En un discurso de casi una hora, el papa Francisco en Bolivia, condenó
“el viejo y nuevo colonialismo” y, en ese marco, pidió perdón por los crímenes
contra los pueblos originarios cometidos en nombre de la Iglesia en “la llamada
conquista de América”.
Por Sebastián Ocho, desde La Paz (Bolivia)
“Pido humildemente perdón no sólo
por las ofensas de la propia Iglesia, sino por los crímenes contra los pueblos
originarios durante la llamada conquista de América”, aseguró el papa Francisco
durante la clausura del Encuentro Mundial de Movimientos Populares, que
respondió con largos aplausos a cada uno de los posicionamientos, pocas veces
escuchados en alguien de su investidura. Además del pedido de perdón, en el
discurso más largo desde que inició la gira por América (57 minutos), llamó a
los campesinos, indígenas y trabajadores a luchar por la “triple T”, tierra,
techo y trabajo, y los convocó a organizarse para “poner la economía al
servicio de los pueblos”. “Queremos un cambio, un cambio real, un cambio de
estructuras. Este sistema ya no se aguanta, no lo aguantan los campesinos, no
lo aguantan los trabajadores, no lo aguantan las comunidades, no lo aguantan
los pueblos. Y tampoco lo aguanta la Tierra, ‘la hermana Madre Tierra’, como
decía San Francisco”, aseguró.
“¿Reconocemos que las cosas no
andan bien en un mundo donde hay tantos campesinos sin tierra, tantas familias
sin techo, tantos trabajadores sin derechos, tantas personas heridas en su
dignidad? ¿Reconocemos que las cosas no andan bien cuando estallan tantas
guerras sin sentido y la violencia fratricida se adueña hasta de nuestros
barrios?”, dijo el Papa ante cinco mil representantes de organizaciones
sociales llegados desde 40 países.
“¿Reconocemos que las cosas no
andan bien cuando el suelo, el agua, el aire y todos los seres de la creación
están bajo permanente amenaza? Entonces, digámoslo sin miedo: necesitamos y queremos
un cambio. Muchos esperan un cambio que los libere de esa tristeza
individualista que esclaviza”, diagnosticó el pontífice.
“Cuando el capital se convierte
en ídolo y dirige las opciones de los seres humanos y la avidez por el dinero
tutela todo el sistema socioeconómico, arruina la sociedad, condena al hombre,
lo convierte en esclavo”, comentó. En este aspecto, consideró que las
organizaciones sociales pueden marcar la alternativa que hace falta.
“Ustedes, los más humildes, los
explotados, los pobres y excluidos, pueden y hacen mucho. Me atrevo a decirles
que el futuro de la humanidad está, en gran medida, en sus manos. Les invito a
construir una alternativa humana a la globalización excluyente. No se
achiquen”, los alentó Francisco.
“Aquí en Bolivia he escuchado una
frase que me gusta mucho: ‘Proceso de cambio’. Me gusta tanto la imagen del
proceso, donde la pasión por sembrar, por regar serenamente lo que otros verán
florecer, reemplaza la ansiedad por ocupar todos los espacios de poder
disponibles y ver resultados inmediatos. Queremos un cambio que se enriquezca
con el trabajo mancomunado de los gobiernos y los movimientos sociales”,
aseguró el Papa.
Aunque dijo no tener recetas,
Bergoglio hizo recomendaciones para ese cambio: el primero fue el de “poner la
economía al servicio de los pueblos” y oponerse a “una economía de exclusión e
inequidad”. También consideró que “la propiedad, muy en especial cuando afecta
los recursos naturales, debe estar siempre en función de las necesidades de los
pueblos, no alcanza con las gotas que puedan llegar a derramar de la copa”.
“Podemos lograrlo, esta economía al servicio de los pueblos no es una utopía,
los bienes disponibles son suficientes. El problema es el sistema”, concluyó.
Afirmó entonces que “ningún poder
fáctico o constituido tiene derecho a privar a los países pobres del pleno
ejercicio de su soberanía” y lamentó la existencia de “nuevas formas de
colonialismo que afectan seriamente las posibilidades de paz y de justicia”, y
que “adoptan distintas fachadas como algunos tratados de libre comercio y la
imposición de medidas de austeridad que siempre ajustan el cinturón de los
trabajadores y los pobres”.
Recordó entonces la importancia
de que los pueblos y gobiernos latinoamericanos se sientan parte del concepto
de la “Patria Grande”, y alertó que a veces, “bajo el noble ropaje de la lucha
contra la corrupción, el narcotráfico o el terrorismo, se imponen medidas que
poco tienen que ver con la resolución de esas problemáticas y muchas veces empeoran
las cosas”. En ese momento incluyó “la concentración monopólica de los medios
de comunicación social” como otra de las formas que adopta el nuevo
colonialismo. Y siguió definiendo: “El colonialismo, nuevo y viejo, reduce a
los países pobres a meros proveedores de materia prima y trabajo barato”.
En ese contexto, introdujo el
pedido de perdón por las matanzas promovidas en el continente por la misma
Iglesia. “Alguno podrá decir, con derecho, que cuando el Papa habla del
colonialismo se olvida de ciertas acciones de la Iglesia. Se han cometido
muchos y graves pecados contra los pueblos originarios de América en nombre de
Dios”, reconoció. Y recordó que ya lo habían dicho con anterioridad la
Conferencia Episcopal de América Latina y Juan Pablo II. “Quiero ser muy claro,
como lo fue san Juan Pablo II: pido humildemente perdón, no sólo por las
ofensas de la propia Iglesia, sino por los crímenes contra los pueblos
originarios durante la llamada conquista de América”, dijo.

El Papa y el presidente Morales
recibieron de campesinos e indígenas el “Documento de Santa Cruz”, fruto de
tres días de debate.
“El pecado que tiene el ser
humano es el capitalismo. Mientras exista el capitalismo y el imperialismo, la
lucha va a seguir, por más que haya presidentes o dirigentes en todo el mundo.
El pueblo vive de salario y del movimiento económico. Un discurso no es
suficiente para garantizar la liberación democrática. A una liberación política
hay que acompañar con una liberación económica”, enfatizó el presidente
boliviano.
Más allá de las definiciones
sociales y políticas, la atención mediática se concentró ayer en un regalo que
Morales le hizo al Papa el miércoles a la noche. Era una pequeña escultura de
un Jesucristo crucificado en la hoz y el martillo. En este gesto, la mitad de
los comentaristas interpretaron algo así como mensaje infernal. En realidad, el
obsequio que permitió a muchos hacer gala de sus prejuicios implicaba un
homenaje al cura Luis Espinal, asesinado por la dictadura de Luis García Meza
en 1980 (ver aparte).
Fuente: Diario Página 12