Una triste noticia que cundió rápidamente en todas las
redacciones de Latinoamérica, da cuenta del fallecimiento de Eduardo Galeano,
autor de Las Venas Abiertas de América Latina, censurado por las dictaduras
militares de Uruguay, Argentina y Chile.
Eduardo Germán Hughes Galeano nació en Montevideo el 3 de septiembre de 1940, era hijo de Eduardo Hughes Roosen y de Licia Ester Galeano Muñoz, de quien tomó el apellido para firmar como escritor o periodista. Cuando era un adolescente comenzó a publicar caricaturas para El Sol, un periódico socialista en Uruguay, con el seudónimo de "Gius", también fue obrero en una fábrica de insecticidas y pintor de carteles entre otros oficios, a pesar de provenir de una familia de la clase alta.
Se inició como periodista a
comienzos de 1960 como editor del semanario Marcha y del diario Época luego del
golpe de Estado en su país del 27 de junio de 1963 fue encarcelado y
posteriormente se instaló en la Argentina. Una década después fue el director
de la revista cultural y política Crisis, fundada por Federico Vogelius
(1919-1986): "Fue un largo acto de fe en la palabra humana solidaria y
creadora (...) Por creer en la palabra, en esa palabra, Crisis eligió el silencio.
Cuando la dictadura militar le impidió decir lo que tenía que decir, se negó a
seguir hablando", dijo al cierre en agosto de 1976.
Ese mismo año, su nombre integró
la lista de condenados por la dictadura militar argentina, presidida por Jorge
Rafael Videla, y viajó a España. Allí escribió la trilogía "Memoria del
fuego" (Los nacimientos, 1982; Las caras y las máscaras, 1984, y El siglo
del viento, 1986) donde revisita la historia del continente latinoamericano.
Cronista de su tiempo, la visión
de una América Latina unida se vio reflejada en su narrativa que se remonta a
títulos como "Los días siguientes" (1963), los relatos de
"Vagamundo" (1973), "El libro de los abrazos" (1989),
"Patas arriba. La escuela del mundo al revés" (1998).
En 1985 regresó a Montevideo
cuando Julio María Sanguinetti asumió la presidencia del país por medio de
elecciones democráticas. Junto a Mario Benedetti, Hugo Alfaro, entre otros
funda el semanario Brecha. Y luego su propia editorial El Chanchito. Además,
integró la "Comisión Nacional Pro Referéndum" (entre 1987-1989),
constituida para revocar la Ley de Caducidad de la Pretensión Punitiva del
Estado, promulgada en diciembre de 1986 para impedir el juzgamiento de los
crímenes cometidos durante la dictadura militar en su país (1973-1985).
Por su obra, Galeano fue
galardonado con el Premio Casa de las Américas 1975, 1978; Premio del
Ministerio de Cultura del Uruguay 1982, 1984, 1986, American Book Award 1989,
Premio Stig Dagerman 2010 y Premio Alba de las letras 2013.
En ocasión de recibir el
Doctorado Honoris Causa de la Universidad de La Habana en 2001, el escritor
dijo: "He amado a esta isla de la única manera que es, digna de fe, con
sus luces y sombras", mientras que el jurado definió con certeza al
escritor y periodista como "un recuperador de la memoria real y colectiva
sudamericana y un cronista de su tiempo".
En 2004 escribió una "Carta
al señor futuro", que sintetiza sus anhelos. "Nos estamos quedando
sin mundo. Los violentos lo patean, como si fuera una pelota. Juegan con él los
señores de la guerra, como si fuera una granada de mano; y los voraces lo
exprimen, como si fuera un limón. A este paso, me temo, más temprano que tarde
el mundo podría no ser más que una piedra muerta girando en el espacio, sin
tierra, sin agua, sin aire y sin alma", advierte en esa carta. "De
eso se trata, señor Futuro. Yo le pido, nosotros le pedimos, que no se deje
desalojar. Para estar, para ser, necesitamos que usted siga estando, que usted
siga siendo -apunta-. Que usted nos ayude a defender su casa, que es la casa
del tiempo".
Compartimos un texto que escribiera Galeano sobre la muerte en "El libro de los abrazos"
"No nos da risa el amor cuando llega a lo más hondo de su viaje, a lo más alto de su vuelo: en lo más hondo, en lo más alto, nos arranca gemidos y quejidos, voces de dolor, aunque sea jubiloso dolor, lo que pensándolo bien nada tiene de raro, porque nacer es una alegría que duele.
Pequeña muerte, llaman en Francia a la culminación del abrazo, que rompiéndonos nos junta y perdiéndonos nos encuentra y acabándonos nos empieza. Pequeña muerte, la llaman; pero grande, muy grande ha de ser, si matándonos nos nace."