lunes, 13 de abril de 2015

GALEANO Y GUNTHER GRASS, COMPROMETIDOS CON LA HISTORIA

Con diferencia de minutos, se anunció esta mañana dos malas nuevas: murieron en Uruguay y Alemania dos narradores reconocidos y polémicos del siglo XX que, además de decir verdades, enriquecieron la literatura.

Escribe Guillermo Belcore*


Día triste para la literatura universal. Murieron dos narradores muy reconocidos, dos símbolos del compromiso político del intelectual, dos voces potentes desde una perspectiva de izquierda. El mundo ha perdido al alemán Günther Grass, Premio Nobel 1999, y al uruguayo Eduardo Galeano, cuyas denuncias contra el imperialismo occidental en formato de libro han sido algo así como la iniciación ideológica de varias generaciones en América latina.

DESDE LA TRINCHERA

Mal día para la izquierda, amigos. Tanto Grass como Galeano (¿se conocían?) hicieron del compromiso con las causas progresistas su razón de ser intelectual. La vehemencia al defender esas causas siempre le han acarreado críticas feroces, por un lado, y la adhesión incondicional de millones de jóvenes de Europa y América latina, por el otro. «La historia se ha interpuesto en mi camino. No había forma de esquivarla. Hasta mis escapadas artísticas más audaces volvían a llevarme, una y otra vez, a su curso meándrico. Desde mi primera novela hasta el último hijo de mi capricho, yo he sido su rebelde servidor», afirmaba Günter Grass, en su discurso de aceptación del Premio Príncipe de Asturias, en 1999. Eduardo Galeano hubiera dicho algo parecido.

En lo estrictamente literario, si ambos se hermanaron por su fidelidad al mensaje por encima de cualquier otras consideraciones, la forma los separó. Mientras que la prosa de Galeano es límpida y sabrosa como el agua de montaña, con metáforas rotundas que atrapan la imaginación, la escritura de Grass es alambicada, difícil, con párrafos macizos que exigen toda nuestra atención. Ambos urdieron sus textos a fogonazos. Otro elemento común es el amor por la sentencia rotunda y afilada. El uruguayo solía usar la brevería con la destreza del espadachín. Puede que los tres tomos de Memorias del fuego hayan sido su obra mejor lograda, aunque no tuvo la inmensa repercusión de Las venas abiertas de América latina, un best seller desde su primera publicación. ¿Lo habrá leído Barack Obama? ¿Recuerdan cuando Hugo Chávez le obsequió un ejemplar en una Cumbre de las Américas? Eduardo Germán María Hughes Galeano, por cierto, publicó más de treinta libros, sufrió el exilio y fundó en Buenos Aires una revista mítica y militante de los setenta: Crisis. Fue un admirador incondicional de Fidel Castro, Hugo Chávez y Evo Morales.

EL TAMBOR

A Günther Grass se lo considera como el escritor alemán más importante de posguerra. Coincido con la opinión predominante de que su gran obra es, naturalmente, El tambor de hojalata de 1959, una novela oceánica, total; un espeluznante relato que prueba que el dictum de Adorno sobre la poesía después de Austchwitz estaba equivocado. La última década, Grass (también poeta y dibujante) publicó una trilogía autobiográfica que me gustó mucho, pues une con delicadeza ficción y realidad. En el primer tomo Pelando la cebolla (2006) confesó que a los 17 años había sido reclutado por las SS, lo cual atribuyó a atribuye a una debilidad de carácter, una “obstinación juvenil en grandes proyectos casi épicos''. En el segundo tomo, revela que fue un mal padre. Sus enemigos lo despellejaron por las confesiones.

Quien esto escribe, piensa que Grass es uno de los autores indispensables. Nunca ha sido un gran estilista, pero la fuerza de su prosa y su cáustico ingenio son fascinantes. Galeano forma parte de las primeras lecturas, aquellas que se recuerdan con emoción y gratitud, como las de Cortázar y Julio Verne. El mundo es más pobre sin ellos. Ambos dijeron verdades.

* Reseñista y editor.

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