pequeño, éramos pocos, nosotros nos creíamos algo más de lo que éramos. Yo no
conocía a los Montoneros… La primera aproximación que tuvimos con todo ese
mundo de la política fue a través de dos chicos, el baterista y el bajista de
La Banda del Oeste, eran de la JP. También Jorge Álvarez era peronista, editaba
libros y se relacionaba con ese mundo. Pero nunca tuve que ver con eso. Lo que
sí nos igualaba era la represión, eso generaba rabia interna que sí generó,
puedo decir, buena parte del sentido, los discos y las canciones de La Pesada.”
Yendo puntualmente a ese día de fines de marzo, hoy recuerda
en una semblanza borroneada por el paso del tiempo y la vida misma (algún
detalle en su respuesta denota claramente que estos rockeros estaban en otra).
“Fuimos a Argentinos Jrs. porque estos chicos de La Banda del Oeste me hinchaba
las pelotas que La Pesada tenía que estar, tenía que estar… Cuando fuimos a
tocar, primer problema: nadie quería tocar primero. Y siempre nos tocaba a
nosotros, a mí me importaba un carajo abrir, es más, encontraba a la gente más
tranquila y menos quemada, así les podía mandar la que yo quería. Pero cuando
voy caminando al escenario, vienen unos pibes y nos dicen ‘no hablen de
Isabelita, hablen de Evita, no sean boludos’… Al rato, viene otro y me dice
‘¡acá es Cámpora!’. Y yo que me había fumado 200 porros y estaba en Bagdag, no
entendía nada. Lo cierto es que tocamos una canción y nos fuimos a la mierda
invocando problemas de sonido. Esa noche sentimos también que nos teníamos que
ir del país, se venía un quilombo grande.”
(Entrevista realizada por Guillermo Pintos para Miradas al Sur)