El dirigente social Alberto Morlachetti, uno de los
impulsores de la Asignación Universal por Hijo, falleció ayer a los 72 años
tras dedicar 40 años de su vida a cobijar y contener a jóvenes y niños en
situación de vulnerabilidad.
Por Carlos Rodríguez
“Nadie huye de la ternura”, era
una de las tantas frases de sencilla belleza que Alberto Morlachetti regalaba
en cada entrevista, en cada charla de amigos. Y las entregaba con su vozarrón,
desde su cuerpo fornido, acostumbrado a recibir golpes; ayer, a los 72 años,
una enfermedad devastadora le dio el empujón final a este cordobés que hasta
parecía haber abandonado un poco la típica tonada de su provincia para buscar
un sonido universal que llegara más rápido al corazón y a la conciencia. Fue el
creador de Pelota de Trapo, que es mucho más que un hogar para refugiar niños y
adolescentes en situación de vulnerabilidad. Pelota de Trapo, con el aura de
Morlache- tti, es un refugio madre y padre.
Desde la casa de todos, en
Avellaneda, creó a fines de los ochenta el Movimiento Nacional Chicos del
Pueblo, con un emblema que sigue vigente a pesar de su lucha y la de tantos
otros: “El hambre es un crimen”.
Al confirmar la muerte de su
creador, la Fundación Pelota de Trapo expresó que Morlachetti “testó a favor de
los niños y de los jóvenes de los arrabales del mundo toda su fortuna: un
generoso ramo de ideas libertarias, la belleza como insumo básico para el
desarrollo, una utopía donde los niños sean curados con salivilla de estrellas,
como le gustaba a él parafrasearle a Federico (García Lorca). Y la inmensa
ternura con la que venceremos”.
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La Marcha de los Chicos del Pueblo |
Los partidos de fútbol de los
llamados “sábados de chocolate” fueron la semilla de Pelota de Trapo, que se
llamó así porque solían reunirse en una canchita con el suelo contaminado donde
Armando Bó había filmado su película del mismo nombre. En un espacio que puede
ser real, o leyenda, poco importa, Morlachetti, fana del Racing de Avellaneda,
ubicaba a un desgastado Oreste Omar Corbatta, el loco wing derecho inolvidable
de La Academia, mirando cómo jugaban los chicos pobres que soñaban con llegar a
la Primera División.
En 1974 nació la Casa de los
Niños, que fue construida con un crédito del Banco Credicoop; para acceder al
préstamo, Morlachetti tuvo que hipotecar la vivienda en la que vivía. Pelota de
Trapo llegó recién en 1982 y empezó en la canchita de fútbol ya descripta.
Después vino una sucesión de nuevos emprendimientos para cobijar, enseñar y
darles amor a miles de chicos a lo largo de más de cuarenta años. Esos pasos
siguientes fueron el Hogar Juan Salvador Gaviota, la Escuela de Panadería
Panipan, el Hogar Maternal Pulguitas, la Granja Azul de Florencio Varela.
Su mensaje siempre fue el mismo:
“La sociedad debería tender a proteger a los niños, pero esta sociedad, por el
contrario, se protege del niño. Las políticas de infancia son los institutos,
el Servicio Penitenciario, las clínicas psiquiátricas. Son todas políticas
represivas, no hay políticas protectoras de la infancia, como si las infancias
pobres fueran infancias superfluas. Estos chicos están destinados a habitar el
país de ningún lugar, de los sin derechos”.
Morlachetti decía que la pobreza
era “una imposición que le pone a los pobres una pistola en la cabeza”. Solía
expresar esas sentencias con un tono de culpa que no correspondía, pero él
repetía siempre que había podido salir de ese pozo, mientras que muchos de sus
amigos de la infancia, de la vida en la calle, se habían quedado sin rumbo en
el camino porque la dura realidad “les había saqueado las palabras”.
Siempre tuvo en cuenta los
consejos escuchados en la infancia, en algunos casos de su madre católica, que
le encomendó “tomar la mano de los pobres” cuando tuviera que enfrentar la
dureza de la vida. En otros momentos recordó a Antonio, su abuelo anarquista:
“Los chicos transforman la naturaleza y las relaciones sociales” porque son
“forjadores de derechos y de una nueva sociedad” más justa e igualitaria.