Por Robert Fisk - The Independent
Veamos ahora la historia de Gaza que no oirá contar a nadie
en las próximas horas. Se trata de la tierra. Los israelíes de Sderot sufren el
fuego de cohetes lanzados por los palestinos de Gaza y ahora los palestinos
están recibiendo su merecido.
Claro. Pero, un momento: ¿cómo es que todos esos
palestinos —millón y medio en total— han acabado hacinados en Gaza? Bueno, pues
resulta que sus familias vivieron una vez en lo que ahora se llama Israel. Y
que fueron expulsados —o huyeron para salvar la vida— cuando se creó el Estado
de Israel.
Y resulta también que —se aconseja aquí tomar aire con una
profunda inspiración— las personas que vivían en Sderot a principios de 1948 no
eran israelíes sino árabes palestinos. Su aldea se llamaba Huj. Tampoco eran
enemigos de Israel. Dos años antes, esos mismos árabes habían escondido del
ejército británico a combatientes de la Haganah judía. Sin embargo, cuando el
31 de mayo de 1948 el ejército israelí se plantó en Huj expulsó a todos los
habitantes árabes de la población, ¡a la Franja de Gaza! Y se convirtieron en
refugiados. David Ben Gurion (el primer Primer Ministro de Israel) lo llamó una
“acción injusta e injustificada”. Una pena. A los palestinos de Huj nunca se
les permitió regresar a sus hogares.
Sus familias vivieron una vez en lo que ahora se llama
Israel. Y que fueron expulsados —o huyeron para salvar la vida— cuando se creó
el Estado de Israel.
Y hoy, más de 6.000 descendientes de los palestinos de Huj
—ahora Sederot— viven en la misérrima Gaza entre los “terroristas” que Israel
proclama querer destruir y que disparan cohetes contra lo que otrora fue Huj.
Interesante historia.
Y lo mismo cabe decir por lo que respecta al derecho de
autodefensa de Israel. Lo hemos vuelto a oír hoy mismo. ¿Qué pasaría si los
ciudadanos de Londres fueran bombardeados como lo son los ciudadanos israelíes?
¿Acaso no devolverían el golpe? Bueno, sí, pero los británicos no tenemos a más
de un millón de antiguos habitantes del Reino Unido encerrados en campos de
refugiados en unos pocos kilómetros cuadrados alrededor de Hastings.
La última vez que se utilizó este argumento falaz fue en
2008, cuando Israel invadió Gaza y mató al menos a 1.100 palestinos (tipo de
cambio: 1.100 contra 13). ¿Qué pasaría si a Dublín la atacaran con cohetes?,
preguntó entonces el embajador de Israel. Ahora bien, en la década de 1970 la
ciudad británica de Crossmaglen, en Irlanda del Norte, sufrió el ataque de
cohetes lanzados desde la República de Irlanda pero no por ello la RAF se vengó
bombardeando Dublín y matando a mujeres y niños irlandeses. En Canadá, en 2008,
los partidarios de Israel blandieron el mismo argumento falaz. ¿Qué pasaría si
a la gente de Vancouver o Toronto o Montreal la atacasen con cohetes disparados
desde sus propios suburbios? ¿Cómo se sentirían? Sin embargo, los canadienses
no han empujado a campos de refugiados a los habitantes originales del
territorio canadiense.
Y ahora vámonos a Cisjordania. Al principio Benjamin
Netanyahu dijo que no podía hablar con el “Presidente” palestino Mahmoud Abbas
porque no representaba también a Hamas. Luego, cuando Abbas formó un gobierno
de unidad [con Hamas], Netanyahu dijo que no podía hablar con Abbas porque se había
aliado con la “terrorista” Hamas. Ahora dice que sólo se puede hablar con Abbas
si rompe con Hamas, aunque si lo hace dejará de representar a Hamas.
Mientras tanto, el gran filósofo israelí de izquierdas Uri
Avnery —90 años de edad y por fortuna tan recio como siempre—, ha llamado la
atención sobre la última obsesión de su país: el peligro de que Isis lance un
asalto hacia el oeste desde su “califato” sirio-irakí y llegue hasta la ribera
oriental del río Jordán.
“Y Netanyahu dijo”, según Avnery, que “si no son detenidos
por una guarnición israelí permanente estacionada allí (en el río Jordán),
llegarán hasta las mismas puertas de Tel Aviv”. La verdad, por supuesto, es que
la aviación israelí aplastaría a Isis en el mismo instante en que osara cruzar
la frontera con Jordania desde Irak o Siria.
La importancia de eso, sin embargo, es que si Israel
mantiene su ejército en el Jordán (para proteger a Israel de Isis), un futuro
Estado “Palestino” no tendrá fronteras y será un enclave dentro de Israel
rodeado por todas partes por territorio controlado por los israelíes.
“Igual que un bantustán sudafricano”, dice Avnery. En otras
palabras, jamás existirá un Estado palestino “viable”. Después de todo, ¿acaso
no es Isis lo mismo que Hamas? Por supuesto que no.
Pero no es eso lo que le oímos decir a Mark Regev, portavoz
de Netanyahu. No, lo que le dijo a Al Jazeera fue que Hamas era “una
organización terrorista extremista no muy diferente de Isis en Irak, Hezbollah
en el Líbano, Boko Haram …” Basura. Hezbolá es una milicia chií que en Siria
combate a muerte contra los musulmanes sunitas de Isis. Y Boko Haram —a miles
de kilómetros de Israel— no es una amenaza para Tel Aviv.
Pero usted ya ha captado el concepto. Los palestinos de Gaza
—y, por favor, olviden para siempre a los 6.000 palestinos cuyas familias son
oriundas de Sederot— están aliados con las decenas de miles de islamistas que
amenazan a Maliki en Bagdad, a Assad de Damasco o al presidente Goodluck
Jonathan en Abuja. Más interesante aún: si Isis se dirige hacia las lindes de
Cisjordania, ¿por qué el gobierno israelí sigue construyendo allí colonias para
los civiles israelíes de forma ilegal y en tierras árabes?
Todo esto no tiene que ver solamente con el vil asesinato de
tres israelíes en la Cisjordania ocupada o con el vil asesinato de un palestino
en la Jerusalén Este ocupada. Tampoco con la detención de numerosos militantes
y políticos de Hamas en Cisjordania. Tampoco con los cohetes. Como de
costumbre, el meollo del asunto es la tierra.