Se realizó en la sede de SADOP Santa Fe (4 de Enero 2490) el ciclo "Literatura y Memoria" con la escritora Paula Bombara. Fue en el marco del Plan de Lectura auspiciado por el Ministerio de Educación de la Nación.
Paula Bombara nació en la ciudad de Bahía Blanca (Provincia
de Buenos Aires) el 3 de diciembre de 1972. A los 4 años se trasladó a Buenos
Aires, donde vive desde entonces. Estudió Filosofía y se graduó como bioquímica en la
Universidad de Buenos Aires. Además de escribir y publicar obras de literatura
infantil y juvenil escribe libros de divulgación científica para niños.
Paralelamente a su labor como escritora de ficción y divulgación científica,
Bombara también participa en foros y congresos como disertante.

Su novela Una casa de secretos ganó en 2011 la décima
edición del Premio de Literatura Infantil “El Barco de Vapor” Argentina, que
anualmente organiza Ediciones SM.
EL MAR Y LA SERPIENTE
“Papá se fue en bici. Papá se perdió. Digo, ¿papá se perdió?
Mamá me mira. No habla. Le cae mucha agua de los ojos. Digo, no llores, mami.
Digo, ya va a encontrarse. Me duele la panza. Pero no lloro”. El fragmento
pertenece a “El mar y la serpiente” (2005), de Paula Bombara, un relato en
primera persona de una niña que se pregunta por qué desapareció su padre. En “Una muchacha muy bella” (2013), de Julián
López, se recreaban los momentos compartidos de un niño con su madre antes de
que fuera secuestrada y desaparecida por los militares. En la misma tónica de
intimidad, Bombara retrata la relación de una nena con su madre, agigantada por
una sombra que crece hasta convertirse en una certeza: la ausencia del padre.
La novela, escrita en una prosa que funciona como bloque de
versos, cuenta el desconcierto en la mirada de una niña de tres años que ve
cómo su madre guarda ropa y juguetes en un bolso, nerviosa, escapando hacia la
casa de los abuelos. “¿Dónde está papá?”, es la pregunta que nunca deja de
sonar. “Papá salió. Papá está trabajando. Papá ya regresa. Papá, no sé. Papá se
perdió en bicicleta”. El clima de desasosiego atrapa a la familia. Madre e hija
se refugian en el mar. “Me gusta cuando mamá se mete a lo hondo conmigo y me
hace upa en el agua y me hace dar vueltas en el agua y me ayuda a saltar las
olas. Me gusta cantar fuerte y escaparme de las olas. Lástima que papá no
vuelve”, dice la niña narradora. De allí en más, el tono es triste. “Mamá dice,
papá se murió. Mamá tiembla. Mamá dice, no lo vamos a ver más porque se murió.
Mama dice, tu papá te quiere un montón, ahora te mira desde el cielo”. El padre
fue secuestrado, desaparecido por la Triple A en 1974.

Colaboradora de Abuelas de Plaza de Mayo y militante de
Hijos Bahía Blanca, prefiere hablar de la tensión entre ficción y realidad
antes que privilegiar lo autobiográfico. “Desde mi lugar de autora –reflexionó-
prefiero no pensar en límites y abrirme a todas las posibilidades, sea cual sea
el período histórico que esté en juego en mi texto. ´El mar y la serpiente´
cumplirá su primera década el año próximo y sigue ganando lectores aquí y en
otros países. Es una novela que nunca deja de regalarme buenos momentos”.
La voz infantil es el centro del relato. Después del
secuestro de su papá, la niña
reaccionará con enojo ante los adultos y cuando su madre le dice que se irán a
vivir a Buenos Aires, se opondrá tenazmente. La vida en la gran ciudad, en los
ojos de la pequeña, es ajena: los edificios son feos y no hay playa ni mar.
