Todos los años el 7 de junio celebramos el día del periodista. Pero no todos recuerdan que en esos días estamos homenajeando junto a sus colegas, al notable Mariano Moreno fundador del primer periódico de la Revolución en marcha.
Por Felipe Pigna
Desde su cargo en la Primera
Junta desplegará toda su febril actividad. Participó activamente en la creación
de la biblioteca pública y se ocupó personalmente del fomento de la educación,
porque, como decía en un escrito: “Nada hay más digno de la atención de los
magistrados que promover por todos los medios la mejora de la educación
pública” para lo cual promovió la redacción e impresión de un libro de texto
con las “nuevas ideas” encargando a los Cabildos a “repartirlo gratuitamente a
los niños pobres de todas las escuelas y obligar a los hijos de padres
pudientes a que lo compren en la imprenta.” . Creó la jubilación para todos los
docentes “ofreciéndoles una particular protección del gobierno en todas las
pretensiones que promuevan”. Promovió la instrucción de los militares porque:
“el oficial de nuestro ejército después de asombrar al enemigo por su valor,
debe ganar a los pueblos por el irresistible atractivo de su instrucción. El
que se encuentre desnudo de estas cualidades redoble sus esfuerzos para
adquirirlas, y no se avergüence de una dócil resignación a la enseñanza que se
le ofrece, pues en un pueblo naciente todos somos principiantes, y no hay otra
diferencia que la de nuestros buenos deseos: el que no sienta los estímulos de
una noble ambición de saber y distinguirse en su carrera, abandónela con
tiempo, y no se exponga al seguro bochorno de ser arrojado con ignominia:
busque para su habitación un pueblo de bárbaros o de esclavos y huya de la gran
Buenos Aires que no quiere entre sus hijos hombres extranjeros a las virtudes.”
Reivindicó a su querido amigo
Manuel Belgrano abriendo su soñada Escuela de Matemáticas boicoteada por los
personeros del Consulado
El 7 de junio fundó el órgano
oficial del gobierno revolucionario, “La Gaceta”, donde escribió: “El pueblo
tiene derecho a saber la conducta de sus representantes, y el honor de éstos se
interesa en que todos conozcan la execración con que miran aquellas reservas y
misterios inventados por el poder para cubrir sus delitos. El pueblo no debe
contentarse con que sus jefes obren bien, debe aspirar a que nunca puedan obrar
mal. Para el logro de tan justos deseos ha resuelto la Junta que salga a la luz
un nuevo periódico semanal con el título de “Gazeta de Buenos Aires” Se dio el
gusto de publicar en sus páginas -a la manera de los folletines por entregas
tan de moda en los periódicos europeos de la época- El Contrato Social de su
admirado Rousseau, para que la conozca la mayor cantidad de ciudadanos
posibles. Como no desconocía el alarmante porcentaje de analfabetismo, ordenó
que se leyera desde los púlpitos de las iglesias, lo que puso un poco nerviosos
a algunos sacerdotes contrarrevolucionarios. Por razones estratégicas Moreno
suprimió el último capítulo del Contrato Social. No era momento de abrir un
frente de conflicto con la Iglesia, en cuyo seno había importante sector
partidario de la Revolución. Moreno justificó la censura diciendo: “Como el
autor tuvo la desgracia de delirar en materias religiosas, suprimo el capítulo
y principales pasajes donde ha tratado de ellas”. Uno de los párrafos
censurados por Moreno decía lo siguiente:“La religión es necesaria a los pueblos
y a los jefes de las naciones; ningún imperio existió jamás sin ella. No
confundamos la religión con el ceremonial de ella. El culto que pide Dios es el
del corazón; y éste, cuando es sincero, siempre es uniforme. Vanidad muy loca
es figurarse que tanto interés tome Dios en la forma del vestido del sacerdote,
en el orden de las palabras que pronuncia, en los ademanes que hace en el altar
y en todas sus genuflexiones”
En realidad, como señala Boleslao
Lewin, Moreno, que era un católico practicante, acordaba absolutamente con
todas las ideas de Rousseau, incluso las religiosas y así lo expresó en uno de
sus primeros escritos de absoluta inspiración Roussoniana: “El culto exterior
no tiene una intrínseca relación al objeto a que se determina; ahora es una acción
de reverencia doblar la rodilla, y mañana podría ser una señal de burla o
desacato.”
La Gaceta, que incluía en todos
su números la frase de Tácito: “Tiempos de rara felicidad, aquellos en los
cuales se puede sentir lo que se desea y es lícito decirlo”, será mucho más que
el órgano oficial de un gobierno, será una tribuna de opinión a través de la
cual los ciudadanos del ex virreinato accedían a las ideas más modernas que los
iban sacando lentamente de las pesadillas del atraso a los que los habían llevado
casi 300 años de educación escolástica.

“La esclava María Eusebia Segovia,
con licencia de su amo, ha donado un peso fuerte y se ofrece como cocinera de
las tropas”
“El pardo Santos González de 10
años de edad, dona 4 reales”
“El niño Pedro Agüero de 9 años,
obló 2 pesos y, con permiso, ofertó su persona para el servicio que le permitan
sus tiernos años.”
“El pardo Julián José Agüero de 5
años de edad, ha oblado un peso fuerte.”
“Juan José Gómez obló un peso y
su par de zapatos para que sirvan a algún soldado, también se compromete a dar
4 reales mensuales por espacio de 4 meses.”
Decía Moreno en la misma Gaceta
comentando estos avisos: “Las clases más pobres de la Sociedad, son las
primeras que se apresuraron a porfía a consagrar a la Patria una parte de su
escasa fortuna: empezarán los ricos las erogaciones propias a su caudal y de su
celo, pero aunque un comerciante rico excite la admiración por la gruesa
cantidad de donativo, no podrá disputar ya al pobre el mérito recomendable de
la prontitud de sus ofertas.” Aquellos que quieren ver en Moreno un agente
inglés, evidentemente no leyeron el texto publicado en la Gaceta el 6 de
septiembre de 1810: “El extranjero no viene a nuestro país a trabajar en
nuestro bien, sino a sacar cuantas ventajas pueda proporcionarse. Recibámoslo
en buena hora, aprendamos las mejoras de su civilización, aceptemos las obras
de su industria y franqueémosle los frutos que la naturaleza nos reparte a
manos llenas; pero miremos sus consejos con la mayor reserva y no incurramos en
el error de aquellos pueblos inocentes que se dejaron envolver en cadenas, en
medio del embelesamiento que les habían producido los chiches y coloridos
abalorios. Aprendamos de nuestros padres y que no se escriba de nosotros lo que
se ha escrito de los habitantes de la antigua España con respecto a los
cartagineses que la dominaron:
Libre, feliz, España
independiente
Se abrió el cartaginés
incautamente:
Viéronse estos traidores
Fingirse amigos, para ser
señores;
Entrar vendiendo para salir
mandando’”
El hombre que había dicho:‘Quiero
más bien correr el riesgo de ser asesinado por servir a mi patria, que
presentarme en las calles con el aparato de los tiranos’, partió un 24 de enero
de 1811 hacia una misión imposible de la que nunca volvería.
Fuente: El Historiador