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Pintura de Vicente Do Rego Monteiro (1925) |
Pero ¿qué sabemos exactamente de esos Magos? ¿De dónde procedían? ¿Por qué desaparecieron de la historia sin dejar rastros, siendo que fueron los primeros extranjeros en descubrir el secreto del Niño Dios escondido en la criatura que habían visto en Belén? El origen del mito, explicado por el biblista Ariel Álvarez Valdes
IDEAS QUE CORREGIR
El único evangelista que conserva el recuerdo de este hecho es San Mateo (2,1-12). Según él, procedían de algún lugar de Oriente, y lograron encontrar a Jesús gracias a una misteriosa estrella que los guió por el camino.
Lo primero que debemos tener en cuenta es que San Mateo no
dice que los Reyes Magos fueran ni tres, ni Reyes, ni Magos.
En efecto, Mateo no habla de "tres" sino de
"unos" Magos que llegaron de Oriente (Mt 2,1), sin precisar su
número.
Tampoco dice que eran "reyes". Sólo habla de
"magos". No debemos, pues, imaginarlos como monarcas de ningún lado.
Finalmente, no eran "Magos" en el sentido actual
de la palabra, es decir, no eran personas que realizaban trucos de magia. En la
antigüedad se llamaba "magos" a los estudiosos de las ciencias
secretas, a los sabios, especialmente a los que investigaban el curso de las
estrellas en el cielo; eran algo así como los científicos de la época. Por lo
tanto, a los "Magos" de Mateo hay que considerarlos como astrónomos,
representantes del saber y de la religiosidad pagana de aquel tiempo.
Pero ¿es posible que el episodio de los Magos sea verídico,
y que estos personajes se presentaran realmente en Belén cuando nació Jesús? Si
analizamos el relato a la luz de la historia, más bien parecería que no. Veamos
por qué.
a) Una estrella que guíe a los magos desde Oriente hasta
Jerusalén (es decir, de este a oeste), luego de Jerusalén a Belén (es decir, de
norte a sur), y finalmente se detenga sobre una casa (Mt 2,9), es un fenómeno
astronómico imposible de aceptar. Por otra parte, tendría que haber quedado
registrado en alguna crónica de la época, cosa que no sucedió.
b) Dice Mateo que, al enterarse Herodes de que había nacido
el rey de los judíos, se asustó. Y agrega: "Y con él, toda Jerusalén"
(2,3). Pero ¿por qué el pueblo de Jerusalén, que odiaba a Herodes y que
justamente esperaba con ansias el nacimiento del Mesías, se iba a asustar, en
lugar de alegrarse en silencio?
c) El relato cuenta que Herodes convocó a los Sumos
Sacerdotes y escribas para que lo ayudaran a averiguar dónde había nacido Jesús
(2,4). Pero tal reunión resulta imposible, pues sabemos que los sacerdotes y
escribas de Jerusalén tenían muy mala relación con Herodes, y que el Sanedrín
no estaba a su disposición desde que el monarca, unos años atrás, había mandado
a asesinar a varios de sus miembros.
d) El v.4 da a entender que el nacimiento del Mesías en
Belén era un dato recóndito, y difícil de saber; y que hubo que convocar a una
junta de estudiosos y expertos para poder averiguarlo. Pero Juan 7,42 afirma
que todo el mundo conocía que el Mesías debía nacer en Belén; y por lo tanto no
hacía falta ninguna reunión de eruditos para saberlo.
e) La actitud de Herodes frente a los Magos también resulta
poco creíble. Está asustado nada menos que por la posible aparición de un rival
al trono. Y en un asunto tan delicado, ¿deposita toda su confianza en estos
extraños personajes recién llegados? ¿Por qué no manda al menos a sus hombres
tras ellos para asegurarse de cualquier descubrimiento?
