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Una fiesta popular que se intentó desaparecer |
Durante la última dictadura cívico militar también fueron
desaparecidos los feriados de una fiesta muy arraigada en el pueblo, como lo es
el carnaval. El director de la murga “Los descontrolados de Barracas”, cuenta cómo se
vivieron esos años de exilio carnavalesco.
Según algunos estudiosos de la etimología, carnevale
proviene de ‘dejar la carne’, en alusión a la cuaresma de Semana Santa y la
prohibición de comer ese alimento. Para otros especialistas, significa el
momento último de consumirlo antes de la veda y –haciendo extensivo el
significado- entregarse a los placeres de la carne, una fiesta donde todo está
permitido, sin importar las edades ni las clases sociales. “Es una ceremonia
colectiva, comunitaria: durante un tiempo la gente se junta a compartir algo; y
en eso radica quizás la mayor trasgresión del carnaval” explica a Infojus
Noticias Ricardo Talento, uno de los referentes obligados para hablar del
carnaval porteño. Es el director del Circuito Cultural Barracas, escribe las
letras y dirige la dramaturgia de la murga “Los descontrolados de Barracas”.
La tradición del carnaval forma parte de su vida desde
siempre. Ricardo nació a fines de los años 40 en un pueblo de la provincia de
Buenos Aires llamado Rawson. “Lo importante era la posibilidad de divertirse juntos”,
recuerda. Y menciona las carrozas, los juegos con agua, la gente de campo con
caretas, el Rey Momo, el muñeco que se quemaba el último día del carnaval, el
premio a “la mascarita incógnita”, que recibía quien lograba llegar al final de
los festejos sin que descubrieran su identidad, tarea casi imposible en un
pueblo tan pequeño. Los disfraces demandaban semanas, cuando no meses de
preparación. “Una energía que se gastaba en un juego ceremonial que iba a durar
tres días”, reflexiona. “Ahora sería impensable. Por eso qué bueno que exista
la murga.”
Para Ricardo, aquel espíritu colectivo y trasgresor del
carnaval “se fue perdiendo, cuando se perdieron ciertas seguridades ciudadanas
y aparecieron miedos, por ejemplo a perder el trabajo, a partir del ‘55. La
dictadura de 1976 le dio el golpe de gracia. Y quedó una murga casi cuadrada,
que perdió la voz; hasta la percusión quedó medio militarizada”.
Los militares se encargaron de prohibir no sólo lo que
tuviera que ver con una posible comunión de clases, sino lo irreverente y
burlesco, así como cualquier expresión de la vida en la calle. Como
consecuencia, se produjo un repliegue hacia adentro. El decreto 21.329 de 1976
eliminó los feriados de lunes y martes de carnaval.
“Vivíamos en permanente estado de sitio”, recuerda Ricardo
sobre aquellos años, en que dos personas reunidas en la calle ya estaban
cometiendo un acto ilícito. “Porque la gente junta puede producir cosas, y le
tenían terror a lo que pudieran llegar a hacer y a decir. Me acuerdo de que teníamos
que pedir un permiso en la comisaría para cubrirnos la cara, para disfrazarnos.
Te daban una tarjetita que uno se la ataba al disfraz.”
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A pesar de las prohibiciones, el carnaval sobrevivió |
“Simbólicamente es muy significativo; es volver a darle
marco y legalidad”, opina Ricardo. Sin embargo, para él no se ha podido
recuperar del todo ese sentido trasgresor y comunitario del carnaval. “Esto se
debe a la dictadura, por un lado, y por otro, a la continua propaganda que se
hace desde el individualismo; el aislamiento como forma de seguridad. La murga
es todo lo contrario. Cuanto más estemos todos en la calle, mejor.”
Por eso, para él, el carnaval fue una forma de resistencia
durante la dictadura, pero también lo es ahora: “Es la resistencia a los
mandatos, no partidarios o políticos, sino al mandato social de quedarte
aislado. Juntarte con otro ya es contestatario y construir algo con otro mucho
más."