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Diego Lagomarsino, el colaborador del fiscal Nisman |
Diego Lagomarsino, el hombre que le prestó su arma a Nisman,
explica los motivos que le dio el fiscal para pedírsela en una nota exclusiva conseguida por el periodista de Página 12.
Escribe Raúl Kollmann
A través de una jueza, hizo llegar su versión a Página/12.
Asegura que Nisman le dijo que “el día anterior lo había llamado Stiuso”, cuyo
nombre aparece así por primera vez señalado por un protagonista directo.
El último hombre que vio con vida a Alberto Nisman, Diego
Lagomarsino, se conectó a través de otra persona –una magistrada– con
Página/12. “No soy un agente de Inteligencia, no tengo nada que ver ni jamás
conocí a Jaime Stiuso”, mandó a decir. El técnico informático relató que el
sábado lo llamó Nisman y le pidió la pistola prestada: “Me dijo que era por
seguridad. Que el día anterior lo había llamado Stiuso y le dijo que se cuidara
de la custodia y que, además, tuviera precaución con la seguridad de sus hijas”.
Lagomarsino llegó a la torre Le Parc de Puerto Madero, lugar al que iba
habitualmente; la guardia consultó al fiscal, éste lo hizo pasar y no hubo
revisación de ningún tipo. Hoy en día, recapitulando lo sucedido, asegura que
siente culpa porque en ese momento no se le ocurrió pensar que no debió
prestarle una pistola a alguien en esa situación de presión.
La versión de Lagomarsino fue transmitida a este diario a
través de una jueza amiga desde hace años de la familia del técnico
informático. “Es un pibe joven, casado y con hijas chicas. Tiene mucho trabajo:
le decimos ‘Cerebrito’, porque arregla todos los problemas en las computadoras.
Yo le creo”, sostiene la jueza. Como es obvio, este diario no tiene elementos
para creer o descreer de la versión del técnico informático.
Si fuese cierta la versión que transmite Lagomarsino a
Página/12, por primera vez aparece nombrado directamente Antonio Stiuso en
relación con los hechos de la última semana. El ex director de
Contrainteligencia de la Secretaría de Inteligencia, despedido en diciembre
pasado cuando la Presidenta decidió cambiar la cúpula del organismo, mantuvo en
los últimos años una estrecha relación con el fiscal Nisman, que el juez
Rodolfo Canicoba Corral definió la semana pasada como de subordinación del
funcionario judicial al de los servicios de inteligencia. Desde la presentación
de la insólita denuncia del fiscal, en la Justicia todos vieron la mano del
espía en la iniciativa, como una forma de venganza por su despido, y señalaron
a Stiuso como posible responsable del abrupto regreso de Nisman de sus
vacaciones para presentar al día siguiente su escrito. Pero la versión de
Lagomarsino lo coloca en estrecha relación con el fiscal hasta el último
momento.
Página/12 se asentó en hechos objetivos que convierten a
Lagomarsino en un personaje extraño pero protagonista esencial en la historia
de la muerte del fiscal:
- Es el último que lo vio con vida.
- Le facilitó la pistola de la que salió el disparo que le
produjo la muerte. En eso no hay dudas: el plomo encontrado en el cráneo del
fiscal se corresponde con la vaina encontrada en el baño y esa vaina salió de
la pistola Bersa, calibre 22.
- Tenía un contrato altísimo en la fiscalía, de 40 mil pesos
por mes. Los fiscales consultados por este diario se sorprendieron con
semejante cifra: “Por esa plata, ese contrato no es lo que parece ser”,
afirmaron.
- Iba pocas veces a la fiscalía.
- En la mayor parte de las ocasiones, se veía con el fiscal
en su vivienda, últimamente en el edificio Le Parc.
La versión de Lagomarsino, según lo manifestó la jueza que
habló con este periodista, es que en la Unidad Especial AMIA había otros
contratos altos, del mismo valor. Lagomarsino asegura que se dedicaba a copiar
y desbloquear archivos y que realizaba backups de archivos que le pedía Nisman.
–¿No es una cifra desmesurada para ese trabajo?
–Diego dice que a veces el fiscal lo citaba a la una de la
mañana de un sábado. Que debía estar listo todo el tiempo. Es cierto que iba
poco a la fiscalía. El afirma que la mayor parte del trabajo lo hacía de forma
remota: le mandaban los archivos y él los desbloqueaba o copiaba o hacía los
backups. Diego dice que nunca conoció el contenido de esos archivos.
