El encuentro fue el corolario de un proceso que se inició cuando se anunció la reanudación del vínculo bilateral. Pocos
días después, Panamá invitaba a Cuba a participar de la Cumbre de las Américas
por primera vez en su historia.
El escenario del encuentro no
tuvo nada de especial, pero fue histórico, una palabra que se escuchó repetidas
veces. Se hizo en uno de los austeros docks previstos por la organización de la
cumbre para los encuentros bilaterales. Una silla de cada lado y una mesita
redonda en el medio, con un florero con flores blancas como mudo testigo. El
último encuentro por el estilo databa de 1958. Al otro año ganaba la revolución
en Cuba, que en 1961 anunciaba su adhesión al socialismo y en 1962 era
expulsada de la OEA.
En la edición anterior, realizada
tres años atrás en Cartagena de Indias, varios países habían advertido que no
volverían a participar si no asistía Cuba. Desde diciembre, hubo tres reuniones
de negociadores para avanzar en la normalización de la relación. Todavía falta
mucho. Obama consideró que espera que en algún momento puedan anunciar la
apertura de la embajada estadounidense en La Habana y la cubana en Washington.
En los últimos días se trabajó en
el bordado diplomático para llegar con éxito a la cumbre. Obama y Castro
mantuvieron un diálogo telefónico el miércoles y sus encargados de Relaciones
Exteriores, John Kerry y Bruno Rodríguez, se encontraron a la medianoche del
jueves en Panamá, en un encuentro que ya de por sí era un hito. El cuidado
continuó durante la sesión, donde ambos se refirieron muy respetuosamente al
otro.
SESIÓN
Obama estuvo entre los primeros
en hablar en la sesión de presidentes de la cumbre, realizada en el centro de
convenciones Atlapa. Raúl Castro lo hizo inmediatamente después. El presidente
norteamericano incluyó la normalización del vínculo con la isla como parte del
“nuevo período” que prometió iniciar en su primera participación en estas
cumbres a sólo tres meses de asumido, en 2009. “La idea es que Estados Unidos
no será prisionero del pasado. Más que nada, miramos al futuro”, explicó. Esa
intención de pasar por alto la pesada historia de intervenciones
norteamericanas en la región fue criticada por varios presidentes, incluyendo
Cristina Fernández. Con todo, no podía ser de otra manera, la reanudación del vínculo
de los dos países fue celebrada de manera unánime.
“Las nuevas relaciones entre
Estados Unidos y Cuba crearán nuevas oportunidades en la región para la
seguridad, prosperidad, salud y dignidad de nuestros pueblos”, evaluó Obama en
su mensaje, en el que también mencionó las diferencias “significativas” (un
término que el presidente norteamericano usa todo el tiempo) entre los dos
países. “Nosotros seguiremos hablando de valores universales que para nosotros
son importantes”, subrayó.
“Ya era hora”, dijo Raúl Castro
cuando le dieron la palabra. Contó que le habían dicho que los presidentes
tenían ocho minutos para hablar. “Pero me deben seis cumbres, así que seis por
ocho cuarenta y ocho”, dijo. Lo dijo en broma pero lo cierto fue que habló 48
minutos. Hizo un repaso por la historia de Cuba, inseparable del hostigamiento
norteamericano, que contó con varios detalles. Por ejemplo, reveló que a John
Ke-nnedy lo mataron el mismo día que había llamado a Fidel Castro para iniciar
conversaciones. Colocó como un hito la Cumbre de las Américas de 2005 que
rechazó el ALCA y consideró “una nueva etapa” en el continente la aparición de
la Celac, en 2011, un organismo continental que, a diferencia de la OEA, no
integran ni Estados Unidos ni Canadá. En el racconto de la dura historia de
agresiones norteamericanas, el presidente cubano se preocupó siempre de dejar a
salvo a Obama. “Le pido disculpas porque el presidente Obama no tiene ninguna
injerencia en todo esto. Hubo diez presidentes antes que él, todos tienen deudas
con nosotros menos el presidente Obama”, lo rescató. Por momentos, el tono de
Castro recordó al del uruguayo José “Pepe” Mujica. Contó que había leído dos
libros biográficos sobre el jefe de la Casa Blanca. “No completos, eso lo haré
con más calma”, comentó, generando la risas de sus pares. Dijo que consideraba
a Obama “un hombre honesto” y que creía que eso se debía a su origen humilde,
que era algo que siempre comentaba con los presidentes con quienes se reunía en
La Habana. “Estas palabras las medité mucho para decirlas. Incluso las tuve
escritas, las quité, las volví a poner y las volví a quitar. Y al final las
dije, y estoy satisfecho”, concluyó. Obama miraba hacia abajo en ese momento.
Castro planteó los dos
principales reclamos que mantienen contra Washington. Uno, que se elimine a
Cuba de la lista de países que patrocinan al terrorismo. Se sabe que el
Departamento de Estado ya emitió un informe al respecto y la decisión está en
manos de Obama, aunque todavía espera el resultado de una ronda de consultas.
El otro, “el bloqueo económico, comercial y financiero que se aplica con toda
intensidad contra la isla”, definió. Pero no sólo le quitó responsabilidad a
Obama por esto, sino que instó a “seguir luchando y apoyando” al presidente
norteamericano en su intención, cuya decisión final está en manos de su
Parlamento.
En un saloncito apartado de un
centro de convenciones en Panamá, Barack Obama y Raúl Castro dieron ayer un
primer paso. En ese rumbo, puede marcar un antes y un después en la historia del
continente. Sí, repetirlo una vez más, “histórico”.
(Fuente Página 12 –
Desde Pnamá - Imagen: AFP)