miércoles, 25 de junio de 2014

MICHEL FOUCAULT SEGÚN GONZÁLEZ Y ABRAHAM

El intenso trabajo que Michel Foucault (1926-1984) realizó, desde la teoría crítica, en el campo del lenguaje, la medicina, la política y la sexualidad, así como la influencia de su prolífica obra en la cultura argentina a lo largo de los años, fueron los temas desmenuzados por los intelectuales ante un completo Auditorio Jorge Luis Borges de la Biblioteca Nacional. Las poderosas ideas que constituyen el pensamiento del filósofo francés -de quien hoy se cumplen 30 años de su muerte-, fueron analizadas por los intelectuales Horacio González y Tomas Abraham en un estimulante debate. 

Horacio González González, sociólogo, ensayista y director de la Biblioteca, comenzó su disertación analizando "El idioma analítico de John Wilkins", un ensayo de Borges publicado en el libro "Otras inquisiciones", publicado en 1952, de donde Foucault se sirvió para escribir "Las palabras y las cosas" (1966).

"Ese escrito de Borges adquirió una nueva luz por el modo en que  Foucault lo trató como preámbulo mismo de su libro que, de todos los que leí de él, es el que sigo considerando más medular", sostuvo González.

Y señaló: "Siempre me llamó la atención cómo los autores trabajan sus obras a partir de la de otros, hay como una veneración por la cita, pero es una veneración que exige cierto pudor; Foucault cita a Borges de algún modo que podríamos llamar pudoroso".

"Tenía la inquietud de investigar -continuó- de qué modo podemos pensar esos pasajes tan transitados de Foucault en la cultura literaria argentina. En ese sentido, el prólogo de `Las palabras y las cosas` es un formidable manifiesto: Foucault empieza el texto declarando que Borges lo hace reír. A partir de esa declaración, la risa se torna un tanto obligatoria".

Según explicó el ensayista, "en el texto de Borges se trata un sistema de clasificación, de catalogación, que Foucault supone carente de sustento, dice que se le ha quitado el emplazamiento, una palabra sugestiva, y cita sistemas de relaciones que no le convencen, como los del surrealismo".

"Lo que mueve a risa en Borges es pensar lo imposible -apuntó-; hay una crisis interna en el acto de pensar. La pregunta que se nos presenta como un golpe al mentón es si toda catalogación es así, porque las catalogaciones introducen un orden, y ésta, la de Borges, está hecha para no introducir ninguno".

Lo que Borges quiere mostrar, prosiguió, "en definitiva, es que en la clasificación misma está el profundo, angustiante y risueño desorden del mundo. La página en que Foucault describe a Borges tiene una excelencia y un grado de persuasión realmente admirable, genera una reflexión sobre esa clasificación imposible que produce Borges en un texto brevísimo".

González sostuvo que ese texto de Borges no es como "El Aleph", "otra clasificación imposible, pero que tiene deliberados saltos y vacíos que la hacen posible. El emplazamiento de ese cuento es el vacío".

"Lo que le interesa a Foucault es mostrar que hay un mundo en bruto, un mundo mudo, una autenticidad originaria que permite ser sospechada como algo a lo que los intentos de catalogalización quieren abordar", ilustró el sociólogo.

"Creo que Foucault escribió estas tres páginas para decir una frase que todos recordamos: el hombre es un desgarro en el sistema de las cosas, un desarreglo, un pliegue que se busca en el sistema de las cosas, desde Sócrates en adelante, y es apenas una tormenta en un vaso de agua, que va a desaparecer en cuanto cumpla con su tarea", apuntó.

Por su parte, Abraham, filósofo y escritor, recordó una frase del autor de "Vigilar y castigar" (1975): "Así como hay una teología negativa, yo me considero un teórico negativo", y sostuvo que, "lo que vale la pena pensar en Foucault no es solamente la obra, dividida en libros o en cursos, sino en cómo se mueven, en su desplazamiento, en cómo va de un lugar a otro".

"Es un hombre que pasó de estudiar la enfermedad mental y la locura al estudio de las epistemes -enumeró-; después pasó a la microfísica del poder; luego a los pastores de la iglesia; habló de la sociedad industrial, la época clásica, de la ilustración, del siglo XIX, de Europa; pero lo que trata, desde el año 80 en adelante, es de la sociedad occidental".

Según Abraham, "eso es un proyecto de trabajo. En la medida que se mete con el cristianismo y empieza a estudiarlo, trata de marcar algunas diferencias con las religiones orientales, y siempre puntualiza dónde está parado cuando habla".

"Es un tema típico de nuestro tiempo -evaluó-, porque muchos creemos que estamos viviendo el ocaso de la sociedad occidental y el aurora de una especie de sociedad oriental".

La occidentalidad en Foucault, definió, "tiene que ver con estudiar el tema de la verdad, un tema griego -y lo griego es futuro-, lo que él llama veridicción; después está el saber, como voluntad, tema nietzscheano, que retoma y desarrolla; el poder, pensado como batalla; y el sujeto, como construido, constituido, configurado".


"Así como se ha hecho una relación entre el capitalismo y el protestantismo; del otro lado, ahora, tenemos una relación entre el capitalismo chino, comunista, y el confucianismo: hasta qué punto el pueblo chino renovado va a ser uso del confucianismo. Hay un tema entre aspectos discursivos culturales y sistemas de producción, desarrollado a partir de Foucault".

(Fuente: ANT)

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