La derecha y parte de la izquierda argentina apoyaban a la
derecha de Aécio Neves en Brasil. “Ganó la candidata que le conviene al
establishment –afirmaba un trotskista local– porque Dilma
Rousseff tiene un partido que puede contener la rebeldía social y Aécio no
tiene esa estructura.”
Escribe Luis Bruschtein
De hecho estaba afirmando que al pueblo le convenía el triunfo conservador. “¿Y vos a quién hubieras votado en Brasil?”, pregunta el periodista ultraconcesivo a Mauricio Macri. El jefe de Gobierno porteño le reconoce que hubiera votado por Neves. “¿No te parece un error reconocer públicamente que hubieras votado por el candidato que perdió?”, le vuelve a preguntar el profesional “independiente” mostrando su admiración. Y como se la dejó picando, el jefe de Gobierno porteño demuestra que nunca miente: “Yo soy así, yo siempre digo lo que pienso”.
A esa izquierda, a ese periodismo “independiente” y a
Mauricio Macri, a Sergio Massa y a otros sectores de la oposición les dolió
este fin de semana el triunfo de Dilma Rousseff en Brasil y del Frente Amplio
en Uruguay. “Tienen miedo de que con Dilma, Brasil se convierta en Venezuela o
Argentina”, se escuchó decir en los cada vez más derechizados programas
políticos de la televisión. “Argentina es mala palabra para los empresarios
brasileños –decía un encuestador–, ellos pensaron que serían dos motores
traccionando juntos, pero Argentina es una carga”, como si hubiera una gran
diferencia entre las economías de los dos países.
Massa y Macri no ocultan su encuadramiento con los partidos
conservadores. Les pusieron fichas a Neves en Brasil y a Lacalle en Uruguay y
nadie les hubiera creído si hacían otra cosa. En FA-Unen la cosa está dividida,
dubitativa. El Gobierno, en cambio, festejó abiertamente el triunfo de los
progresistas en los países vecinos. Todos estos años han sido sus aliados,
tienen trato personal y afectuoso entre todos ellos, se han puesto de acuerdo
para evitar golpes, resolver conflictos y en muchos casos para ofrecer un
frente internacional común. Si el Frente Amplio o el PT hubieran perdido, la
derrota hubiera golpeado a la Casa Rosada. Como ganaron, es legítimo que
capitalice esos triunfos vecinos, porque el mensaje que le llega tiene efecto
local.
La lectura principal está en la forma que eligieron los
pueblos para afrontar el panorama económico difícil que se presenta para estos
años en la región y en el planeta.
La derecha ha tratado de convencer de que respetaría las
políticas sociales de los gobiernos populares, al mismo tiempo que hacía un
discurso muy neoliberal y expulsivo en lo económico. A pesar de lo que supone
la izquierda antipopular, los sectores de bajos y medianos ingresos valoran
esas políticas sociales. Las asumen como un derecho adquirido, aun cuando
despotriquen por otros viejos y nuevos problemas reales. Las derechas no
pudieron demostrar que podrían resolver esos problemas y no les creyeron cuando
prometieron que mantendrían los logros sociales.
Los conservadores chilenos, Henrique Capriles en Venezuela,
Aécio Neves en Brasil, Lacalle en Uruguay y la mayoría de todos los candidatos
de oposición en Argentina han desarrollado estas argumentaciones tan
ambivalentes. Durante las campañas electorales en Venezuela, Brasil y Uruguay,
los candidatos opositores estuvieron favorecidos por las turbulencias
económicas que agitan sus países y por la complicidad de los grandes medios. En
los días previos a las elecciones abundaron las encuestas que daban por ganador
en primera o segunda vuelta a los candidatos de las oposiciones conservadoras.
Son todas situaciones que se repiten en una Argentina que avanza hacia las
primeras presidenciales desde 2003 en las que no habrá un Kirchner de
candidato.
Tampoco hubo un cheque en blanco. Hay problemas reales que
se pusieron sobre la mesa. Pero los resultados de este fin de semana en Brasil
y Uruguay demuestran que las sociedades desconfían de las propuestas
conservadoras para resolver estos problemas y, por otro lado, tampoco les creen
que vayan a mantener los logros sociales. El mensaje fue claro: confían más en
los gobiernos populares para resolver esta coyuntura de bajón económico sin
resignar los logros conseguidos.