La liberación anunciada por el
Ministerio de Cultura implica efectos nada alentadores para la pequeña
industria, opinan los editores independientes.
En un artículo de Silvina Friera,
publicado en Página 12, fueron entrevistados editores independientes que opinaron
sobre la eliminación de las restricciones a la importación de libros que regía
desde 2010, presentado en un comunicado del Ministerio de Cultura de la Nación
como una medida que busca “ampliar la bibliodiversidad y ofrecer más opciones a
los lectores de todo el país”.
El escritor y editor Damián Ríos,
de Blatt & Ríos, opinó que “Las grandes editoriales están esperando esto
para poder imprimir en la zona franca de Colonia (Uruguay), Chile o hasta
China. Va a ingresar mucho saldo (malo y bueno) de España, impreso en países
del este de Europa. Todo esto con precios a costos de salarios miserables.
Nosotros queremos editar acá, traducir acá, diseñar acá, corregir acá, imprimir
acá y vender acá y con esa plata pagarles a todos, acá”.
Por su parte, Víctor Malumian, de ediciones Godot, señaló: “Todos
los libros que las multinacionales producen en España ahora tienen un mercado
enorme para inundar el país con libros a un precio regalado. Las condiciones de
producción en Argentina no son las mismas que en España. Los costos del papel
no son iguales. Un libro que acá me sale producir 45 pesos, en Taiwan me lo
hacen por 95 centavos de dólar con el envío incluido. Es imposible que al
liberar el mercado no gane el más fuerte. Toda esa postura que parecería
neutral, que es plantear que el mercado elija, me está dando un mensaje muy
claro, que es defender la lógica de mercado de sobreproducción de novedades y
colocación a mansalva, que no es la lógica que tenemos las editoriales como
Godot, que no estamos atadas a la novedad ni a la pauta publicitaria. Nuestros
títulos se mueven por recomendación de libreros y por los críticos culturales.
Me llamó mucho la atención leer que la Cámara Argentina del Libro (CAL) estaba
contenta con la decisión. Yo no veo nada positivo."
El escritor y editor de Entropía,
Sebastián Martínez Daniell, dijo “Dos tercios de los libros que se venden en
América Latina son editados por sólo dos compañías multinacionales con cabecera
en Europa (Planeta y Penguin Random House Mondadori); la mitad de los libros
que se venden en Argentina tienen como boca de expendio las grandes cadenas; la
industria del papel local es una de las menos competitivas del continente y
obviamente benefician a los mayores compradores”, sintetiza el editor de
Entropía. “El sector editorial también ha sido víctima, globalmente, de un
proceso de brutal concentración. Tener acceso a cualquier libro que esté
circulando por el mundo es algo extraordinario, pero es también una obviedad
que la circulación de bienes culturales no es inocente, que tiene canales
privilegiados, que hay beneficiarios y perdedores.”
Desde El Cuenco de Plata, creado
por el exquisito Edgardo Russo –que murió en julio del año pasado–, el editor
Julio Patricio Rovelli López afirma que la apertura irrestricta favorece a los
grupos concentrados que han transformado al libro sólo en mercancía. “No
estamos en contra de la bibliodiversidad ni del ingreso de libros de otros
países, algo que sería ilógico, ¿no? Pero esta medida nos genera mucha
incertidumbre como editores. El monopolio del papel, en manos de Celulosa
Argentina y Papelera Tucumán, afecta a las editoriales independientes. En
diciembre, cuando todavía no se había devaluado, el papel estaba 16 dólares”,
recuerda el editor.
El poeta Sandro Barrella,
encargado de la librería Norte de Débora Yánover, admite que el marco
regulatorio que estuvo en funcionamiento en los últimos cuatro años a veces
complicaba las cosas porque “hay libros que no hay modo de que se sustituyan,
lo que no implica que con una economía liberal y abierta vayan a entrar todos
los libros, como se cree ingenuamente”.