viernes, 10 de julio de 2015

EL CRISTO DEL MARTILLO Y LA HOZ

Un simple símbolo ideológico ha provocado la indignación de algunos “bienpensantes”, sin embargo a quienes se rasgan las vestiduras por un Cristo apoyado en la hoz y el martillo, no les parece incoherente un Cristo crucificado en una cruz de oro y piedras preciosas.


Por Daniel Mercado

El crucifijo que regaló Evo Morales al Papa ha desencadenado un aluvión de comentarios. Muchos medios y las redes sociales se han prodigado en críticas, descalificaciones y hasta furibundas reacciones. “Crucifijo comunista”, “oxímoron”, “regalo insultante” han sido algunas de las expresiones más benevolentes.

No acostumbro a sumarme sin más a la corriente imperante y menos en este caso donde detrás de las críticas hay ideología, no precisamente en la mejor de sus acepciones, y falta de conocimiento, por no llamarle ignorancia.

Para entender el gesto de Morales, es importante, saber que el regalo en cuestión es reproducción de un tallado hecho por Luis Espinal, el mismo jesuita homenajeado por el Papa. Él talló esa imagen en madera y decidió colocar allí el Cristo de la cruz que recibió cuando hizo sus votos. Un gesto muy significativo, porque ponía en contacto el centro de su vocación, Cristo, con el emblema de una ideología que era motivo de muchas de sus inquietudes.

Con el crucifijo de marras, se ha puesto de manifiesto que probablemente se conoce poco de Espinal o que se olvida deliberadamente aspectos esenciales de su vida por incómodos. Espinal no murió por casualidad, fue secuestrado, salvajemente torturado en un matadero, asesinado a sangre fría y finalmente su cadáver fue abandonado en un basurero, como desecho de una sociedad que castiga a quien no le sirve.

Espinal murió a consecuencia de una vida coherente con el Evangelio, denunciando la injusticia, defendiendo los derechos de las personas, violados sistemáticamente por los poderosos. Murió porque peleó contra la injusticia y del lado de las víctimas, murió porque hubo personas dispuestas a crímenes atroces con tal de proteger sus privilegios.

A los personajes proféticos, las sociedades se las arreglan para domesticarlos. De Luis Espinal se preferiría hacer un mártir descafeinado, quitándole todo lo que incomoda para hacerlo inocuo y dejarlo listo para consumo masivo: una estampita de adorno. El incidente del crucifijo ha puesto en evidencia que muchos recuerdan a Lucho, pero no su significado. Un simple símbolo ideológico ha provocado revuelo y la indignación de algunos, esos a los que no les llama la atención, mucho menos les parece incoherente, un Cristo crucificado en una cruz de oro y piedras preciosas.

Si Luis Espinal sobrevive en nuestra memoria no es para tranquilizar conciencias, darnos una palmada en el hombro mientras ante la injusticia preferimos mirar para otro lado. Su vida, escritos y arte, también el controvertido crucifijo, están ahí interpelándonos. Luis nos recordará siempre, una y otra vez, a todos los creyentes que “una religión que no tenga la valentía de hablar a favor del hombre, tampoco tiene derecho de hablar a favor de Dios”.

BIOGRAFÍA DE UN MÁRTIR

El Padre Luis Espinal Camps (Lucho Espinal) nació el 2 de febrero de 1932 en la ciudad de San Fructuoso de Bages, cerca de Manresa, España.

En agosto de 1949 ingresa en la Compañía de Jesús y fue ordenado como Sacerdote en julio de 1962 en la ciudad de Barcelona. Fue enviado a Bolivia como misionero, donde luchó por la defensa de los Derechos Humanos.

Se desempeñó como sacerdote jesuita, cineasta, comunicador social y radialista en su labor pastoral en Bolivia. Sus posturas contrarias a las dictaduras y su apoyo a los movimientos mineros, especialmente a las huelgas anti-dictatoriales de trabajadores y sus esposas, encabezadas por Domitila Chúngara, le valieron enemistades durante el gobierno de facto de Luis García Meza Tejada.

Luis Espinal fue detenido por paramilitares, torturado y asesinado. Fue secuestrado la noche del 21 de marzo de 1980 y su cuerpo fue hallado la tarde del día siguiente en el kilómetro 8 del camino a Chacaltaya, junto al río Choqueyapu. Dicho asesinato había sido planificado, en enero de ese año, por el propio García Meza, junto a Luis Arce Gómez.

Fuente: Centro Nueva Tierra - Wikipedia

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