–¿Y cómo consiguió ese trabajo tan bien remunerado?
–Un juez de San Isidro tenía problemas en la computadora de
su casa y recurrió a Diego. Como siempre suele suceder, Diego arregló los
problemas. Le aseguro que es un tipo genial. Nisman también tuvo problemas en
la computadora y este juez se lo recomendó. Así empezó la relación. Después
Nisman le preguntó si no quería un contrato en la fiscalía. El no era
monotributista sino responsable inscripto. Diego dice que en la Unidad AMIA
había otros contratos de ese nivel.
Consultados por Página/12, en la procuración insisten con
que semejante contrato es de lejos el más alto en la Unidad AMIA, que manejaba
el fiscal Nisman, y en todas las fiscalías en general. Destacan que, en el
momento de su inicio, Lagomarsino sólo tenía el secundario completo.
¿Cómo fue que le prestó el arma?
–Diego cuenta que Nisman lo llamó por teléfono y, como
declaró ante la fiscal, le pidió prestada el arma. Le dijo en esa conversación
que Stiuso lo había llamado el viernes y le había dicho que debía tener
cuidado. Que desconfiara de su custodia y que les pusiera seguridad a sus
hijas. Eso es lo que le contó Nisman a Diego para justificar que le pedía el
arma. Hoy en día, Diego llora todo el día. Está destruido y se siente culpable.
¿Por qué?
–Básicamente porque no pensó en ese momento. Se pregunta
cómo no se dio cuenta de que Nisman debía tener facilidad para conseguir un
arma y no evaluó por qué se la pedía a él. También piensa ahora que era raro
que le pidiera algo por seguridad cuando tenía semejante custodia. Pero, claro,
Stiuso supuestamente le había recomendado que desconfiara de los custodios. Aun
así, se pasa el día llorando. Hoy en día, cree que Nisman tenía tomada la
decisión (de suicidarse) el sábado a la noche cuando Diego le llevó la pistola.
¿Tiene miedo?
–Diría, más que todo, angustia. Se pasa el día llorando.
Cuando se enteró a la mañana temprano del lunes, pidió consejo a otro juez,
porque no me encontró a mí. Ese juez le aconsejó presentarse de inmediato. Fue
solo a declarar el lunes a las 9 de la mañana. Estaban la fiscal Fein y el juez
Manuel de Campos. Diego lloró durante toda la declaración.
¿Usted sabe cuál era la relación de Lagomarsino con el fiscal?
–No en detalle. Diego siempre dijo que tenía una relación de
confianza, pero que siempre el fiscal le hacía sentir que él era el jefe.
Quizás dé una pauta que, en los últimos meses, Nisman contó que había dejado
terapia y que había optado por respaldarse en El Arte de Vivir (nombre del
grupo de autoconocimiento, yoga y meditación fundado por el gurú Sri Sri Ravi
Shankar, nacido en India).
¿Cómo fue el último encuentro, cuando le entregó el arma?
–Diego contó que no fue muy largo. Como era habitual, lo
hizo entrar por la puerta de servicio. Nisman estaba solo en el departamento y
lo invitó a tomar un café. Le llamó la atención que se lo tuvo que preparar él
mismo. Estuvieron sentados en la mesa y Diego dice que lo vio tranquilo. Al
ratito se fue, pero esta vez por la puerta principal, algo que no era usual.
También recuerda que la despedida fue sin darse la mano porque justo se abrió
el ascensor, donde había unas mujeres, y no le dio tiempo.
¿Relató algún encuentro anterior?
–Creo que dijo que el anterior fue justo el día en que el
fiscal iba a hacer la denuncia, el 13. Y ese día le llamó la atención una frase
de Nisman: “Yo esto lo tengo que hacer, no tengo alternativa”.
Los investigadores consideran que Lagomarsino no tuvo
relación directa con la muerte de Nisman en el sentido de que no estaba en el
edificio cuando la autopsia fija el horario de la muerte, entre las 14 y las 15
del domingo. El técnico informático fue a entregarle el arma a las 20 del
sábado y se retiró del edificio un rato más tarde. Su ingreso y egreso quedaron
registrados en la guardia. Su participación, por lo menos en lo que hasta ahora
hay en la causa, consistió en prestarle la pistola. Esa es la razón por la que
la fiscal Fein no lo acusa de ningún delito.