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El homenje al policía que custodiaba la zona
en donde se produjo el atentado |
El periodista Reynaldo Sietecase reflexiona sobre el atentado al semanario Charlie Hebdo, haciendo referencia a la idea de Voltaire, "No estoy de acuerdo con lo que decís pero defenderé con mi vida tu derecho a expresarlo".
“Yo no soy Charlie, soy Ahmed el policía muerto. Charlie
(Hebdo) ridiculizó mi fe y cultura y morí defendiendo su derecho a hacerlo”.
Según cuenta el diario El País esta frase la tuitió el activista y escritor
árabe Dyab Abu Jahya. Es una inteligente referencia a la idea de Voltaire que
se convirtió en la síntesis más acabada de la libertad de expresión: “No estoy
de acuerdo con lo que decís pero defenderé con mi vida tu derecho a
expresarlo”. La masacre cometida por los hermanos Kouachi en nombre del Profeta
en la redacción de la revista satírica francesa, tiene un siniestro
complemento: el asesinato a sangre fría de Ahmed Merabet, el agente que
custodiaba el barrio. Ahmet, según trascendió era musulmán como quien lo ultimó
de un disparo en la cabeza a pesar de sus pedidos de clemencia. No todo es
igual, no todo es lo mismo. Aunque los tres eran franceses. El gran desafío que
la sangre derramada en París le reclama a Europa es enfrentar al terrorismo
pero sin olvidarse de Volteire ni de Ahmed.

No será fácil. Mi amigo Pablo Robledo me escribió esta
mañana un correo con el asunto “Tristeza” que dice: “(Michel) Houllebecq, como
era de esperar, saltó a la lista del libro más vendido en Amazon (allí imagina
una Francia bajo un gobierno islámico); (Marine) Le Pen pide la pena de muerte;
El (partido británico) UKIP habla de quinta columna enclaustrada en Occidente;
Pegida y el Alternative fur Deutschland (de Alemania) llegan al 30% de
intención de voto; (Mario) Vargas Llosa y (Arturo) Pérez Reverte nos avisan que
esto es una guerra para salvar a la civilización occidental y cristiana, El
Partido de la Libertad holandés llega también a casi el 40% de intención de
voto y llama a desislamizar Occidente, cerrar las fronteras, deshacerse de la
corrección política e introducir la detención administrativa (como en Israel y
Guantánamo: detención por tiempo indeterminado sin acusación alguna); La Liga
del Norte (de Italia) pide el cierre de las mezquitas y los centros culturales
musulmanes y dice que los musulmanes son incompatibles con nuestro estilo de
vida occidental y cristiano; El Swiss People Party, que ya triunfó al lograr la
prohibición de la construcción de mezquitas en Suiza ahora pide la prohibición
total de asilo a los musulmanes; el líder del Sweden Democrats tuitea que la
religión de la paz mostró su verdadera cara (en relación al Islam)”.
El racconto es abrumador y se podría ampliar: el líder
xenófobo holandés Geerts Wilders aseguró que el Islam “persigue someter a todo
el mundo a la sharia (la ley religiosa islámica), lo ocurrido en Francia es
sólo el principio” y pidió “limpiar de marroquíes el país”. Por su parte, Nigel
Farage del UKIP, el partido más votado en el Reino Unido en las últimas
elecciones europeas, apuntó contra el multiculturalismo: “La obsesión por
fomentar una sociedad multicultural ha creado una quinta columna en Occidente”.
Hasta el Papa Francisco fue duramente cuestionado por fomentar el diálogo
religioso y pedir que los líderes religiosos se comprometan con la búsqueda de
la paz. La sucesión de declaraciones revela hasta qué punto el islamismo
radical, violento y asesino le hace el juego a los sectores más reaccionarios
de la sociedad europea. Los dos sectores que se dicen antagónicos apuestan a la
desconfianza, la división, la salida autoritaria.
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Reynaldo Sietecase, autor de esta nota de opinión |
Mientras tanto muchos gobiernos de Europa y, claro está los
Estados Unidos, fomentan con su política exterior, por acción u omisión, el
caldo de cultivo para que miles de jóvenes sean captados por organizaciones
terroristas como Al Qaeda o Estado Islámico. Se escandalizan por la masacre de
Charlie Hebdo, y hacen bien, pero luego abandonan a su suerte a poblaciones
enteras como la minoría Yazidi, sometida a un verdadero genocidio por las
huestes delirantes de EI o no apoyan a los combatientes kurdos que resisten en
la ciudad de Kobane. Con sus fusiles anticuados, los peshmergas, son el último
bastión que puede detener el avance del integrismo radical de los yihadistas en
la región. Pero están solos. Tanta hipocresía abruma.
La masacre de los dibujantes y periodistas de Charlie y la
muerte del policía Ahmed ponen a la vieja y querida Europa ante un momento
crucial en su historia: enfrentar al terrorismo sin renunciar a los valores que
la revolución francesa le entregó a Occidente: libertad, igualdad, fraternidad.
De lo contrario no habrá nada para defender.