f) Podemos imaginar el revuelo que causarían, en una pequeña
aldea como Belén, la llegada de estos insólitos personajes de Oriente con su
inusual carga de regalos. Y cuando se fueron, ¿el servicio de inteligencia de
Herodes no fue capaz de descubrir a qué niño habían visitado?
g) Según el relato de los Magos, mucha gente se enteró de
que Jesús había nacido en Belén (Herodes, toda Jerusalén, los Sumos Sacerdotes,
los escribas, la gente de Belén). Pero según San Juan, cuando Jesús salió a
predicar nadie sabía que había nacido en Belén (Jn 7,41-42). Y según Marcos, la
gente de Nazaret tampoco sabía que el nacimiento de Jesús hubiera sido algo
especial (Mc 6,1-6).
Es posible encontrar explicación para alguna de estas
dificultades. Pero para todas ellas juntas, es difícil hallar respuesta. Por
eso, actualmente los estudiosos de la Biblia prefieren pensar que el episodio
de los Reyes Magos, así como está en el Evangelio, no sucedió realmente.
¿Por qué, entonces, Mateo lo incluyó entre los sucesos de la
infancia de Jesús? Para responder a esto, debemos tener presente que San Mateo
compuso su Evangelio para una comunidad cristiana de origen judío, es decir,
que tenía una formación y una cultura judías. Y sabía que los judíos tenían una
gran estima por los grandes personajes del Antiguo Testamento. Ahora bien,
Mateo no conocía demasiados detalles de la infancia de Jesús. Sí conocía al
Jesús adulto, pero no al Jesús niño. Entonces decidió contar los distintos
episodios de la infancia del Señor basándose en la vida de los personajes del
Antiguo Testamento.
Y una de las figuras más admiradas del Antiguo Testamento
era, sin duda, el gran Rey Salomón. Según la Biblia, este monarca gozaba de una
sabiduría y una inteligencia tan extraordinarias, como ningún otro rey la tuvo
jamás ni antes ni después de él (1 Re 3,12). Su ciencia fue superior no sólo a
la de los otros reyes, sino a la de todos los sabios de Oriente (1 Re 4,9-11).
Llegó a componer 3.000 parábolas, 1.005 poemas, y hasta escribió tratados de
botánica y de zoología (1 Re 5,12-13).
¿Cuál era uno de los episodios más famosos y divulgados de
la vida del rey Salomón? Sin duda el de la visita de la reina de Saba. Los
judíos solían contarlo con gran orgullo. ¿Y qué decía? Que un día se presentó
en Jerusalén una reina anónima, venida de un lejano país llamado Saba; había
oído hablar de la extraordinaria fama del rey israelita, y quería conocerlo y
admirarlo personalmente (1 Re 10,1-13).
Este episodio era tan popular y conocido entre los judíos,
que el mismo Jesús lo citó en cierta oportunidad cuando, discutiendo con los
judíos que no creían en él ni querían aceptar sus enseñanzas, les dijo:
"El día del Juicio (Final), la reina del Sur (o de Saba) se levantará
contra ustedes y les condenará. Porque ella vino desde lejos nada más que para
escuchar la sabiduría de Salomón; y aquí hay alguien que es más que Salomón (y
ustedes no le quieren escuchar)" (Mt 12,42).
Ahora bien, si analizamos el relato de la reina de Saba,
encontramos los mismos elementos que el relato de los Reyes Magos.
1) Una reina anónima se puso en camino y viajó a Jerusalén
desde un lejano país de Oriente (1 Re 10,1). Unos Magos anónimos se pusieron en
camino y viajaron a Jerusalén desde un lejano país de Oriente (Mt 2,1).
2) La reina era sabia (1 Re 10,1). Los Magos eran sabios.
3) Ella buscaba al rey de los israelitas para admirarlo (1
Re 10,9). Ellos buscaban al rey de los judíos para adorarlo (Mt 2,2).
