La presidenta de Abuelas de Plaza de Mayo se reunió con
padres y madres de los 43 estudiantes desaparecidos. “Los ayudé a pensarse como
colectivo. La charla fue muy fuerte. Para mí significó en un punto revivir la
historia nuestra”, dijo.
Por Ailín Bullentini
“Si hay algo de lo que están seguros es de que no van a
dejar de reclamar por sus hijos.” La reflexión la realizó la presidenta de
Abuelas de Plaza de Mayo, Estela de Carlotto, en relación con los padres y
madres de los 43 estudiantes ruralistas del estado mexicano de Guerrero de cuyo
paradero no tienen dato certero alguno. Con ellos se encontró en la capital del
país al que viajó para participar de la Feria del Libro de Guadalajara. El
intercambio fue “emotivo” y “doloroso”: ellos buscaron en ella “experiencia” en
la lucha; ella les aconsejó “no bajar los brazos”.
Carlotto se definió “exhausta y realmente shokeada”, desde
Guadalajara. A esa ciudad llegó dispuesta a participar de diversas charlas
“como abuela de Plaza de Mayo y miembro de la lucha por los derechos humanos en
Argentina”, que sucedieron en el marco de la Feria del Libro. El plan inicial era
compartir los debates con Tati Almeyda, de Madres de Plaza de Mayo Línea
Fundadora, quien finalmente no pudo participar por cuestiones de salud. Pero la
primera parada de Carlotto en México fue en el Distrito Federal. Allí compartió
dos jornadas con los familiares de los estudiantes desaparecidos.
México fue un refugio para muchos militantes y familiares de víctimas
de la última dictadura, ¿cómo lo encontró, visto desde la perspectiva de
quienes sufren las consecuencias de los mismos crímenes?
–Como abuela he venido muchas veces a México. En épocas de
dictadura, incluso... aquí hemos encontrado un nieto, a quien recuperamos y
logramos que regrese con su padre, que lo esperaba en Argentina. Hemos vuelto
muchas veces a visitar a sobrevivientes, a hablar con exiliados para que
cuenten lo que habían visto y vivido en los campos de concentración argentinos.
En el fondo, desconocíamos que acá pasaban cosas parecidas a lo que vivíamos
nosotros. Con otro responsable, el narcotráfico. Pero esto que se vive hoy, los
43 estudiantes desaparecidos, esto ya excede todo control o aceptación política
o social. La sociedad mexicana permaneció por años inerme, porque no entendía o
no estaba informada de todos los delitos que tenían lugar aquí: violación y
muerte masiva de mujeres, como el caso de las mujeres de Juárez; decenas de
personas decapitadas... y ahora las desapariciones.
¿Los encontró solos o acompañados por la sociedad?
–México ha sabido ser un país solidario, que ahora está
siendo víctima de crímenes aberrantes cometidos por algunos de sus mismos
habitantes. El Estado debe tomar esto en serio, muy en cuenta para dar
respuestas a los familiares de los estudiantes, porque si de algo están seguros
ellos es de que no van a dejar de reclamar por la vida de sus hijos. Y la
sociedad, de a poco, va despertando y acompaña. Se están juntando muchos
movimientos, hay movilizaciones. Sin embargo, el país no se paralizó por esto
que es aberrante. Hace mucho que estos chicos desaparecieron y no se sabe nada.
Sus familias reciben información errónea, contradictoria, o silencio. Incluso
el Estado les ha ofrecido dinero, una especie de reparación. Ellos la
rechazaron de plano: quieren saber qué pasó con sus hijos, que vuelvan con
vida. Esta gente es muy humilde, pero tiene conceptos muy claros de lo que
quiere.
Mantuvo un encuentro privado con los familiares. ¿Qué les dijo? ¿Qué le
preguntaron?
–Son gente muy humilde, pobre. Y, en este momento, hacen un
mea culpa porque nunca antes se pararon a defender a aquellas personas que
pasaron por lo mismo que hoy les toca a ellos. Y el llamado que hacen es ése,
una especie de concientización a la población para que se unan a su reclamo,
como una manera de evitar futuras víctimas. Acompañada de H.I.J.O.S México, yo
los ayudé un poco a eso, a pensarse como colectivo, a hablar de un trabajo de
todos y a no bajar los brazos. La charla que tuvimos fue muy fuerte, dolorosa.
Para mí significó en un punto revivir la historia nuestra. En Argentina hubo
una dictadura cívico-militar, hubo campos de concentración, hubo robo de bebés,
hubo un plan sistemático del horror. Acá es diferente: el narcotráfico
secuestra gente, mata gente. El de los chicos estudiantes rebasó un límite.
Cuarenta y tres jóvenes, humildes, desaparecidos por ser opositores a un
sistema social. Se los reclama con vida como hacíamos nosotros. Estos padres
quisieron verme y con mucho gusto estuve. Aunque no me fue fácil darles la
visión de nuestra lucha. Nosotras esperamos 37 años para comenzar a saber la
verdad y empezar a tener justicia. No sabemos si están dispuestos a esperar.
Ellos quieren que aparezcan o que el Estado diga qué pasó, que se los busque.
¿Se puede tender lazos a nivel institucional entre Abuelas y los
familiares de las víctimas de Guerrero?