La opinión del periodista Reynaldo Sietecase con respecto a
la televisación de los programas de radio y analiza el avance de lo que se
denomina la “generación pantalla”, señalando que el futuro de la comunicación estará
atravesado por nuevos códigos.
Por Reynaldo Sietecase
*
“Estamos ante la generación pantalla y tenemos que hacer
radio para ellos.” La frase le pertenece a Mario Pergolini. Me la dijo hace dos
años y medio, mientras me explicaba el proyecto Vorterix (en sus tres aspectos:
la radio, el teatro y la plataforma digital). El concepto no implica sólo a los
más jóvenes. Ni siquiera a un solo emprendimiento, en este caso Vorterix.
Implica lo nuevo, lo inevitable.
El futuro de la comunicación está atravesado por nuevos
códigos. La popularización de netbooks y celulares inteligentes revela la
profundidad del cambio. Cada vez más gente se relaciona con pantallas
(teléfonos, tablets, compus, tele) todo el tiempo. La mayor parte de esas
pantallas (hasta la televisión con Internet) permite interactuar. El usuario
pasivo desapareció.
La última encuesta de consumos culturales, realizada por la
Universidad de San Martín, reveló que la computadora es el equipamiento más
popular. El 71 por ciento de los argentinos tiene una y el 65 por ciento se
conecta diariamente a Internet (en promedio dos horas y media por día). Los
teléfonos son utilizados para escuchar música y radio. En relación con la
radio: el 55 por ciento sólo escucha FM, el 17 por ciento, ambas, y sólo el 14
escucha AM, el resto no escucha o no supo contestar. Cuando los programas de AM
dicen que lideran la audiencia habría que preguntarse de qué porcentaje están
hablando. Por otro lado, según algunas estimaciones, el 30 por ciento de los
que escuchan radio entre las 6 y las 14 horas lo hace por una computadora. Hay
una realidad innegable, la mayoría de los receptores tiene pantallas y sus
dueños están acostumbrados a utilizarlas.
Ante ese escenario, Vorterix se presenta como una plataforma
multimedia. Cuenta con 16 cámaras de alta definición, cuatro en el estudio
principal (existe otro para bandas: Divididos tocó allí sólo para Internet) y
otras seis en el teatro, robotizadas. Lo que sucede se puede transmitir a
través de la radio y de Internet, en distintos momentos o al mismo tiempo, en
dos señales distintas. También hay un estudio de televisión desde donde se
transmiten los conciertos y un noticiero de música que va todos los mediodías
que, para que lo entiendan mejor, tiene el formato tradicional de un
informativo de una cadena internacional. No se trata de un estudio con cámaras
fijas. La idea es producir imágenes que acompañen la emisión. Por eso trabajan
a la par un operador de radio y un operador de imágenes.
A esa legión de personas que cambia sus gustos de consumo a
cada momento y es hiperexigente no se le puede dar solamente sonido. Y mucho
menos un mal sonido. Si esta nueva modalidad es radio o no, o si desnaturaliza
el concepto de radio tradicional, es una discusión bizantina. Vorterix o
cualquier proyecto similar es lo que los usuarios quieren que sea.
En “El perseguidor”, el relato de Julio Cortázar que remite
al gran Charlie Parker, un personaje reflexiona sobre los destrozos que el
músico, totalmente drogado, hizo en el estudio donde terminó de grabar
versiones musicales geniales: “Enojarse con él es como enojarse porque el
viento nos despeina”. El viento comenzó a soplar. Inútil enojarse.
* Conductor de Guetap,
el programa que se escucha y se ve por Vorterix Rock (FM 103.1 y
www.vorterix.com), de lunes a viernes, de 6 a 9.