4) A la reina la guió una estrella. (La literatura judía
dice: "Cuando la reina de Saba se acercaba a Jerusalén, reclinada en su
carruaje, vio a lo lejos una rosa maravillosa que crecía a orillas de un lago.
Pero al aproximarse más, vio con asombro que la rosa se transformaba en una
luminosa estrella. Cuanto más se acercaba, más brillaba su luz".) También
a los Magos los guió una estrella (Mt 2,2).
5) La reina de Saba llegó planteando enigmas difíciles de
resolver, y halló las respuestas (1 Re 10,3). Los Magos llegaron planteando un
enigma difícil de resolver, y hallaron la respuesta (Mt 2,4-5).
6) La reina le ofreció a Salomón los regalos que le traía:
oro, incienso y piedras preciosas (1 Re 10,10). Los Magos le ofrecieron al Niño
los regalos que le traían: oro, incienso y mirra (Mt 2,11).
7) Luego de admirar a Salomón, la reina regresó a su país y
desapareció de la historia (1 Re 10,13). Luego de adorar al Niño, los Magos
regresaron a su país y desaparecieron de la historia (Mt 2,12).
Es posible, pues, que el relato de los Magos, así como está
contado en el Evangelio de Mateo, no haya sucedido realmente. Que no se trate
de un hecho estrictamente histórico, sino que haya sido creado por San Mateo,
teniendo como base la narración de la visita de la reina de Saba a Salomón.
Este modo de contar la biografía de alguien era muy común entre los teólogos
judíos de aquel tiempo, que más que una precisión histórica, buscaban siempre
transmitir una enseñanza o un mensaje.
Y por supuesto que los lectores judíos, al leer el relato de
los Magos, descubrían inmediatamente lo que el autor les quería decir: que
Jesús era un nuevo y más grande Salomón, enviado por Dios a la tierra; que en
este Niño nacido en Belén residía una sabiduría y unos conocimientos
extraordinarios, como nunca los hubo antes en ningún ser humano, ni los podrá
haber después; que las cosas que este Niño diga cuando sea grande, aunque
resulten desconcertantes o sorprendentes, pueden ser aceptadas con confianza;
porque es Dios quien habla a través de Él.
Los misteriosos Magos de Oriente que llegaron a Belén para
visitar al Niño Jesús cautivaron pronto la devoción y la fantasía popular de
los cristianos. Ya en el siglo II se les elevó a la categoría de Reyes; esto se
debió a que había un Salmo que decía: "Los reyes de Tarsis y de Saba le
traerán sus regalos; todos los reyes se arrodillarán ante él" (72,10-11);
y se creyó que los Magos eran estos reyes que habían venido para cumplir la
profecía.
Luego se fijó su número; al ser tres los regalos que le
ofrecieron al niño (oro, incienso y mirra), se pensó que los Magos tenían que
haber sido tres. Más tarde, en el siglo VI, se les dio nombres: Melchor, Gaspar
y Baltasar. En el siglo VIII, se los hizo de razas diferentes. Y por último, en
la edad media, se empezó a decir que uno de ellos era negro.
Pero quizás lo más pintoresco sea el detalle de sus
reliquias. Según una tradición, los Magos murieron en Persia. De allí sus
restos fueron llevados a Constantinopla en el año 490. Más tarde aparecieron en
Milán. Y finalmente se les trasladó a Colonia (Alemania), en cuya Catedral
descansarían actualmente, junto a una ingenua inscripción que dice:
"Habiendo sufrido muchas penurias por el Evangelio, los
tres sabios se encontraron en Armenia el año 54 d.C. para celebrar la Navidad.
Después de la misa, murieron. San Melchor, el 1º de enero a los 116 años. San
Baltasar, el 6 de enero a los 112 años. Y San Gaspar, el 11 de enero a los 109
años".
De hecho, los cuerpos de los Magos viajaron mucho más
después de muertos, que durante su vida.
Ariel Álvarez Valdés
(Biblista)