Evo Morales llegó a la provincia de Salta a los seis años sin saber
castellano, con su padre que trabajaba en la zafra. Ayer recorrió su escuela
junto al gobernador Urtubey.
Evo Morales visitó en Salta su primera escuela, a la que
asistió a los siete años, mientras su padre trabajaba en la zafra. Acompañado
por el gobernador Juan Manuel Urtubey, el presidente de Bolivia encabezó un
acto para apadrinar el colegio, donde se reencontró con su primera maestra y
contó cómo fueron aquellos años de su niñez. También hizo un homenaje al ex
presidente Néstor Kirchner y agradeció a la Argentina “por permitir que mis
hermanos vengan a esta región a mejorar su economía”. Además, recibió un
doctorado Honoris Causa de parte de la Universidad de Salta y jugó un partido
de fútbol en el que su equipo ganó con un contundente 8 a 1 a un combinado
local.
“Yo tenía entre seis y siete años”, recordó el mandatario.
Luego contó que cuando llegaron todavía no había empezado la zafra y la comida
que habían cargado para el viaje se les empezaba a terminar. “Nuestro alimento
eran café y fideos tostados, y los de la delegación empezaron a traer naranjas
de noche, que se ve que las robaban porque no había para comer.”
Evo agregó que el Estado argentino obligaba a que los hijos
de los zafreros fueran a clases, y así él empezó a ir a la escuela. “Yo no
entendía castellano, era aymara cerrado, y me quedaba sentadito atrás de todos
los compañeros de curso. No me acuerdo de qué hablarían, porque no entendía”,
recordó. Contó además que su maestra, Elva del Valle Kutny, “se dio cuenta de
que era el tímido, el asustado” y lo agarraba de la cabeza para acariciarlo.
“Evito, me decía, y yo sólo entendía eso.”
El presidente manifestó su “cariño y admiración” por la
docente, a la que llamó “la primera maestra de mi vida” y a la que le regaló un
collar de bolivianita, una piedra preciosa que sólo se encuentra en Bolivia.
Allí estudió un corto tiempo, porque al ser trasladado su
papá a otro campamento, él dejó la escuela. Comenzó a vender helados de agua.
“Los llamaban picolé. Los vendía no tanto por ganar, sino que al que vendía le
daban dos o tres picolés gratis para toda la jornada. Vendía el picolé, tenía
dos o tres picolés para mí en el día y de paso ganaba la plata que le daba a mi
hermana y mi papá”, contó. Recordó que una parte del dinero no se la dio al
padre, sino que la enterró a escondidas para quedársela, pero que no pudo
sacarla en el momento de irse.
Evo señaló que su padre “era muy trabajador y muy solidario.
Trabajaba sábados, domingos y feriados, no descansaba. Solo esperaba el pago.
Se ganaban buenos recursos en la zafra, y cuando volvimos a la casa donde
nació, llevamos un catre para dormir que compramos aquí. Muchas familias de
Bolivia mejoramos nuestra economía por la zafra argentina”, sostuvo.
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