China Zorrilla es una de las actrices más queridas por el
público uruguayo y argentino. Con 92 años, hoy se conoció la noticia que dejó
de existir en su Uruguay natal. Hasta hace unos años realizaba giras para hacer
teatro leído. Reproducimos una entrevista realizada por Marcela Stieben y
publicada en Página 12 cuando estaba por cumplir 90 años.
China Zorrilla no necesita presentación, pero, para
recordar, su infancia transcurrió en París porque su padre, el escultor José
Luis Zorrilla de San Martín, ganó el concurso para hacer el Monumento al
Gaucho. Por esa razón, la inolvidable actriz de Esperando la Carroza, film
dirigido por Alejandro Doria en 1985, recitaba poemas en francés como si fuera
su lengua materna.
De regreso a Uruguay comenzó a actuar en teatro y en 1947
viajó a Londres becada por el British Council para estudiar en la Royal Academy
of Dramatic. China era muy joven, viajó sola a Inglaterra y dijo: “No tuve nada
de miedo, fueron años muy felices”. Al regresar de Londres actuó en Una familia
feliz, de Larreta, en la Comedia Nacional Uruguaya (1949). Protagonizó más de
ochenta obras de teatro en el Teatro Solís de Montevideo y tuvo el honor de que
la mítica Margarita Xirgu la dirigiera en La Celestina y Bodas de sangre, de
García Lorca; Tres hombres y una mujer, de Calderón de la Barca, y Sueño de una
noche de verano, de Shakespeare. Con Carlos Perciavalle presentó en Broadway
Canciones para mirar, espectáculo para niños sobre textos de María Elena Walsh,
con el que volvió a Montevideo llevándolo en gira por Uruguay. En 1971 viajó a
Buenos Aires donde rodó su primera película: Un guapo del 900, dirigida por
Lautaro Murúa, y luego La mafia, de Leopoldo Torre Nilsson, con Alfredo Alcón.
En la televisión argentina se la recuerda por su actuación en Las cuatro caras
de Victoria. Las tablas no tuvieron secretos para ella y en ambas márgenes del
Río de la Plata subió a escena con incontables obras, como cuando protagonizó
Eva y Victoria, de Mónica Ottino. China produjo y dirigió varios espectáculos
teatrales: Arlecchino, servidor de dos patrones, de Carlo Goldoni; Scapino,
musical basado en la obra de Molière; Dando Pasos, Salven al cómico, La pulga
en la oreja, de Feydeau; La mujer invisible, Doce hombres en pugna y la
multipremiada Perdidos en Yonkers, de Neil Simon, con Soledad Silveyra y Lydia
Lamaison.
Tradujo y escribió canciones para varias comedias musicales, entre
ellas Sugar y La mujer del año, con Susana Giménez y Ricardo Darín. Desde 1971
participó en más de cincuenta películas, como la mágica Elsa & Fred, donde
es una embustera mujer mayor enamorada de su vecino, con quien vive un apasionado
romance. Obtuvo decenas de premios, como el Martin Fierro a la Trayectoria
(Aptra/2006), algunos Kónex, Ace de Oro, Cóndor de Plata y estatuillas
internacionales.
Además de haber sido nombrada Ciudadana Ilustre en la Ciudad
de Buenos Aires, en su natal Montevideo y en Mar del Plata, donde protagonizó
numerosas obras teatrales, recibió la mayor distinción que otorga el Senado de
la Nación Argentina: la Mención de Honor Domingo Faustino Sarmiento.
Era
pariente del prócer uruguayo José Artigas y del poeta argentino Estanislao del
Campo (autor del Fausto criollo), se llamaba Concepción Matilde Zorrilla de San
Martín Muñoz había nacido en Montevideo, Uruguay, el 14 de marzo de 1922.
¿Qué tipo de género teatral prefiere hacer como actriz?
–Yo soy cómica. Puedo hacer cualquier papel pero lo que
mejor me sale son los papeles cómicos, sé hacer reír al público. Y eso es algo
que no se enseña en ningún lado. El que te diga que te puede enseñar a hacer
reír, miente. Eso se sabe o no se sabe. Hay una décima de segundo en la que
tenés que decir la frase para que se rían. Si la decís después, es tarde. ¡Es
una cuestión química!
¿Cómo empezó a actuar?
