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Una París blindada con hombres de uniformes |
La densidad del miedo y la amenaza se cernieron como una
nube de mal agüero sobre el cielo de París a lo largo de una jornada sin
precedentes al cabo de la cual los ejecutores de las doce personas asesinadas
en el semanario satírico Charlie Hebdo murieron en el asalto final contra la
imprenta, situada a 45 kilómetros de la capital francesa, donde se habían
refugiado en las primeras horas de la mañana con un rehén adentro.
A ese hecho que conmovió al mundo se le sumó otro de un dramatismo extremo cuando Amedy Coulibaly, uno de los cómplices de los hermanos que perpetraron el ataque contra la revista francesa, Chérif y Said Kouachi, secuestró a decenas de personas en un supermercado judío al este de París, el Hyper Cacher.
A ese hecho que conmovió al mundo se le sumó otro de un dramatismo extremo cuando Amedy Coulibaly, uno de los cómplices de los hermanos que perpetraron el ataque contra la revista francesa, Chérif y Said Kouachi, secuestró a decenas de personas en un supermercado judío al este de París, el Hyper Cacher.
El país se encontró de pronto con dos secuestros simultáneos
organizados por la misma banda y conectados entre sí debido a las condiciones
fijadas por Amedy Coulibaly para no ejecutar a los rehenes retenidos en el
supermercado de París: el secuestrador, que en la víspera había asesinado por la
espalda a una mujer de la policía municipal, exigió que las fuerzas del orden
desalojaran la localidad de Dammartin-en-Goële, donde los hermanos Kouachi
estaban atrincherados con un empleado de la imprenta. Las fuerzas de seguridad
tomaron la decisión de responder de la misma manera. En vez de negociar con los
secuestradores lanzaron un ataque simultáneo en Dammartin-en-Goële y en París.
Los dos hermanos Kouachi salieron de la imprenta a enfrentar a la policía
armados con fusiles Kalashnikov y fueron abatidos. El rehén, que se había
escondido en el interior, salvó su vida. El desenlace del secuestro colectivo
de París fue más sangriento. El presidente francés, François Hollande, confirmó
la muerte de cuatro rehenes y del secuestrador, Amedy Coulibaly, un delincuente
de 32 años que se convirtió al Islam radical y que pasó en total dieciocho años
en la cárcel. Coulibaly no era un desconocido para la policía. Salió de la
cárcel en marzo de 2014, luego de haber sido condenado a cinco años por haber
participado en los preparativos para permitir la fuga de un miembro del grupo
terrorista GIA, Grupo Islamista armado.
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Una foto anterior a los sucesos, de los hermanos Kouachi |
François Hollande ocupó el terreno político con su manera de conducir públicamente la gestión de esta crisis. En su declaración, el presidente dijo que había que ser “implacable frente al racismo y al antisemitismo” y que Francia debía ser capaz de “responder a los ataques por la fuerza pero también con solidaridad. Somos un pueblo libre, que no cede a ninguna presión, que no tiene miedo porque defendemos un ideal más grande que nosotros”. Y a quienes están tentados de utilizar estos hechos con fines políticos y hacer de los musulmanes los culpables de todo, François Hollande les dijo que rehusaba toda “amalgama, toda facilidad, toda escalada. Esos iluminados nada tienen que ver con la religión musulmana”.
Veinte muertos en 48 horas, dos tomas de rehenes paralelas, París paralizado, miles de policías desplegados, unidades especiales en plena acción y helicópteros sobrevolando la capital. Francia atravesó el viernes una jornada alucinante donde una franja minoritaria del islamismo radical puso en vilo al Estado y a la sociedad y tendió una trampa política de la que no será fácil salir. Por lo pronto, François Hollande puede contar con el respaldo de sus pares europeos.
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Una multitud de gente se manifestó en las calles de París |
En cambio, resulta menos claro que dos dirigentes comprometidos con oscuras maniobras se unan a un movimiento republicano y cívico: se trata de Mariano Rajoy, que preside uno de los ejecutivos más cuestionados de Europa por la corrupción y sus políticas de ajuste, y Jean-Claude Juncker, el presidente de la Comisión Europea, ex primer ministro de Luxemburgo, defensor a ultranza de los paraísos fiscales e implicado en maniobras fraudulentas para hacerles ahorrar impuestos a las empresas de sus vecinos europeos.