Este día del calendario que nos sorprende cada cuatro años
oculta tras de sí una serie de mitos. Entérate cuáles son.
“Año bisiesto, año siniestro” o “Año bisiesto, entra el hambre en el cesto”, son algunos de los refranes que marcaron históricamente la llegada del 29 de febrero, día que aparece cada cuatro años.
En la tradición mundial, el día
extra en el segundo mes del año agregado durante la administración de Julio
César, es asociado con pestes, hambrunas y otras desgracias, pero para muchos
otros, este “capricho del calendario” es una fecha especial en sus vidas.
EL DÍA OSCURO DEL IMPERIO ROMANO
En la antigüedad, cuando un niño
venía al mundo el particular día del año bisiesto, se pensaba que era algún ser
maligno o con poderes sobrenaturales.
Los mitos tras la maldad de los
“hijos del año bisiestos” se cree podría provenir de la cultura romana, que
según la tradición, el mes de febrero marca las festividades de los muertos y
del dolor.
A raíz de esto, todas las
calamidades y fatalidades de este mes al tener un día extra, se aumentaban al
doble según la tradición.
Era tan fuerte esta creencia
entre los romanos, que las puertas de los templos permanecían cerradas durante
el mes de febrero, nadie se casaba, ni salía de sus hogares, pasando largas
jornadas de encierro para evitar los males del oscuro período.
EL AÑO BISIESTO
Muchos saben que los años que son
múltiplos de cuatro, tienen un día más: el 29 de febrero, con lo que el año
tiene 366 días, uno más que lo normal.
¿Y qué pasa con quienes nacieron
un año bisiesto? Tienen tres opciones: celebrar su cumpleaños cada cuatro años
o conformarse con el 28 de febrero o el 1 de marzo.
Sin embargo, no sólo los
múltiplos de cuatro pueden caer bisiestos, sino que cada cambio de centena
también marcará un bisiesto.
Eso quiere decir que la aparición
del “doble cero” también será un año con 366 días. Ejemplo de ello fue el año
2000.
AÑO LUNAR VS. AÑO SOLAR
Pero, ¿por qué se tomó esta
matemática decisión de ir cambiando cada cuatro años la distribución del
calendario?
No hay nada mágico o místico en
esta decisión, ya que es una norma completamente arbitraria que busca hacer
calzar la mitad del año en el calendario al año natural solar.
Para entender esto, es importante
considerar que la Tierra se demora un día en dar la vuelta completa sobre sí
misma (rotación), y un año el viaje que realiza alrededor del sol (traslación).
Esto explica dos cosas: la curiosa adecuación del calendario y el nacimiento de
la Astronomía.
Al contrario que en el Occidente,
algunos países orientales se rigen por el calendario lunar, lo que quiere decir
que el tiempo se mide día a día con la aparición y desaparición del astro,
completando casa mes un ciclo de 29,5 días, es por eso que sus calendarios
oscilan entre los 29 y 30 días.
Este sistema falla cuando hay que
contar los años, ya que la suma de los meses lunares no coinciden con los años
naturales.
Pero antes de que la mecánica
celeste explicara el tema del movimiento de los planetas, los antiguos
astrólogos fijaban un recorrido solar a través del cielo: un año era el tiempo
que transcurría hasta que el Sol regresaba a su posición inicial; lo que fue
marcado como solsticios, cosa que no ocurre con los meses lunares, por lo que
algunos calendarios se convirtieron en semi lunares.
JULIO CÉSAR Y EL NACIMIENTO DEL
AÑO BISIESTO
Este fue el caso del calendario
romano, que de ser totalmente lunar, mutó a lunisolar, naciendo el llamado mes
intercalar, el cual se ubicaba entre febrero y marzo, de forma de adaptarse al
año solar.
Toda esta complicación de días
entre los estudiosos encontró solución cuando Julio César implementó el
Calendario Juliano, abandonando las referencias lunares a favor de un sistema
totalmente solar, eliminando así el mes intercalar y definiendo el año con el
sistema que conocemos hoy: doce meses de 30 ó 31 días excepto el mes de febrero
que cuenta con 28.
En los tiempos del César también
se tenía en cuenta que el año solar no duraba los 365 días, sino que su
duración media era de un cuarto de día más. Para compensar esta desviación, el
Calendario Juliano sumó el año bisiesto: un día cada cuatro años, lo que daba
al año una duración media de 365,25 días ó 365 días y 6 horas.
LA EDAD MEDIA Y EL CALENDARIO
GREGORIANO
Pero el problema se quiso
solucionar una vez más. El año solar dura en promedio alrededor de 365 días, 5
horas, 48 minutos y 45 segundos; 365,2421891 días.
Quizás en un inicio es sólo un
problema de decimales, pero al largo plazo puede provocar muchas dificultades,
ya que con el tiempo estos números se van acumulando.
Al llegar la primavera del siglo
XVI, ésta se adelantó para el 10 de marzo en Europa, otoño en el hemisferio
sur, por lo que el Papa Gregorio XIII introdujo una nueva reforma en 1582,
llegando al calendario que utilizamos hoy en día y que lleva su nombre:
Calendario gregoriano.
Gregorio sumó a su calendario los
bisiestos cada cambio de siglo, alcanzando una media de 365,2425 días, o 365
días, 5 horas, 49 minutos y 12 segundos, reduciendo así el desfase anual de
Julio César de 11 minutos a solo unos 27 segundos, el resultado es que para
acumularse un día de error deberán transcurrir más de 3.200 años desde que el
Calendario Gregoriano entró en vigor. Así que ya se preocuparán de ello
nuestros descendientes en el siglo XLVIII.En Irlanda, aquellas personas que
llegaron al mundo un 29 recibirán por parte del estado una cantidad de dinero,
suma que muchas veces es utilizada por los padres para los primeros gastos del
niño, o como cita el dicho: “Nace con la marraqueta debajo del brazo”.