“Mamá se ríe, está contenta porque estudia en Buenos Aires. Para adentro estoy
enojada, pero me gusta cuando mamá se ríe”, dice. De repente, la niña queda
sola. “Se fue. Se la llevaron unos hombres. Me dejó con estos tíos viejos de la
ciudad que ni sé quiénes son”, cuenta, en una orfandad que se convirtió en
absoluto desamparo: los militares secuestraron a su mamá. Le duela la panza, no
come, está “llena de agua”. “Ella”, la madre, será el gran interrogante,
reemplazando al papá. Pero será por un breve lapso: al poco tiempo, la madre
vuelve al hogar. El que nunca regresará es el papá.
La novela está estructurada en tres partes –“La niña”, “La
historia”, “La decisión”-, y hay una elipsis clave. Ocho años después de la aparición de la
madre, hablan sobre lo que había estado oculto, como un secreto. La hija no recuerda que también fue
secuestrada: que unos militares armados se la llevaron junto con su madre, que
le permitieron llevar un gato que su mamá le había regalado y que al día
siguiente la llevaron con sus abuelos. Allí
vivió durante dos meses mientras su mamá permanecía secuestrada y sufría
la tortura: en ese tiempo la niña creía que su madre también había muerto. La
niña pronto será adolescente. Hay un diálogo que representa la distancia entre
ellas.
-Má
-Decime
-¿Por qué desapareció mi papá?
-Ya te conté
-…..
-Éramos militantes…muy jóvenes…queríamos cambiar las cosas.
-……
-Él se arriesgó, se fue a repartir unos volantes un día
peligroso.
La hija dirá: “Yo entiendo lo de la militancia y todo eso
pero ¿por qué se fue? ¿por qué se fue? ¿no sabía que era peligroso lo que
hacía? ¡qué tipo cabezadura! ¿Por qué no se quedó conmigo?”.
Luego, en el secundario, le tocó hacer una redacción sobre
los desaparecidos. “Son 30.000 personas con 30.000 historias que no pueden
contarnos (…) Extraño a mi papá. Sí. A mi papá lo hicieron desaparecer de una
esquina. Crecí pensando que me había dejado porque yo no era importante, porque
no valía lo suficiente. Pero me equivoqué. Ahora creo que lo entiendo”.
Los efectos de lectura de “El mar y la serpiente” han sido
amplios. “Gracias a la novela he
conversado con mucha gente que conocía a Daniel, mi papá. Gracias a ella se han
acercado a mí muchos familiares de desaparecidos a contarme que esta novela les
sirvió para hablar con la verdad en las miradas”, dijo Bombara, quien se
reencontró con la historia de su papá cuando el Equipo Argentino de
Antropología Forense (EAAF) encontró los restos. “Después, cuando escuché la
sentencia a cadena perpetua en el Juicio al V Cuerpo del Ejército de Bahía
Blanca, pude comenzar a despedirme de él. Comenzó otra etapa de mi vida. Y de
pronto, aquellas nebulosas de dudas que venían por la noche, como a otras
personas se les aparecen rezos, ya tenían respuestas. Los vacíos se llenaron”.
Bombara, que colabora en la revista infantil “PIN” y en 2012
fue la creadora del Concurso “Twitter-Relatos por la Identidad” organizado por
Abuelas de Plaza de Mayo, dijo que dejó
de ser la hija de un desaparecido para ser “la hija de un des-desaparecido”,
como definió la periodista Marta Dillon.
Así lo vivió la autora de "El mar y la serpiente" en la intimidad de
la familia: “Me sentí y me siento muy afortunada. Las cenizas de mi padre
descansan en la Iglesia de la Santa Cruz, bajo una mata de alegrías del hogar
que sembramos entre muchos de los que lo quisimos. Y algo más, otra dimensión
de esto: mis hijos vivieron todos mis estados de ánimo durante la restitución y
surgieron preguntas. Algunas graciosas, como si podían llevar los huesos del
abuelo a la escuela. Otras de mucha ternura, como que ahora podíamos hacerle
upa al abuelo. Y otras profundas que me dieron una idea del tamaño de su
pérdida. A ellos les falta un abuelo. Les falta el abuelo Daniel. Ellos participaron
del entierro de las cenizas y de la sentencia del Juicio al V Cuerpo del
Ejército”.