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María Elena Walsh, música y escritora |
Todos los argentinos menores de cincuenta años –en un país complicado por su historia y por quienes se proclaman sus eternos dueños–, hemos contado con la obra de María Elena Walsh para crecer y encontrar lo mejor que alberga nuestra tierra, nuestro pueblo y nosotros mismos.
María Elena nació en 1930. Su padre, inglés y ferroviario,
tocaba el piano y cantaba. También solía recitarle las “Nursery Rhymes”, rimas
de cuna inglesas, muy tradicionales, muy antiguas. Su madre, argentina, le
inculcó su amor a la naturaleza y a su tierra.
Proclive a la lectura desde muy
chica, no había terminado la escuela secundaria cuando publicó su primer libro,
“Otoño imperdonable” (1947), que recibió el segundo premio Municipal de Poesía
y fue alabado por la crítica y destacados escritores hispanoamericanos. Poco
después, en 1950, se encontró con Leda Valladares, y en París formó un dúo que
interpretó temas folklóricos argentinos, con rotundo éxito. De allí en más su
vocación como escritora, cantante y ensayista quedó definida. Su producción,
tal como muestra la cronología que acompaña esta nota, comprende 22 discos, 16
libros para niños, 15 libros para adultos y una película –guión y rol
protagónico.
Sin embargo, más que el volumen de su obra es importante su
carácter innovador. María Elena Walsh incursionó en géneros que hasta su
momento eran considerados de segundo orden –la literatura infantil y la canción
popular– y los convirtió en un vehículo de reflexión que, a través del humor y
la poesía, cuestionó el orden existente y sus presupuestos. Una reformulación
que, sin duda, a la vez que los jerarquizó provocó una ruptura con la
tradición.
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Para niños y para adultos, una creativa sin igual |
Sería María Elena Walsh quien revolucionaría el género al
recuperar esas rimas de cuna que le cantaba su padre; esas cuartetas que
contaban un breve cuento a veces plagados de sin sentidos y finales dudosos.
Así, surgió la poética infantil de Walsh donde reina lenguaje coloquial, el
disparate y los juegos del lenguaje. En un hermoso reportaje realizado por
Alicia Origgi, Walsh declaró: “Creo que la novedad fue que no tenían ningún
carácter docente ni moralista ni eran aplicadas al programa escolar. Era un
concepto revolucionario el pensar que la versificación no tenía porqué tener un
contenido didáctico. En 1964 era un concepto novedoso”. Sus obras infantiles, a
mediados de los ’60, fueron recibidas con gran entusiasmo y ese éxito también
se explica porque María Elena Walsh en su poética también convocó al folklore
argentino, con sus distintos ritmos y melodías, para establecer con él un
diálogo que le permitió relacionar su obra con la memoria cultural de los
argentinos.
Sin embargo, lo que más atrae a los chicos es el disparate
que en realidad es el componente básico de la literatura infantil de Walsh. La
paradoja que desestructura reglas y autoridades, que hace triunfar a la
incongruencia sobre lo razonable y que invita a la reflexión y a la risa (y que
bueno cuando estas dos cosas se dan juntas). Así triunfa el juego sobre el
didactismo y se impone una visión de la vida en que valor de las cosas no
reside en su utilidad sino en la gratuidad de un hacer compartido.
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María Elena Walsh dejó su huella en el cancionero popular argentino |
En sus canciones para adultos ocurre algo parecido. Su
aparición se dio en el contexto de "la nueva ola" en los '60 que a
poco de aparecer se mostró –salvo honrosas excepciones– como tendencia
superficial y escapista. En toda esta década María Elena Walsh presentó
unipersonales y recitales donde ofreció un nuevo género de canciones populares
con un lenguaje diferente, sencillo y auténtico; cargado de un humor e ironía
que sabía alternar con momentos de emoción y ternura. Quien ha escuchado
“Serenata para la tierra de uno”, “Los Ejecutivos”, “Barco quieto” o “La
cigarra”, por mencionar unos poquísimos temas, bien puede entenderlo.
Escuchar la canción de "El reino del revés"