–Mis abuelos tenían una casa grande en Montevideo y cada vez
que había un cumpleaños, mi mamá ponía: “Festival de China”. Venían mis
abuelos, tíos, primos, la familia entera a verme. Tenía 12 o 13 años. Mi mamá
me ayudaba con esos trajes. Ensayaba mucho para que saliera bien. A las monjas
del colegio nos les gustaba nada que yo hiciera eso en el living de la casa de
mis abuelos.
En ese mismo Montevideo más tarde fue amiga de Mario Benedetti.
–¡Ay, Mario! Qué tristeza me dio cuando murió... Nos veíamos
siempre. Es que en Uruguay todo es distinto... es más chiquito, nos conocemos
todos. Y a los argentinos les cuesta imaginar eso. Vas al bar, está Galeano, y
lo saludás...
China, como uruguaya, ¿qué piensa de Pepe Mujica?
–Bueno, yo tengo una debilidad por Pepe Mujica. Yo lo amo
con toda mi alma. Es lo que nunca he visto. Es un ser que frente a una cámara y
a diez mil personas que lo escuchan es igual que hablando contigo en el café...
¿te das cuenta? El es la verdad. Si te dice algo es porque es verdad. Hace
poco, en un reportaje, le preguntaban qué tenía y él dijo: “Tengo un
departamentito que es mío y de mi mujer y tengo un auto...”. Y le pregunta el
periodista: “¿Y qué más?”. Y él le responde: “¿Para qué más?”. Y no está jugando
un personaje. El es así. Creo en esta persona que asombra porque es verdad. No
está actuando.
En esta entrevista que le hizo la periodista Marcela Stieben
en 2011, la actriz y directora teatral rioplatense exhibía con orgullo una foto
sobre su piano. Se la veía abrazada con Néstor Kirchner y al respecto dijo:
“¡Esa foto es de dos
días antes de su muerte! Me mata cada vez que pasa algo definitivo, que se
muere alguien. ¡No podía creer que se había muerto! A Kirchner lo había visto diez
veces pero lo lloré como si fuera un amigo del colegio. Yo soy más amiga de
ella. Me dolió tanto la muerte de Néstor, lloré muchísimo. Yo la defiendo a
ella cada vez que hay que defenderla. Me encariñé con la pareja”.
¿Cómo la conoció a Cristina?
–De la manera más insólita. Una sobrina mía estaba acá en
casa y me preguntó si yo la conocía a la Presidenta y le dije que sí. Nunca
había hablado con ella y le quise hacer una broma a mi sobrina. Para que me
creyera llamé por teléfono a la Casa Rosada y pedí hablar con Cristina y me
atendió ella... ¿Podés creerlo?
¿Y qué le dijo a la Presidenta?
–Me quedé sin palabras. ¡Me moría de vergüenza! Le pedí que
me disculpe y le conté la verdad, que yo me quería dar corte con una sobrina
que tiene 10 años y que por eso había llamado, le dije que son cosas de señora
mayor. ¡Y desde esa vez nos hemos visto algunas veces! Pero si yo lo cuento
parece inventado.
Imagino la carita de su sobrina...
–¡Le contó a todo el mundo que yo era amiga de la Presidenta
y se lucía con eso! Vamos a hacer una cosa: la llamo ahora a Cristina. Haceme
un favor –le dice a Sandra, la reportera gráfica–. Alcanzame la agenda negra y
el teléfono.
China busca el número entre decenas de páginas con los
apellidos de gran parte de la historia del cine y del teatro rioplatenses. Y
cada vez que menciona los nombres en voz alta evoca algún bello recuerdo.
Finalmente, encuentra el número buscado y llama: “Soy China Zorrilla y quiero
hablar dos palabras con Cristina”. Del otro lado le dicen: “¡Sí, cómo no!” y le
piden que aguarde. La comunicarán con la privada de Presidencia. Pronto dirá
una y otra vez que ella es China Zorrilla y que llama para hablar dos palabras
con Cristina. Hasta los embajadores, diputados, senadores, saben que si la
llaman es probable que hablen con un secretario de Estado u otro funcionario...
Pero China es China, y la sola mención de su nombre abre todas las puertas.
Cinco minutos después atiende la Presidenta: “¡¡Chinita!! ¿Cómo estás?” El
diálogo es muy cariñoso. La Presidenta le dice que esa tarde recibirá en su
despacho a Leonardo Favio y la semana próxima la llamará para que vaya a la
Rosada a tomar un cafecito con ella. Dialogan un buen rato. Se despiden con
mucho afecto y cuando cortan, China suspira mirando a Flor. Sonríe, feliz...
(Fuente: Página 12)