La historia argentina recuerda un episodio ocurrido hacia
fines del siglo XIX como “la revolución del parque”, fue un hito fundacional
para una de las fuerzas políticas de nuestro país, pero también la sublevación
de un grupo de jóvenes que querían la
transparencia administrativa y la participación del pueblo en los actos de
gobierno.
Se oponían al unicato de Juárez Celman quien había dicho públicamente
que “consultar al pueblo era un error porque siempre tenían ideas turbias”.
A cien años de aquel episodio, sin armas ni deseo de tomar el
poder político, tampoco de hacer una revolución, pero sí con el firme reclamo
de ser consultados e informados de los actos de gobierno, sobre todo cuando éstos
revisten vital importancia para la comunidad porque son decisiones que pueden
afectar no sólo el presente, sino también el futuro de las nuevas generaciones,
es que los vecinos de Santa Fe también se reunieron en un parque. Esta vez no lo
hicieron para complotar, sino para defenderlo. No quieren que ese predio
ubicado en el centro de la ciudad, sea transformado en un parking.

Los vecinos que asistieron a esta segunda convocatoria se
encontraron con una sorpresa, en las esquinas del parque la municipalidad había
instalado puestos de propaganda en la que se repartían folletos a todo color
con imágenes de maquetas virtuales en donde se trataba de explicar lo
inexplicable, los militantes rentados tenían órdenes expresas de entregárselos
a cada uno de los manifestantes. Era parte de la campaña que con insistencia
también se había incrementado en los últimos días a través de spots televisivos.
Otra de las sorpresas con la que los vecinos también se encontraron fue la presencia de los “hombres de negro”
pertenecientes a la Guardia de Seguridad Institucional del municipio, que en número
inusitado estaban adentro y afuera del parque desarrollando un operativo de
control, que más que inspirar confianza se dibujaba como una presencia
amenazante.
Nada de eso impidió que unas mil quinientas personas sin
banderías políticas partidarias, algunos con banderas argentinas, otros
llevando plantines, pudieran asistir a la convocatoria y reunirse alrededor del
mástil que todavía queda en pie para dar comienzo al acto, también para
solidarizarse con los jóvenes que hace varios días permanecen en el acampe. Los
artistas estuvieron presentes, la música y las diferentes performances
artísticas le pusieron color al encuentro. Un color que contrastaba con el grupo
de guardianes que parapetados alrededor del mástil tenía órdenes de impedir que
se enarbolara una bandera.
La música dejó lugar a la lectura del documento firmado por la
Asamblea del parque: “Somos vecinos auto-convocados, organizados en asamblea y
de manera pacífica bajo el lema El Parque Alberdi no se toca. No
somos una organización partidaria ni ecologista. Nos convocamos como ciudadanos
comprometidos con la defensa de nuestros espacios públicos de una política
municipal que privilegia los intereses privados en detrimento de los intereses
colectivos.” La lectura seguía con firmeza en las voces de los asambleístas que
llegaba a través de los parlantes a los miles de vecinos allí reunidos y
agregaba “Nos oponemos al proyecto de construcción de cocheras semi-soterradas
a cargo de privados porque fue insuficiente la presentación a la ciudadanía de
la información del proyecto; nos oponemos porque se pretende usar el espacio
público para negocios privados, también por el impacto ambiental y urbano que
esta obra tendrá; por el descuido del patrimonio histórico y cultural.” Este último
ítem resonaba fuerte a pocos metros de donde está ubicado el edificio del Ministerio
de Innovación y Cultura.
El documento leído en el parque finalizaba diciendo “Lo que
fue tristeza y sensación de impotencia ante el avance de un modelo de ciudad
que se rediseña en manos privadas, hoy es esperanza. Estamos a tiempo de parar
y reconstruir. Necesitamos el apoyo de todos los vecinos para lograr que se
rescinda el contrato del municipio con la empresa y recuperar lo que es de
todos los santafesinos. Solicitamos la rescisión del contrato y la restauración
del parque, pero también la detención de otros proyectos similares en la
ciudad: plaza San Martín y plaza Alemania.”
Luego, otro de los integrantes de la asamblea de vecinos, el
arquitecto Luis Carreras, ya sin papel en mano mencionó que se había presentado
un recurso de amparo ante la justicia. También invitó a la multitud allí
reunida para comenzar a marchar alrededor del parque, tomándose de las manos y
haciendo una cadena humana a modo de abrazo como símbolo de protección al
predio. Este fue un momento muy emotivo que mostró el compromiso de los ciudadanos
que se movilizaron voluntariamente, nadie los fogoneó, tampoco se contó con
aparatos publicitarios o partidarios que la facilitara. Todo lo contrario, hubo
que saltar el cerco informativo, hacer correr la voz, usar el facebook, los
blogs, los sms y los twits ya que los medios de comunicación parecieron alinearse
con los intereses privados.
Después del abrazo, de cara a la ciudad y con la solidaridad
de los automovilistas que transitaba por la zona y hacían sonar sus bocinas y
saludaban, la multitud se congregó alrededor de la escalera mecánica para entonar
el himno nacional que fue completado con la consigna “el parque no se toca, el parque
no se toca”, gritada a viva voz. Pero no terminó todo allí, luego la gente
volvió al interior del predio para compartir con los acampantes, intercambiar
entre ellos, dialogar, debatir propuestas, seguir juntando firmas e imaginar
salidas coordinando los pasos a seguir.
Mientras todo esto ocurría, la presencia de los artistas con
sus batucadas y bailes siguió tratando de convertir la tristeza en alegría, en un
20 de junio, día de la bandera, en la que como dijo Alejandro Álvarez, otro de
los vecinos autoconvocados, se impidió enarbolar la enseña patria: “Los responsables
de bloquear el mástil con la guardia urbana son los que quieren izar otra
bandera, la del dinero.”
Una de las avenidas con las que linda el parque se llama 27
de febrero, evoca aquella fecha de
nuestra historia por demás de significativa, la de 1812, cuando Manuel Belgrano
enarboló por primera vez en las barrancas del río Paraná la insignia que comenzó
a identificarnos.
El mástil del parque es uno de los más elevados de la ciudad,
siempre lució la bandera en ocasión de las fechas patrias, y mientras los
medios informaban que el intendente Corral había estado a la mañana rindiendo
un homenaje a Belgrano, con palabras alusivas por la conmemoración, este mismo día
pero a la tarde, un corral con minúsculas impidió que se enarbole la bandera
argentina en el parque que todavía lleva el nombre del padre de nuestra Constitución,
Juan Bautista Alberdi.
Para quienes están atentos, fue todo un símbolo. Nunca había
ocurrido algo así.
Daniel Dussex - eh! Agenda Urbana